Hace años que el diestro peruano había iniciado su imparable ascenso entre los grandes del toreo, pero su nivel de excelencia se ratificó cuando, el 15 de octubre, le comunicaron que era suyo el Premio Paquiro, máximo galardón de la tauromaquia. Desde que le brindó un toro a Victoria Federica, hija de la infanta Elena, hasta quienes no comparten la afición taurina sintieron curiosidad. ¿Quién es este joven peruano de veintidós años que llena las plazas más grandes del mundo, que es amigo de monarcas, artistas y jefes de Estado? Pasamos una tarde con él en Madrid, para conversar acerca del amor, de Dios y, por supuesto, sobre la muerte.

Por Isabel Miró Quesada / Fotos de Alejandra Vera

“Roca Rey ha sido el absoluto dominador de la temporada española. Fuera cual fuera la plaza y fuera cual fuera la categoría de la figura a la que se enfrentase. Todos quedaron descolgados en el camino, sin tregua del peruano, ante la brutal regularidad de sus triunfos a golpe de poder, valor y una personalidad única que le encumbran como nueva e indiscutible figura del escalafón”. Así lo describe Vicente Zabala, director de la sección taurina del diario El Mundo, y el crítico más importante de este arte.

Andrés Roca Rey tiene una personalidad avasalladora, sin duda. Me desarmó la primera vez que lo conocí, con motivo de esta nota. Desde entonces he tenido oportunidad de verlo en circunstancias menos formales, en su casa de Chincha, por ejemplo. Claro, esta vez se reía más, bromeaba más, pero siempre con ese temple perfectamente armado que uno espera de un torero, un tanto contemplativo, inesperadamente encantador y brutalmente honesto: a los cinco minutos de conocernos ya me había contado que no usa ropa interior porque le incomoda.

También es clásico. No usa jeans ni zapatillas, aunque sí el pelo un poco despeinado, que contrasta con su porte espigado.

“En España hay mucha gente joven que me sigue. Y eso no me produce pánico escénico o ansiedad, sino más bien muchísima emoción”, comenta el torero de 22 años.

Despide un aire reflexivo, pero responde con mucha más claridad de la que, me imagino, corresponde a alguien de su edad. Pero, claro, la vida de un matador no se puede medir en años. Tal vez, no se puede medir de ninguna manera. Así que empezamos por la muerte…

—Te oí decir: “Cuando uno es, la muerte no es. Y cuando la muerte es, uno no es”.

—La muerte es algo extraño para todos. Y lo extraño da miedo. Pero también es verdad que mientras tú existes, la muerte no. Lo que quiere decir esa frase es que no hay que tenerle tanto miedo a la muerte; seguro que cuando nos muramos ya no sentiremos…. O quién sabe… Pero es algo natural que nos llegará a todos. Y justamente porque ahora estamos vivos, aprovechemos cada momento y cada situación. Yo disfruto la vida con mi profesión.

—Conozco otra frase tuya que me recuerda a lo que dices sobre el disfrute de la vida: “Por mucho que te cuides, valedor, jamás saldremos vivos de este mundo”.

—El valedor, en ese contexto, es quien no aprovecha la vida por miedo, miedo al fracaso, a lo que dirá el resto. Esa frase es de una ranchera. A mí me gustan mucho porque tienen ese tipo de filosofía que va muy de la mano con la del toreo. Darlo todo, con pasión. Aunque claro, la música peruana también me encanta, sobre todo la criolla.

Andrés se crió en el seno de una familia adinerada, muy vinculada a la ganadería, la agricultura y los toros. Toreó su primera becerra a los siete años, y lió su primer novillo a los once.

—Has sufrido muchísimas cornadas. Más de veinte; más cornadas que años de edad. Y una fractura en el cráneo que te obligó a parar por un tiempo.

