El empresario peruano comparte sus perspectivas para el futuro inmediato en la industria del turismo local. Para Koechlin, la crisis actual forzará el surgimiento de nuevas tendencias ecológicas y sostenibles entre los viajeros, para las que los peruanos debemos estar preparados.
Por Isabel Miró Quesada
¿Recuerdas alguna otra crisis que haya sido similar a esta para el turismo peruano?
Recuerdo crisis mucho peores.
¿Cómo así?
Ahora, mal que bien, estamos pensando en una crisis que se puede terminar conforme aparezca la vacuna y crezca el entendimiento del virus. Cuando tuvimos terrorismo e hiperinflación, la sensación era la de no tener futuro. Los peruanos dejamos de mirar la posibilidad de tener un país con futuro. Y, en efecto, de pronto nos llegó la bonanza y no estábamos preparados para ella.
En esa época fue un periodo largo de incertidumbre; ahora tenemos un periodo largo de incertidumbre relativa, que depende de terceros principalmente, si nos referimos al coronavirus. Si nos referimos a políticas
internas, también puede ser que todo sea un tsunami que va a pasar y que las aguas regresarán a su nivel.
¿Cuál será el impacto de la pandemia en el campo del turismo?
En el hemisferio norte, Estados Unidos, nuestro principal mercado, se está hablando ahora de un viajero con
más conciencia, que busca sitios en los que pueda encontrar un momento de sosiego, de introspección, de vínculo con la naturaleza y la cultura, de vínculo con la simpleza… Un vínculo que resulte en una mejora de la persona que venga a visitarnos. Estamos en un momento en el que el mundo está muy consciente de los problemas del cambio climático y los efectos del carbono. El “Wall Street Journal” dedicó hace poco toda su sección de turismo a esa nueva tendencia que es salir al campo para buscar un espacio propio. En Inkaterra, hemos acuñado una frase que dice “solitude is a very scarce commodity”.
Una nueva tendencia fantástica…
Así es. Por ejemplo, el valor de Machu Picchu no es simplemente el de un monumento hecho por el hombre, sino también dónde está. La mayoría de las maravillas no están aisladas, por lo que se debe dar valor al entorno, sus montañas verdes, su biodiversidad. Es importante consolidar Machu Picchu para que sintonice con esa expectativa de buenas prácticas. Machu Picchu debe ser un referente para todo el Perú de buen manejo de las emisiones de carbono, tendiendo hacia el turismo carbono neutro.
Entiendo que, en el caso de Machu Picchu en particular, se ha realizado una acción con la empresa privada para limpiar la zona, que ya había recibido una tarjeta amarilla por parte de la Unesco.
Sí, varias tarjetas amarillas . Ya estábamos entrando a la tarjeta roja. Había que salir de la lista. Y eso ocurría porque había prácticamente una montaña de botellas de plástico, por más que años atrás se dio un dispositivo legal, una ordenanza municipal, que declaraba que estaban prohibidas las botellas de plástico dentro de Machu Picchu.
La realidad es que las botellas de plástico existen y existieron hace tres años en un volumen tal que vino una misión de la Unesco para certificar que, efectivamente, eso era un detrimento al valor de la declaratoria de sus principios. Entonces, conseguimos que el grupo AJE donara a Inkaterra Asociación una máquina compactadora [de plástico] y un espacio de propiedad de la municipalidad, donde conseguimos instalarla para que la basura plástica de botellas se compactara a un nivel tal que se pudiera evacuar fácilmente de la zona.
Entonces, se logró sacar toda la basura de plástico acumulada y, así, la empresa privada se unió con la municipalidad, la autoridad local, para revertir un problema de importancia nacional, que era que el Perú perdiera la categoría de sitio Unesco en Machu Picchu.
Tengo entendido que eso se replicó en el Camino Inca.
Ya hay otra compactadora ahí, también donada por AJE. Luego, con esa misma dinámica, dijimos “vamos a ver cuál es el otro problema que hay en Machu Picchu”: el agua del río está siendo contaminada por los aceites de la industria turística y de la población en general. Entonces, con la municipalidad, hicimos un programa de recolección de aceite y repetimos el esquema: Inkaterra Machu Picchu Pueblo Hotel selecciona la maquinaria que se tiene que donar, AJE la dona a Inkaterra Asociación y nosotros la instalamos y la hacemos funcionar. Eso nos llevó a pensar en la pirolización. Pirólisis quiere decir que, sin combustión de oxígeno, tú puedes convertir la materia orgánica en carbón.
No el carbón tradicional que se usa en las pollerías y demás, sino un carbón que tiene una propiedad específica que ayuda a regenerar suelos. Pensamos en un caso que se estaba dando en Puerto Maldonado, donde Vasco Masías, el empresario de Alimenta, ha puesto una máquina de pirólisis. Entonces empezamos otro círculo virtuoso. En lugar de hacer compost con la basura, como en Cusco o en Lima, lo que genera mucho metano –el metano es peor que el carbono–, dijimos “no, vamos a revertir este daño que se genera y, más bien, hay que convertir la materia orgánica en algo positivo, que es hacer el biocarbón o biochar”. Ya estamos haciendo el biochar con la municipalidad, luego de montar una planta de procesamiento en Machu Picchu.
¿Qué tan factible para los hoteles pequeños sería replicar este tipo de prácticas?
En el caso de hoteles chicos, sería difícil y costoso si lo hicieran solos. A través de la Sociedad Hoteles del Perú, que presido, estamos tratando de hacer un manejo de basura dentro de los hoteles de la ciudad para convertir, igualmente, la basura en algo positivo. Darle valor, porque efectivamente tiene un valor monetario cuando se usa para el mejoramiento de suelos y también tiene un valor paisajista, como en el caso de Machu Picchu Pueblo, donde se está mezclando con otros elementos orgánicos y está dando como resultado que crezcan muchísimas plantas que antes de la pandemia no estaban allí en el distrito.
¿Se podría aplicar este proceso de pirolización en la ciudad?
Sí. Estamos cerrando ese modelo. Primero debemos estructurarlos procedimientos del modelo para que sea eficiente. Todo esto es una innovación, pero que debe dejar de ser algo nuevo y pasar a ser habitual, una nueva práctica, una nueva forma que necesitamos documentar. Estamos en el proceso de documentarla como ejemplo replicable y no solamente para ciudades, sino también en el manejo de los afluentes, las aguas servidas… Estamos viendo cómo las tratamos sin químicos y sin cemento, con un sistema muy barato, muy fácil de hacer en los pueblos chicos.
También estamos hablando de hacer lo mismo en la agroindustria, lo que tiene un gran éxito para la exportación.