Se acerca el invierno europeo y las ciudades se tiñen de blanco. Como faros en la niebla, en calles que huelen a vino caliente y especias, los mercados navideños anuncian la llegada de las fiestas a ritmo de villancicos. Te proponemos un recorrido por algunos de los más entrañables del Viejo Continente.
Praga
La capital checa tiene los mercados más animados de Europa. Nuestros favoritos están en la Plaza de Wenceslao, en la Ciudad Nueva (“nueva” en el siglo XIV) y en la ciudad medieval, o Stare Mesto, cuya plaza principal está presidida por un gigantesco árbol de Navidad. Alrededor, los puestos venden juguetes de madera, cristal de bohemia, marionetas y joyería hecha a mano. Cuando anochece, lugareños y turistas se congregan en las terrazas para disfrutar de carpa frita, una especialidad típica en estas fechas, vino caliente y cerveza. Un plan inmejorable para disfrutar del cielo estrellado y la magia de una de las ciudades más bonitas de Europa.
Viena
La capital austriaca tiene diez mercadillos repartidos por la ciudad. Durante el mes de diciembre, la gente se congrega en los 150 puestos que rodean la Rathausplatz, frente a la municipalidad neogótica. Es una delicia perderse por la plaza y comprar casitas de madera en miniatura, marionetas, corazones de jengibre y gorros de lana. El mercadillo de Spittelberg se especializa en cristal, cerámica y plata. Un plan muy romántico es pasear por el Rathauspark, subirse a la noria y admirar los árboles adornados de luces.
Estrasburgo
La capital de Alsacia es una coqueta mezcla de Francia y Alemania que, en la época de Adviento, se vuelve aún más mágica. Sus casas de madera se engalanan con corazones rojos, y las calles de adoquines se adornan con estrellas, ángeles y copos de nieve. El Christkindelsmärik, que data de 1570, es el más antiguo de Francia. La ciudad se llena de puestos de madera, sobre todo alrededor de la Catedral y la Plaza Kléber. Prueba el vino caliente y las bredele, unas galletitas especiales de Navidad. Las hay de coco, naranja, canela, nuez, praliné… La tradición manda colgarlas en el árbol de Navidad y comerlas después.
Bolonia
Cualquier paseo por esta ciudad deja sentir el peso de la historia. Su ambiente universitario garantiza la animación. Hay mercados para todos los gustos; el del claustro de la Catedral de Santa María es íntimo y está lleno de detalles para decorar la casa. No puedes dejar de probar el turrón, el mazapán y la cáscara de limón confitada y bañada en chocolate negro.
Lille
La ciudad es una mezcla aún desconocida de arquitectura inglesa y flamenca. El mercado es un paraíso gourmet donde hay que probar el nougat, el vin chaud y las pommes d’amour (manzanas caramelizadas). La Place Rihour está rodeada de puestos para hacer compras, mientras que, a su alrededor, las calles están llenas de lujosas boutiques que abren hasta tarde. Al caer la noche, un paseo en noria es lo perfecto para admirar las luces de la ciudad.
Por José María López de Letona