La tragedia ecológica que vive Australia, con los fuegos que arrasan todo a su paso, el saldo de mil millones de animales muertos y colosales pérdidas materiales, ha conmocionado —con razón— a la gente alrededor del globo. Imposible no sentirse así ante la imagen de un koala aferrándose a la vida. Sin embargo, los peruanos no somos solo testigos lejanos de este desastre, que está más cerca de lo que creemos.
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Bruno Monteferri, director de Conservamos por Naturaleza, nos explica por qué.

Por Bruno Monteferri


Todo el cielo está teñido de un rojo fuego. La comunicación es intermitente, pero logras escuchar el aviso. Tienes solo dos horas para empacar todo lo que entre en tu carro, sabiendo que lo que dejes podrá convertirse en ceniza. Por el retrovisor, le das una última mirada a tu casa y al bosque que alberga las memorias de tus hijos creciendo libres.
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Frente a ti, un denso humo te separa del centro de evacuación que está al lado del mar. Pasas la noche bajo el mismo techo con otras 500 personas. Dentro de todo, eres uno de los privilegiados: estás vivo. Esto es lo que vivió hace unos días en St.
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Albans el papá de uno de mis mejores amigos.

Es normal que en Australia haya incendios forestales, pero lo que está ocurriendo está fuera de lo común. Veinticuatro personas han muerto y hay decenas de desaparecidos. Más de mil quinientos hogares han sido afectados. Se calcula que unos mil millones de animales han muerto y más de 8 millones de hectáreas de bosque han ardido en llamas, una superficie al menos cuatro veces más grande de lo que se quemó el año pasado en la Amazonía. Imágenes de koalas, ovejas y canguros carbonizados se han vuelto virales en las redes sociales. Y esto recién empieza, porque febrero es usualmente el mes en el que se registran más incendios forestales en Australia.

Los incendios están ocurriendo en Nueva Gales del Sur, una de las zonas con más habitantes. El humo se cierne permanentemente sobre Sydney y Adelaida, se ha hecho sentir fuerte en Nueva Zelanda e incluso ya alcanzó Chile, lo que crea serios problemas para una población aparentemente ajena al peligro. Esto no es tan raro. Hace unos meses, estuve en una isla remota de Indonesia con la familia de mi esposa: el humo y las cenizas provenientes de Borneo y Sumatra, a cientos de kilómetros de distancia, cuyos bosques son quemados para ser convertidos principalmente en plantaciones de palma aceitera, impiden que los aviones aterricen, anulan la visibilidad bajo el agua y a mi suegro le causaron una bronquitis que terminó en un pulmón colapsado que lo llevó a ser evacuado de emergencia de vuelta a Europa.

Emergencia climática global

Hace unos meses, más de once mil científicos pidieron la declaración de una emergencia climática global. Paradójicamente, dos de los países que han estado en la mira por la quema de sus bosques, Australia y Brasil, fueron duramente criticados durante la última conferencia (COP) del Convenio sobre Cambio Climático, por bloquear ciertos acuerdos que ayudarían a que los países reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. Australia, que forma parte del grupo de países G-20, alberga al 0.33% de la población mundial pero representa casi el 5% de las emisiones de carbono a nivel global, teniendo uno de los niveles más altos de emisiones de carbono per cápita, según datos de Climate Analytics.

Mientras tanto, en Perú, se acaba de aprobar el Reglamento de la Ley de Marco de Cambio Climático, un paso importante en nuestro país. El cambio climático no es un problema ambiental, está conectado con todas las esferas de nuestras vidas y lo que tenemos que decidir es cómo vamos a gestionar los riesgos que implica.

Bruno Monteferri es director de la organización Conservamos por Naturaleza.

Bruno Monteferri es director de la organización Conservamos por Naturaleza.

Fotos: Getty Images