La artista multidisciplinaria Kylla Mónica Piqueras presentará uno de los “Solo Show” de Art Lima, participa de una muestra sobre la Amazonía en Shangai y también expondrá en la colectiva “Amazonismos II”, que se presentará en el Hotel Belmont Palacio Las Nazarenas en Cusco, a donde llegará el grupo VIP de Art Lima cuando finalice la feria. El escritor Gabriel Gargurevich la visitó en su casa de Caraz el año pasado, y nos cuenta su historia.
Por Gabriel Gargurevich
Fotos de Ale Vera
Entrar a lo más profundo de ti, del universo que celebras, que se expande y te hace pedazos; entrar a lo más profundo para alcanzar el vacío, el silencio, el vuelo que te hará valorar a la madre, a lo sagrado femenino, a la flor, a la tierra… Y comulgar con la naturaleza en Caraz, con el Huandoy que se ve desde el taller donde trabajaste diez años en silencio, maravillándote con los telares vivos de los artistas de los pueblos de la sierra, que trabajan con técnicas ancestrales.
En 2004, Kylla Mónica Piqueras Bertie se fue de Lima y llegó a la sierra para, según sus palabras, “crear en forma libre y desinteresada”. En un momento pensó estudiar arte en una escuela de Florencia, Italia, pero no se llevaba bien con las estructuras académicas, con los salones de clase y con la idea de una “carrera artística”. Primero estuvo en la Toulouse Lautrec y luego en Corriente Alterna.
Explica: “Las escuelas me cortaban las alas. A mí me gustaba mucho el color, teñir mis vestidos, trabajar con mis manos, y cuando llegaba el fin de semana lo único que quería era subir al carro para ir a la montaña a pintar. Ahí encontraba algo infinito. Esa era mi felicidad”. Si había algo que le gustaba a Kylla, era pintar acuarelas con el agua del río. El arte era (y es) su quehacer personal, su espacio de oración, vital, “donde podía estar conmigo misma”, su medio de sanación.
Cuando Tamia llegó a su vida, sus prioridades cambiaron. Ya había viajado por la sierra y la selva, había tomado plantas medicinales, celebrado el universo en rituales de sanación espiritual, pero también, había bailado en la compañía Andanzas de la Universidad Católica, dirigida por Mirella Carbone, pues en el baile también encontraba alivio y, dentro suyo, se erigía un templo de alegría, aunque de eso ya se había dado cuenta en sus clases de música negra y marinera en el colegio San Silvestre.
Pero entonces, en Caraz, lejos del ruido de la ciudad, al lado de las montañas, quería que su primera hija creciese. A pesar de la oposición inicial de sus padres. ¿Cómo se iba a ir a la sierra con una bebé recién nacida? ¡Si en Lima tenía todo lo que necesitaba! Podría seguir estudiando, desarrollando su carrera.
Pero, dice Kylla, “la energía de Tamia era tan increíble que cuando llegó a mi vida lo única que me importaba era tener paz, sentía que debía proteger esa luz y hacer lo que sea para darle un entorno amistoso y sano. Ella me dio fuerzas para hacer lo que siempre quise: quitarme”.