Se comprometieron en octubre de 2016, regresando de un viaje a Colombia. La abuela de Jota había fallecido el año anterior. “Mi mamá sacó un anillo que mi abuela había heredado”, cuenta Jota. “Era más antiguo que mi abuela, hermoso, con una hechura increíble. Y me dijo: ‘Mira, si algún día quieres pedir a Ale, usa este anillo’. Fue una coincidencia; justo por esos días estaba buscando un anillo e, imagínate, ¡dónde miércoles consigues un anillo para Alessandra Denegri! –Suelta una carcajada–. Me cayó del cielo”.

“Estábamos echados en la cama y Jota me dijo: ‘Escúchame, tengo algo para ti’”, complementa Ale. “Sacó un anillo hermoso y yo pensé que solo me estaba regalando una joya linda… No me dijo: ‘¿Quieres casarte conmigo?’. Me dijo que tenía este anillo que era de su abuela… Me empezó a contar toda la historia, y yo no entendía… ¿Me estaba regalando un anillo hermoso o me estaba pidiendo matrimonio? ‘Te estoy pidiendo matrimonio’, me dijo, y yo lloré, asumo que todo el mundo llora, y le dije que sí”.

Con Andrea Tregear, su hermana Talía Denegri, Yoiné del Vedado y Celia Barreda, quienes la acompañaron en los preparativos previos a la ceremonia.

Una nueva Ale

A mediados de 2013, Alessandra Denegri nos sorprendió con una noticia: anunció que se casaba con el rockero chileno Gustavo León, luego de un mes de relación. Pero a los tres meses hizo pública su separación. “En esa época venía saliendo de una relación muy dura para mí –se refiere a la que tuvo con el empresario chileno Cristóbal Miller–. Mirando para atrás, pienso que me dieron la mano y tuve que montar todo ese escándalo para desligarme de lo que me había querido desvincular desde hacía tiempo”, confiesa.

“Hace poco, estuvimos con Jota y Gustavo en Chile, y hablamos del tema. No me arrepiento, porque no tuve la intención de hacerle daño a nadie, no tengo mal corazón; soy una persona impulsiva, fue un impulso, y, sin querer, le hice daño a mucha gente, a mis padres, a personas que me querían. Hice público algo que no debí, de una manera muy inmadura… pero supongo que es parte de mi personalidad y de las cosas que he intentado mejorar con los años; no todo tiene que ser tan público, menos si es tan nuevo. Creo que estaba en un momento de inconciencia tan grande… Reconozco a esa persona, sé que tengo algo de rock and roll, pero no era necesario hacerlo así, eso no es el amor. Y fue un error. Hay que hacerse cargo de los errores y seguir para adelante. Fueron meses no tan chéveres para mí, me dio mucha vergüenza, porque si bien soy un espíritu muy libre, también tengo un sentido de la culpa muy grande; me sentí muy culpable. Tomé una serie de decisiones desafortunadas”, sentencia Ale.

La actriz admite que, de más chica, estaba un poco perdida en relación a sus prioridades. “No estaba tan segura de lo que quería, y eso me llevó a cometer mil errores. Hoy me siento mucho más segura de mis opiniones, tengo un norte. Por fin, tengo claro qué es lo que quiero decir, cómo lo quiero decir, qué quiero hacer y cómo quiero llegar a hacerlo”, afirma. “Ahora creo más que nunca en mi capacidad actoral. Le quiero meter mucha más energía a mi carrera de actriz, consciente del sacrificio que implica. Estoy entrenando mi oficio, para que en el momento en que se den las oportunidades pueda trabajarlas con más herramientas. Quiero tomar papeles que me parezcan interesantes y retadores. Tengo claro que debo pulir ciertas cosas y ya lo estoy haciendo. Hay que ser proactiva y estar preparada”, señala.

