En pleno siglo XXI, los limeños seguimos dándole la espalda al mar. Un proyecto, largamente encarpetado, propone recuperar este inmenso espacio público para todos los limeños. Augusto Ortiz de Zevallos, principal gestor de esta visión, reflexiona sobre la gran oportunidad que pierden cada día los limeños, y enarbola las posibilidades que se descubren en su propuesta.
Por Edmir Espinoza / Video Laura Gil
Lima es una de las pocas capitales de Sudamérica que limita con el océano Pacífico. Lo que hasta 1960 fue un acantilado, se convirtió en un inmenso espacio que permitió que la ciudad se conectara con el mar de forma natural y orgánica. Sin embargo, una deficiente administración de este gran espacio público ha convertido uno de los privilegios naturales de la ciudad en una vía rápida que apenas permite que el limeño pueda disfrutar del mar y sus ventajas.
El arquitecto Augusto Ortiz de Zevallos lleva décadas promoviendo un viraje en la forma cómo Lima se relaciona con su bahía, y prueba de ello es el Proyecto Estructurador de la Costa Verde, que propone convertirla en un lugar de esparcimiento, deporte, cultura y encuentro. El proyecto, que fue aprobado por la Municipalidad Metropolitana de Lima y los organismos involucrados, hoy duerme el sueño de los justos por la desidia de las autoridades de turno, y por la falta de una dirección con competencias, que sume esfuerzos y desarrolle una visión integradora de una Lima que comience a voltear su mirada al mar.
Existe un largo debate sobre la concepción de la Costa Verde. Mientras que algunos aseguran que fue creada como una vía rápida para atravesar la ciudad de Chorrillos hacia el Callao, para otros fue un intento por acercar la ciudad a la costa. ¿De qué forma interpretas la creación de esta vía?
Desde su concepción, la Costa Verde fue creada para poder acceder a la playa. El objetivo nunca fue ser una vía para ir más rápido. La idea fue que, en paralelo a la construcción de la vía expresa del Zanjón, se creara también una vía para poder tomar la Av. Armendáriz y así llegar a la playa de manera fluida. Yo me imagino que el referente era Río de Janeiro, donde hay una bonita vía intervenida con paisajismo, un área enorme con arena y donde hay un disfrute de la ciudad. Creo que la Costa Verde nace con esa idea: con el objetivo de tener un espacio abierto para los vecinos.
Esta concepción es diferente a la lógica del acantilado original, pero ya los baños de Miraflores y Barranco, La Herradura, que siempre tuvo arena, La Punta, eran balnearios muy concurridos, por lo que el proyecto lo que buscaba era articular estos balnearios. La vía nunca fue el objetivo, sino el nexo; la manera de interconectar balnearios con entidad propia.
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En ese contexto, no tiene sentido pensar en la Costa Verde como una mera vía rápida.
Ningún sentido. Y no lo tiene sencillamente porque el tráfico de la vía no cabe en las quebradas. Todas estas quebradas son estrechas y no dejan lugar para soportar un gran flujo de automóviles. Con el transcurrir de los años, el aeropuerto ha acostumbrado al limeño a usarla de noche para cruzar la ciudad, pero en el día su funcionalidad es otra: un espacio para disfrutar, con una lógica diferente, en el que la costa se convierta en el encuentro de la ciudad con el mar. Un poco lo que pasó con Barcelona, que llevó el tráfico lejos de la costa, e hizo de ella la herramienta de rescate de una ciudad que le daba la espalda al mar.
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