Erik Lorincz, ex bartender jefe del prestigioso American Bar del Hotel Savoy de Londres, inaugurará su propio bar a inicios del próximo año. El local estará ubicado entre Soho y Mayfair, y Lorincz también se encargará de atender a los comensales.
Por Débora Dongo-Soria S.
En 2010 ganó el título de World Class Bartender of the Year, y desde entonces se le abrieron muchas puertas. Llegó al American Bar del Hotel Savoy, en Londres, y bajo su dirección fue reconocido como el mejor bar del mundo el año pasado. Ha trabajado para celebridades como Samuel L. Jackson, y fue el encargado de preparar los tragos para la millonaria boda en Roma de Petra Ecclestone, la hija del magnate de Fórmula 1. Hasta hizo un cameo en “Skyfall”, la vigesimotercera película de James Bond, y creó el Jubilee Punch, el coctel a base de gin para brindar por los sesenta años del reinado de Elizabeth II de Inglaterra.
A pesar de ser una celebridad, el eslovaco Erik Lorincz es muy humilde. No hay que dejarse engañar por su elegancia, hablar pausado y pelo engominado. Erik es un apasionado de la coctelería, el trabajo en equipo y los clientes. Hace poco estuvo en Lima para dar una charla en Clase Maestra 2018, la convención de coctelería más grande de Sudamérica.
—¿Qué se siente dejar el Savoy y empezar un proyecto personal?
—Es muy emotivo porque ha sido una parte importante de mi vida. Trabajé allí ocho años. Extraño mucho al equipo. Fue una decisión difícil, pero sabía que el día iba a llegar y estoy contento con mi nuevo reto. Cuando se me presentó la oportunidad de abrir mi propio bar supe que tenía que hacerlo. Siempre fue mi sueño.
—¿En qué se diferenciará tu bar de otros bares en Londres?
—El bar estará abajo de un restaurante marroquí, que es de mi socio. Los dos queremos que haya una armonía entre ambos lugares. El bar tendrá un estilo colonial británico, pero con su propia personalidad. Los cocteles mostrarán mi estilo, mi forma de pensar y todo lo que he aprendido.
—¿Se servirán cocteles peruanos?
—El pisco sour es uno de mis cocteles favoritos. La idea del bar es ofrecer distintos tipos de tragos. No quiero centrarme en una sola categoría. Esta es mi primera visita al Perú y he quedado totalmente sorprendido. Me provoca regresar y explorar más para inspirarme en sus sabores. Estuve en Carnaval Bar y tengo que decir que es uno de los mejores bares que he visitado. Se están haciendo buenas cosas ahí. La gente debería hablar más de ese lugar.
—¿Qué otros bares te gustan?
—Tengo una lista muy larga. En Latinoamérica me gustan Astor, en Sao Paulo, y Uptown, en Buenos Aires.
—¿Cuál es el coctel que más te gusta?
—El que esté en mi copa.
—¿Recomiendas alguno?
—Cuando un cliente me pregunta cuál es el mejor trago, siempre respondo: “El que a ti te guste”. Cada paladar es diferente. El mejor coctel no existe. Entonces, lo que hago es preguntarle al cliente qué tipo de sabores le gustan –dulce, amargo, ácido– y qué licores prefiere, si es más de gin o de whisky, por ejemplo. Así puedo saber qué tipo de coctel le podría gustar y prepararlo.
—¿Cuál es el coctel más caro que has preparado?
—En el Savoy el más caro cuesta cinco mil libras (casi S/22.000). Se llama Sazerac, un clásico de Nueva Orleans que usa el coñac Sazerac de Forge destilado en 1865.
—¿Cuántos has servido?
—En una sola noche serví tres de esos cocteles (en vaso corto). Mucha gente ve el precio en la carta y cree que es el mejor trago del bar, pero no es así. Su valor es alto, pero no por su sabor, sino por lo raro que es. En el Savoy queda una botella y la fábrica de ese coñac ya no existe.
—¿Qué tal la experiencia de trabajar para celebridades?
—Cuando recién empecé me tocó atender a Madonna. Al comienzo me sentí nervioso, pero es un ser humano más. Así que cada vez que llegaba una celebridad al bar, la miraba y pensaba: “Es una persona como cualquier otra”. Es bueno ver que muchos famosos son muy amables y sencillos, y se puede tener una buena charla con ellos.
—Los clientes ya no solo buscan divertirse o emborracharse, sino también una buena conversación del otro lado de la barra.
—Sí. El bartender tiene que detectar cuándo es un buen momento para hablar y sobre qué. Hay mucho de psicología en esto. Cuando estoy con otro bartender, siempre le digo: “Tienes que hacer buenos cocteles, pero esa es solo una parte de tu trabajo. También tienes que leer al cliente”. ¿El cliente quiere conversar? ¿Quiere hablar sobre qué llevará su trago? Quizás no. Tal vez quiere hablar sobre qué restaurante visitar. Se trata de entender la situación y convertirla en una gran experiencia. El buen bartender se preocupa por el cliente.
—¿Los bartenders jóvenes entienden eso?
—Cada vez entienden más que el bartender es parte de la industria hotelera y hospitalaria. Hay que preparar tragos mirando al cliente para hablar con él. Hacemos más que cocteles, creamos experiencias.
—¿Qué se necesita para ser bartender?
—Hay que pasar por todas las instancias de un bar para entender cómo funciona y cómo tratar a los clientes. Una vez alguien que quería ser bartender me estaba ayudando en la barra y un cliente le preguntó qué vinos tintos tenía. No supo qué decir, solo me miró. Eso no puede pasar.
—¿Hoy se respeta más la profesión?
—Creo que sí. Ahora hay más bares, más bartenders reconocidos, la gente viaja más, conoce más de tragos… Ya no es solo visto como un trabajo de medio tiempo. Yo comencé hace diecisiete años en Eslovaquia, en el primer bar de cocteles. Fue complicado, pero el bar se hizo conocido. Iba gente cool, entonces yo también era considerado cool. Luego me fui a Londres, que es otra escala. Una vez, en un evento lleno de doctores y abogados al que fui como invitado, un hombre me preguntó: “¿En qué trabajas?”, y yo le contesté: “Soy bartender”. “¿Solo un bartender?”, me respondió y perdió el interés en mí. Luego otra persona me preguntó en qué proyectos estaba trabajando y le dije: “Estoy participando en una película de James Bond”. De repente, el primer hombre se me acercó y me dijo: “Perdón, ¿cómo dijiste?”. Le repetí que soy bartender y empezó a hacerme preguntas sobre la película en la que hice un cameo. Recién ahí resulté interesante para esa persona.