Una década después del triunfo internacional de “La teta asustada”, Magaly Solier atraviesa su mejor momento profesional. Este año protagoniza tres largometrajes, entre ellos “Vivir ilesos”, de Manuel Siles, que llegará a nuestra cartelera a fines de octubre.
Por Raúl Cachay A. Fotos de Luna Sibadon
Desde mi primera entrevista con Magaly Solier, hace unos quince años (a propósito de su papel en “Madeinusa”, la ópera prima de Claudia Llosa), hasta nuestra última conversación semanas atrás, la actriz nacida en 1986 ha sido protagonista de una película ganadora del Oso de Oro de la Berlinale y candidata al Oscar (“La teta asustada”, por supuesto), ha trabajado para realizadores tan importantes como los españoles Fernando León de Aranoa y Mateo Gil o el peruano Josué Méndez, ha obtenido premios en una decena de festivales internacionales (entre ellos los de Montreal, Guadalajara, Cartagena, Huelva y Lima), ha actuado al lado de estrellas como Sam Shepard y Nikolaj Coster-Waldau, y se ha convertido en una de las difusoras más importantes a nivel local e internacional de la música andina y de su lengua materna, el quechua.
Carrera meteórica
Con apenas 33 años, su trayectoria es ciertamente envidiable. Y nada parece detenerla. La maternidad –en julio pasado dio a luz a su tercer hijo en Ayacucho– no ha impedido que en 2019 haya participado ya en dos filmes que han concitado la admiración del público y la crítica –el peruano “Retablo”, de Álvaro Delgado Aparicio, y el chileno “Lina de Lima”, de María Paz González, que fue exhibido con gran éxito en la última edición del Festival de Cine de Toronto, realizada el mes pasado– y que esté próxima a estrenar otros dos: “Vivir ilesos”, del realizador peruano Manuel Siles, que llegará a la cartelera el 31 de octubre; y “Hungry Saints”, del estadounidense Marc Raymond Wilkins, cuyo rodaje (“absolutamente agotador”, según Solier) culminó hace apenas tres meses, casi en la etapa final del tercer embarazo de la actriz.
“Mi madre me enseñó a ser muy fuerte, que si tenía un sueño no debía detenerme hasta alcanzarlo. Por eso siempre voy para adelante. Mis hijos y mi familia son mi motor. Pero también la experiencia de trabajar con directores y actores maravillosos. Cuando el trabajo se vuelve agotador, pensar en las sonrisas de las personas que amas hace que el cansancio desaparezca”, afirma la actriz.
Solo en este año, entonces, Solier ha interpretado a una atribulada madre de familia, una migrante peruana en Santiago de Chile que se abandona a su abigarrado y musical universo interior, y a una estafadora de poca monta que cae en las garras de un hombre poderoso y siniestro. Este último personaje, justamente, sirvió como pretexto para el inicio de nuestra conversación…