Cuando Charles Dickens escribió, “fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos”, me pregunto si la inspiración no le vino de haber tenido una aventura con su ex enamorada. O probablemente, como en mi caso, la inspiración literaria le llegó tras haber ejercido el temido rol de mediador de una pareja ya destrozada.

Por Cecilia de Orbegoso

Es imposible negar que con la inminente llegada del verano casi todo el mundo anda tan ocupado como perdido, por lo que fue una sorpresa (muy grata, valga decir) el recibir la llamada de un amigo bastante cercano. Marco, un chico al que conocí hace un par de años en un club en Mayfair y con el cual establecí inmediatamente una conexión, físicamente puede que no sea muy guapo, sin embargo, tiene un je ne sais quoi que lo salva. Si tuviera que adivinar, diría que ese carisma tan particular suyo se debe, en más medida que no, a algún grado de complejo napoleónico, ya que lo que le falta de tamaño lo tiene con creces de simpático. 

Marco, (quien, si nos basamos en el refrán popular, debe tener mucho de diablo, porque de viejo no tiene nada) para mi buena fortuna, nunca escatima al momento compartir conmigo su pequeño libro negro de secretos y esta vez no fue la excepción. En esta ocasión y dada su innegable atracción, muchas veces fatal, por las chicas de Europa del Este, llevaba comprometido ya más de un año con Camila. Una ucraniana alta, esbelta, rubia y, sobre todo, ingenua. O, en su defecto, era una excelente actriz  al momento de hacer el papel de la mosca muerta.  

Parecía que todo iba bien entre ellos. Yo, que me los había cruzado en un par de fiestas e incluso había pasado con ellos el Año Nuevo, no podía negar que la atracción no faltaba en la pareja. Es por esta misma razón que la llamada de Marco, en la que me contaba que estaba ligeramente complicado, ya que desde hace más de un mes había empezado a meterse nuevamente con Adelia, su ex enamorada y otra buena amiga mía, me tomó absolutamente por sorpresa. “¿Cuestión de una sola noche?” le pregunté, curiosa, mientras él confesaba, “se ha vuelto mi modus operandi, más que de dúo dinámico, se trata de un trío atómico”. La situación, más que una aventura, ya había escalado oficialmente a un hábito.  

A tal llegaba el extremo que, durante los últimos meses, en los fines de semana que la ucraniana se encontraba ocupada, Marco, palomilla, aprovechaba para darse unas escapadas con Adelia a la playa, ni más ni menos que a Mykonos, el destino por excelencia de la venidera temporada. 

Mientras yo escuchaba de primera mano las bitácoras de un fin de semana en la vida de un infiel, mi mente no dejaba de darle vueltas a la situación, tratando de comprender la manera en la que una gestión tan sutil y al mismo tiempo tan descarada pudiera llegar a darse de manera victoriosa. ¿Cómo actúan los infieles para salirse con la suya? Además, ¿Hay forma, verdaderamente, de ser amante y oficial al mismo tiempo?

Desde mi punto de vista, bastante pragmático, en el que ya me empiezo a sentir ligeramente agobiada cuando me hablan por tres grupos de WhatsApp diferentes. La idea de lograr exitosamente fingir una única existencia, completa y feliz, con una pareja, mientras se está pensando en una tercera persona al mismo tiempo me parece, francamente, cercana a la imposibilidad. 

Fue por eso que mi primera pregunta para Marco, dejando de lado toda pretensión de moralidad para más adelante en la conversación, fue “¿Cómo haces para que Camila no sospeche? “Muy fácil, todo depende de cómo manejo mis redes y las cosas que posteo”. La estrategia, genial en su simplicidad, era básicamente soltar un par de señuelos que confundieran a los amigos en común. Tanto Adelia como Marco veían a las redes sociales como sus mejores aliadas, por lo que no dudaban al momento de utilizarlas para calmar las incipientes dudas en la mente de Camila.

Debo confesar, son los tiempos del “posteo luego existo”, si no hubo post, ¿verdaderamente ocurrió, o fue toda una ilusión? Marco no necesitaba hacer más que postear que estaba en Francia, mientras que se aseguraba de que la chica se jactara de andar navegando por el sur de Italia.