De otro lado, Alessandra reconoce que tiene una voz. “Lo que digo importa e influye –solo en Instagram, tiene más de ciento treinta mil seguidores–. La palabra influencer es horrible, pero sí creo que puedo influenciar en algunas personas y no quiero hacerlo escribiendo sobre lo cool que puede ser el vestido que me puse; hay un millón de fashion bloggers que lo hacen, y lo hacen muy bien. Yo no tengo idea de qué es lo que mejor se usa. Mi rollo tiene que ser otro: usar mis canales de comunicación para mandar un mensaje de empoderamiento, de independencia, de protegernos entre las mujeres; soy superfeminista. Ha habido un cambio en mis comunicaciones desde hace aproximadamente un año; quiero que las cosas que digo sean un agente de cambio positivo para la sociedad en la que estoy, no vender una historia que no es cierta”, enfatiza. “Las generaciones más jóvenes quieren ser influenciadoras en las redes sociales, pero es muy importante pensar qué es lo que vamos a decir, porque si es una estupidez, mejor es quedarse callado”.

A los treinta y un años, Ale quiere disfrutarse a sí misma. Disfrutar de su pareja, de sus amigos, y ser consciente del día a día. “A veces pasan los años, miras para atrás y todo se ve borroso. No quiero que eso me pase a mí; yo realmente quiero estar presente en el aquí y el ahora. En eso estoy: es un aprendizaje”.

Es interesante la evolución de Alessandra Denegri. Recuerdo que, en 2005, llevé una clase con ella en la universidad, cuando estudiaba Periodismo. Se ponía roja por cualquier cosa y apenas participaba. En ese entonces nadie hubiera imaginado que se convertiría en la extrovertida mujer que es ahora. “He luchado un montón contra mi timidez”, confiesa. “De chica iba a reuniones y me sentía tan insegura que podía estar toda la noche sin abrir la boca solo por miedo a decir algo que pensaba. Cuando era muy niña, en cambio, era superextrovertida; quizás, más parecida a como soy ahora, pero a la gente no le gustan las personas tan extrovertidas, y, por lo tanto, tratan de reprimirte. De un momento a otro, yo empecé a reprimirme a mí misma.

Comencé a sentirme tan loca de verdad, que todo me daba vergüenza. Además, era bonita; entonces, se esperaba que todo lo que dijera fuera una estupidez, así que me sentía tonta, ridícula. Tuve que luchar un montón para poder recuperar mi esencia y perder el miedo; porque la vida te va llenando de miedo. Creo que ahora me acerco mucho más a quien soy yo, me siento mucho más real, y creo que eso se transmite”, concluye.

El apasionado discurso de Alessandra Denegri contrasta con la atmósfera apacible del entorno que nos rodea. Estamos en una silenciosa casa de playa, bajo un alto techo de caña. Afuera, una espectacular terraza con vista al mar de Pulpos se difumina a costa de la neblina que sorprende al cielo limeño un día sí y el otro también. Mientras tanto, frente a las olas, Ale y Jota viven sus primeros días de casados como si el tiempo estuviera hecho para verlo pasar sin el más mínimo apuro. “No recomendaría a nadie que piense en el matrimonio como una realización de absolutamente nada”, dice Ale. “Hay mil maneras de mantener una relación, no todas tienen que desembocar en el matrimonio. Y no siempre hay que estar en pareja. Creo que una persona puede vivir muy bien soltera, sin formar una familia. Yo no siento que voy a ser más mujer si tengo hijos. Por el momento, no lo veo en mis planes. Tengo muchas cosas que hacer relacionadas con mi carrera y mi desarrollo profesional; tener hijos me quitaría mucha atención. A corto y mediano plazo, y, te diría, a futuro, no está en mis planes ser mamá. No pienso que el matrimonio y los hijos van de la mano. Lo que hemos conversado hasta ahora pasa por construir una vida juntos. Respeto muchísimo a las mujeres que son madres; sé que es un trabajo muy sacrificado, pero, en este momento, yo recién me siento mucho más cuajada como mujer; más fuerte. No tiene que ver con el matrimonio, sino con el momento en el que estoy”, asegura.

A su lado, Jota interactúa con su celular, mientras su mano izquierda reposa sobre la pierna derecha de su flamante esposa. Son las dos y pico de la tarde del último día de febrero. Se han levantado a las once de la mañana y aún no han almorzado. Es probable que, cuando sobrevenga el hambre, picoteen las sobras que restan de la boda. Aún quedan algunos quesos y unos cuantos pedazos de torta. 

Agradecimiento: Belmond Miraflores Park

Mira más fotos del matrimonio Haya de la Torre Denegri en la siguiente galería.

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