Ser una mamá profesional en nuestros tiempos es “difícil… muy difícil”, dice Ana María, madre de tres hijos y directora de la exitosa agencia de imagen y comunicación La Agencia. Está felizmente casada desde hace nueve años con César Cabrejos, con quien tiene tres hijos: Catalina, de ocho años, Josefina, de seis, y Juan Pablo, de dos.
“Me encanta mi trabajo y es algo que no quiero dejar. Como mamá, me propuse no dejar nada de lo que quiero de lado y encontrar mi fórmula perfecta. El hecho de que mi socio en el trabajo sea mi esposo también me aligera la carga: hacemos todo con mucho más amor”.
Ana María divide sus días entre su trabajo y su familia, ya que por la edad de sus hijos es importante que esté con ellos y se involucre en lo que hacen. “Lograr equilibrar mis labores de mamá y directora creativa es difícil, pero tengo un gran equipo detrás –que incluye a todas las personas que trabajan con ella, tanto en el hogar como en La Agencia–; trato de delegar y dirigir”, comenta. Por otro lado, confiesa que para desfogarse va a terapia desde hace cuatro años. “Liliana, mi psicóloga, me ayuda mucho a no enredarme en los problemas del día a día. Eso es algo que recomiendo a todos para no ahogarse en un vaso de agua”.
Para Ana María está muy claro que sus hijos han aportado mucho a su vida. “A Catalina la tuve a los veintisiete, cuando recién comenzaba el proyecto de La Agencia como empresa con César. Catalina llegó para alterar el orden normal de las cosas y darnos una brújula; es donde todo empezó. Catalina aporta estructura, es la metódica”, señala. “Josefina, la segunda, vino a darnos amor. Ella me hace recordar todos los días que no hay problema grande y que todo se puede resolver. Es la artista, la creativa. Juan Pablo, el último, nos enseña todos los días que la vida hay que disfrutarla: él es pura risa y regala amor. Con él fue difícil. Cuando tenía cuatro meses tuvo una operación muy seria y vivimos momentos muy difíciles. Eso nos cambió mucho y nos hizo ver la vida de otra manera”.
Considera que cada uno de sus hijos ha absorbido un poco de ella. Catalina, por ejemplo, el orden y el gusto por la tecnología; Josefina, las ganas de pintar, dibujar y crear; y Juan Pablo, quien aunque todavía es chico, refleja, según Ana María, algunos rasgos de su carácter. “No sé si a futuro se desarrollarán en algo creativo, pero lo que más me gustaría es que ellos continúen con la empresa que César y yo tenemos, aunque no puedo obligarlos”, afirma. “Igual, soy feliz con lo que venga… ¡Le estoy sacando impuestos a esto de vivir!”.
Por Stefano De Marzo
Foto de Vicente Mosto