Yo por mi lado, estupefacta ante el grado de surrealismo del que me habían hecho participe, no dejaba de preguntarme ¿Por qué hay hombres que busquen tener amantes? Investigando un poco, a ver si me quitaba un par de dudas de la cabeza, descubrí que, según un estudio encuesta social de la universidad de Chicago, del 100% de los entrevistados el 20% reportó haber estado en una relación de infidelidad con una amante. Este dato, más que reconfortarme, no hizo otra cosa que dejarme con más dudas de las que tenía en un principio, ¿Acaso se supone que creamos que el otro 80% está libre de pecado? Frente a la innegable evidencia, la explicación más probable es que no los hayan podido atrapar.  

La curiosidad oficialmente estaba matando a esta gata. Y ya que nos encontrábamos en confianza, me atreví a preguntarle directamente a mi amigo Marco cuáles eran las causales de su comportamiento. “No sabría que decirte, Cecilia… siento que con Camila mi vida es monótona. No pretendo dejarla, pero sí tengo que aceptar que a veces me parece más simple optar por la facilona”. “Ouch” pensé yo, imaginándome el parraque que le daría a Adelia si algún día llegase a escuchar esas palabras. 

No quedaron dudas en mi mente de que Marco no sentía remordimiento alguno por sus acciones, y francamente eso era lo que me llamaba más la atención de la historia. ¿Se debería su estoicismo tal vez a un espíritu aventurero inherentemente masculino que los lleva a querer probar fronteras inexploradas? ¿o, tal vez, en lo más profundo de su mente, se había llegado a auto convencer que Camila no cumplía bien el papel de enamorada y, como retribución, había decidido encontrar una solución, solo que sin incluirla a ella?  

Ante todo lo escuchado esa noche, yo no podía dejar de concluir que, por más que se diga que el pasto del vecino siempre es más verde, la vida me ha enseñado que realmente el pasto es más verde está del lado del que lo riegas. Además, ¿Por qué el gallo busca siempre gallina de otro gallinero? Después de todo, un hombre que no sabe lo que quiere inevitablemente termina perdiendo a quien le quiere.  

Días más tarde mi amiga Adelia me citó a tomar unos vinos, bastante preocupada, “estoy tan confundida. ¿Me quiere solo porque no puede tenerme?” a lo que yo le “Pero ¿cómo te sientes realmente?”. Luego ella me respondió, tras pensárselo un buen rato “Tengo que tener cuidado, o me voy a terminar enamorando”. “Olvídate de él. Marco está casi casado, seguir en este plan te convierte en la otra mujer. Además, ser la amante es una caja de pandora llena de problemas, tú bien sabes que eres un filete mignon, no te dejes tratar como guarnición” tratando de levantar con esperanza su mancillada autoestima.

“Ay, Ceci, No me hagas sentir peor, ¿por qué siento como que tengo tanto que perder?”. “Querida amiga, este ‘ex’ tuyo: muy portugués, mucho Cristiano Ronaldo, muy amante del fútbol y no sabe el partidazo que se está perdiendo…en conclusión, eres mucha dinamita para una mecha tan cortita”. Unas copitas de vino después, siendo ligeramente más honesta dado que a Adelia todavía no se quitaba las dudas de encima, le dije, “amiga querida, nada complica más la vida que sostener una mentira”. 

Oído todo esto Adelia empezó poco a poco a relajarse, sobre todo una hora más tarde cuando un par de muchachos se acercaron a invitarnos unos tragos. Risas fueron, risas vinieron, y aunque la noche terminó con una nota de lo más festiva, estoy segura de que no será fácil para ella sacarse de la cabeza a ese sujeto. Por otro lado, al llegar a mi casa con un nuevo número guardado en mi celular, no pude evitar pensar en lo atraídos que a veces nos sentimos por lo desconocido. En especial cuando este viene de la mano de lo prohibido. Aún a pesar de ello, no me gustaría cerrar esta historia sin enfatizar en una verdad absoluta: lo que mal se obtiene no te conviene y, por más que estemos hambrientos o dispuestos a pagar, el Karma no tiene menú y le sirve a cada quien lo que se merece.

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