La artista residente en Berlín, que intervino la Vía Expresa con su mural “Un siglo, un año, una sola noche”, habla de cómo la arquitectura –y el arte– afectan nuestro comportamiento. También sobre lo mejor de cada ciudad donde vivió.
Por Diego Molina Fotos Solange Adum
¿Por qué no hacer arte desde Lima?
La razón principal es por un tema de oportunidades. Vi claro que como artista en el Perú es muy difícil sobrevivir. Es difícil sobrevivir como artista en cualquier parte del mundo, la verdad, pero es innegable que en Europa hay más oportunidades y más apoyo a la cultura. Hay también otras razones: yo me fui cuando tenía 23 años, quería conocer otras realidades y ser independiente. Tampoco estaba muy satisfecha con las opciones de educación artística que me ofrecía el país, y quería probar otra cosa.
¿Qué es lo que más extrañas del Perú?
Además de a mi gente en específico, extraño a la gente en general, el sentido del humor del peruano y su carácter agradable. Extraño el paisaje del desierto que me rodeaba mientras crecía. Extraño el Pacífico y su inmensidad. Sé que ante cualquier mar uno siente la inmensidad, pero, quizá porque sé racionalmente que el océano Pacífico es el más grande y profundo, mi reacción emocional es más intensa. Extraño ir en carro por carretera y ver las montañas y el olor a sofrito de ajo y cebolla que sale de las casas a las 12:30 del día, cuando vas caminando por la calle. Extraño cómo te golpea el olor a fruta en el mercado cuando entras, y que siempre hay pescados que nunca he oído nombrar antes. Extraño escuchar reguetón y cumbia en el transporte público.
¿Qué es lo que más te gusta de vivir en Berlín?
La libertad. En Berlín nadie va a inmutarse por tu aspecto o estilo de vida, por más chocante y transgresivo que sea, y hay espacios de libertad para que la gente sea lo que quiera ser y haga lo que le dé la gana, siempre y cuando no vulnere la libertad del otro. Esa libertad la veo reflejada hasta en los parques, que en verano crecen a lo loco y “asalvajados”, no como los jardines cuidados y cosméticos de los franceses o ingleses o incluso de los limeños. Además, es una ciudad que, dada su historia complicada, ha aprendido a adaptarse, y esto ha generado mucha creatividad. A esto, quiero añadirle que es una ciudad que ofrece apoyo a los artistas.
Has vivido en muchas ciudades del mundo, ¿qué rescatas de cada una?
- Carácter de la población: San Juan de Puerto Rico y Lima
- Transporte público: Tokio
- Vida nocturna: Berlín
- Arquitectura: Roma y Tokio
- Estilo de vida: Madrid y Valencia
- Oferta cultural: Londres
- Parques y jardines: París y Tokio
- Malecón con acantilado: Lima
Has ganado catorce becas y premios en Europa y Estados Unidos. ¿Qué contienen tu arte o tus propuestas que les ha dado una recepción exitosa?
Yo creo que algo importante, y que me ha costado mucho trabajo (y me sigue costando), fue aprender a poner mis ideas por escrito. No es nada fácil trasladar a formato de texto las imágenes, pulsiones e intereses que te empujan a hacer una obra. Para mí, ha sido mucho ensayo-error, y de cada diez o más convocatorias a las que me presento, me otorgan una. He aprendido que buena parte del trabajo de un artista es buscar oportunidades y aplicar. Lamentablemente, en el Perú hay muy pocas.
¿Por qué decidiste hacer una residencia en Bauhaus? ¿Qué rescatas de ese movimiento para nuestros tiempos?
Yo soy una admiradora de los movimientos utópicos de entreguerras. Me fascinan todos, la Bauhaus incluida. Cuando encontré la convocatoria para postular a una residencia en una de las “Masters’ Houses” que diseñó Gropius en Dessau, se dio la casualidad de que yo ya venía trabajando en un proyecto que estaba inspirado por el ballet Triádico de Oskar Schlemmer y la notación para danza que creó Rudolf von Laban. Dio la casualidad también que mi proyecto encajaba perfectamente con lo que la residencia buscaba, y lo increíble es que terminé viviendo en la misma casa en la que vivió Schlemmer. El trabajo que realicé allí también lo presenté en el ICPNA de Miraflores en 2019. Lo que rescato del movimiento Bauhaus es su entusiasmo casi “naive” por construir un mundo nuevo.
Tus instalaciones permiten que el público interactúe. ¿Por qué es importante el juego en tu obra?