—En diez días tuve dos golpes muy fuertes en la cabeza. Me olvidaba de cosas, me quedaba un poco tonto. Entonces me fui a Estados Unidos y me hicieron un tratamiento que duró un mes. Tenía que hacer todo muy despacio para que mi cabeza no se moviera. Emocionalmente, tanto eso como las cornadas te afectan mucho porque te recuerdan que no está en tus manos tu devenir. Tú te preparas, y te entregas con la máxima verdad, pero estás tirando la moneda al aire. Te puede caer cara o te puede caer sello. Pero, al mismo tiempo, una vez que sales de esa preocupación, estás más fuerte y te provoca hacer más. Una de las formas que tengo para superar un percance es volver a hacer lo mismo que lo causó. Tu corazón dice que no, pero tú te empujas para superarlo, y el cuerpo aguanta. Tiene que aguantar.

—¿Has llorado algunas veces?

—Claro, a los toreros, como a cualquiera, se nos pasan muchísimas cosas por la cabeza que nos hacen sufrir. Y lloramos, claro que lloramos.

—Fuera de los potenciales percances, cuando se abren las puertas y ves a este enorme animal salir, ¿en qué piensas?

—Piensas que ese toro te puede dar muchas cosas bonitas que son por las que luchas. Llegar a una plaza y que haya expectación por verte, sentir la afición alentándote… En España hay mucha gente joven que me sigue. Y eso no me produce pánico escénico o ansiedad, sino más bien muchísima emoción.

En Pamplona, este año, cuando cortó seis orejas en dos tardes, todo un récord.

—Tengo entendido que si bien hoy la fiesta taurina está pasando por un momento complicado, pues hay muchas organizaciones que se oponen a las corridas, hay una nueva generación de menores de treinta años que está empezando a ir a los toros.

—A mí me motiva que me siga gente que se identifica conmigo por mi edad (Andrés tiene más de 110 mil seguidores en Instagram).

—Sin embargo, he leído también algunos comentarios bastante agresivos en tus redes.

—Sí, algunos me insultan, otros me desean la muerte. Como yo lo tomo, es que son ellos los violentos, por dirigirse a mí de esa manera. Lo único que les diría que es que tengan respeto. Hay una noción que puede parecer contradictoria, y que a muchos les cuenta asimilar, y es que el torero, en realidad, ama al toro. El torero, el aficionado, el ganadero, ama al toro. El ganadero, que es quien lo cría, le entrega su vida, porque la crianza de un ‘toro bravo’ (que es la raza específica para la faena) es sumamente demandante. Lo otro que no se comenta es que sin las corridas, el toro bravo desaparecería. La raza no se ha extinguido por la tradición de la fiesta. Quienes se quejan de las corridas no hacen nada para ayudar a que sobreviva la raza, no los cuidan. Quienes los protegemos somos nosotros.

SIGAMOS HABLANDO DE AMOR…

—Se dice que sales con la nieta del rey emérito, Victoria Federica, la hija de la infanta Elena.

—No, no salimos juntos. Es mi amiga. Son todos grandes personas, dentro y fuera del mundo del toro.

—Me parece haber leído que dijiste que no tenías tiempo para tener una novia, por lo demandante de tu carrera.

—Tiempo siempre se tiene. Es saber organizarse. Tener una novia es complicado porque viajo mucho, pero luego, pues, también dicen que al lado de un buen hombre hay una gran mujer, entonces cuando las cosas lleguen en su debido momento será importante no desaprovecharlas.

—Sé que el rey emérito, Juan Carlos, es tu fan.

—Sí, al rey le tenemos los toreros mucho cariño. Va a muchas corridas a verme y es un honor muy bonito para mí poder dedicarle un toro, por todo lo que él representa en España. Soy, además, amigo de la familia. También tengo el honor de que me sigan figuras como Andrés Calamaro y Joaquín Sabina.

Brindando un toro en San Sebastián al rey emérito Juan Carlos.

—¿Cómo te sientes por los homenajes que vas a recibir, tanto del presidente de la República Martín Vizcarra como del alcalde de Lima, a pocos días de la publicación de esta edición?

—Es un orgullo siempre regresar a mi tierra, poder compartir momentos con mis amigos, con mi familia, con el público de la plaza de Acho que me va a ver. Y, a mi llegada, me han dado cita el presidente y el alcalde… ¡Vamos a ver!

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