Mi práctica explora las negociaciones entre las normas y la libertad creativa. Esta relación se hace muy evidente en el juego. Por eso examino –y a veces fabrico– situaciones en las que estas negociaciones son clave. Me interesa la tensión entre el desorden de la experiencia vivida –con todos sus matices– y las limitaciones, que convierten esa experiencia en generalizaciones y abstracciones en forma de códigos.
Tu última exhibición en Lima, “Oro alla Patria”, trata del violento contraste entre la arquitectura originaria y la colonial. ¿Cómo influyen las formas arquitectónicas en los habitantes de un lugar?
Para mí, el diseño y la arquitectura funcionan como partituras que dictan nuestro comportamiento. Si piensas en una silla, por ejemplo, la propia forma de una silla ya marca una determinada forma “correcta” de sentarse (con la espalda apoyada en el respaldo, las piernas dobladas en noventa grados y los pies apoyados en el suelo). Hay muchas maneras de sentarse, pero siempre nos sentamos igual porque las sillas nos han acostumbrado a esa posición. Lo mismo pasa con la arquitectura que habitamos: su forma y sus materiales nos condicionan a habitar el espacio y a relacionarnos con nuestro entorno de una manera específica y no otra. En el proyecto que mencionas, reviso un caso específico en el que se desprecia una arquitectura vernácula, para la cual el cuidado constante y el mantenimiento son clave, frente a un modernismo con pretensiones de eternidad y una actitud poco sostenible hacia el entorno.
¿Cómo así te asignaron la intervención de la Vía Expresa?
En 2021, yo presenté un proyecto para escultura pública a la Municipalidad de Lima. Ese proyecto nunca salió, pero a finales de año me llamaron y me dijeron que les había gustado mucho y que por eso habían pensado en mí para hacer el mural. Acepté sin dudarlo.
¿Cuál fue tu inspiración para el mural? Son 3700 metros cuadrados intervenidos.
Los primeros bocetos que hice estaban inspirados en iconografía Chavín, pero los fui simplificando para que no distraigan demasiado al conductor, y poco a poco las menciones a la cultura Chavín fueron desapareciendo. Me di cuenta de que lo adecuado era trabajar con abstracciones y grandes campos de color, para conseguir un mural tranquilo, que no desentonara con las formas elegantes del mural de Wiesse. Así, el diseño fue mutando hacia un mural sobre el paso del tiempo, en el que buscaba cambios progresivos de color, que van desde tonos celeste y marfil de la mañana a unos tonos más naranja o caramelo para la tarde, y a los matices azules de la noche estrellada.
¿Qué te gustaría que experimenten los miles de pasajeros que cruzan frente a tu obra?
Yo tenía 10 u 11 años cuando se inauguró la primera versión del mural de Wiesse. A mí me fascinaba el mural y me encantaba bajar a la Vía Expresa: me quedaba pegada mirando los cambios de color y los reflejos brillantes de la cerámica. Esos cortos minutos que duraba el viaje transformaban mi experiencia de la ciudad. Eran un respiro que me trasladaba a otro lugar imaginario, y recuerdo decirle a mi mamá en el carro que ojalá todo el zanjón estuviera cubierto de mosaico. Esa sensación que me producía el mural de Wiesse cuando era niña es la que me gustaría que experimentaran los transeúntes o pasajeros que circulen frente a mi obra.
¿Qué intervención artística harías en Lima si pudieras?
Definitivamente, me encantaría que toda la Vía Expresa estuviera cubierta de murales de mosaico. La Vía Expresa cruza seis distritos, me parece. Me encantaría que cada distrito tuviera un mural diseñado por un artista distinto.
Cuéntanos de un artista peruano que ha sido influyente para ti y por qué.
Ese sería Jorge Eduardo Eielson, del cual me entusiasma toda su obra. Sobre todo, cómo trabajó el textil de una forma escultórica en sus quipus. Pero también el proyecto que presentó para la bienal de Venecia del 72, y su performance llamada “Interrupción”. También me emociona mucho su relación con el paisaje de la costa del Perú.
Una pregunta de rigor: ¿por qué es importante el arte en tiempos de crisis?
Para empezar, desde que yo nací, el Perú siempre está en crisis. Así que, según mi experiencia, se podría decir que la crisis es el estado “por defecto” del país. La pregunta entonces sería: ¿por qué el arte? Mi respuesta es simple: porque si encuentras la manera de conectar con el arte –sea este de cualquier tipo–, mejora tu calidad de vida. ¿Y quién no quiere una mejor calidad de vida?
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