Es un ejercicio interesante establecer un diálogo entre los artistas que conforman una generación, ya sean de la misma disciplina o no. La división de las artes en categorías resulta pertinente para estudiarlas histórica o académicamente, pero los artistas rara vez se enfocan en esto. Si bien no siempre aparece la ejecución interdisciplinaria, la educación sentimental se da a partir de interdisciplinariedad de influencias. Por ello, hemos conversado con jóvenes artistas peruanos que reflexionan sobre cuestiones como el lugar del arte, sus influencias, el contexto desde el que crean, la relación con la política y sus proyectos en específico.

Por Lucas Cornejo Pásara

Colectivo Waykicha

Romero. Tienen formación en filosofía y en música clásica. Definir el género del Colectivo Waykicha es complejo. Se identifican bastante con la música cinemática, es decir, composiciones que sirven a una imagen o a una sensación. “Por el momento, no acompañamos una imagen, aunque nos encantaría componer para películas, pero la imagen está dentro de nuestras cabezas al crear”, dice Daniel Romero sonriendo.

En ese sentido, se encuentran cerca de la poesía y la metáfora. Lo que expresan escapa a la palabra. En 2020 lanzaron su primer disco, “Círculo de vida”, y el próximo diciembre verá la luz el segundo, “Sobre la tierra en el mundo ando”. Además, actualmente trabajan en un proyecto de interpretación musical del poemario “El río”, de Javier Heraud.

Si bien consumimos música todo el tiempo, rara vez alguien se dedica exclusivamente a escucharla. Colectivo Waykicha busca justamente hacer música para contemplarla, no como un acompañamiento de otra actividad. “Nosotros venimos de una formación clásica en la que la música se escucha como actividad. Esa música es la que hacemos. No invalidamos otros acercamientos, pero así la sentimos, pensamos y escuchamos nosotros”, explica Romero.

Las influencias son varias. “Cuando nos juntamos, principalmente conversamos y reflexionamos. Mateo estudió Filosofía y Música, Christian estudia Saxofón y Producción, y yo vengo de la formación musical académica –estudié en el Conservatorio de París y enseño en la Universidad Nacional de Música–, pero ahora hago un máster en Estudios Culturales. Los conceptos se alimentan de todo eso. Leemos y somos sensibles a todas las expresiones artísticas en general. Nos gusta desde la pintura, la danza, el teatro, la poesía, el cine, la literatura; hasta están en la naturaleza y en la ciudad… Para nosotros, es experiencia estética general, no hay una separación”, comenta Daniel.

artistas

“Como colectivo, pensamos que el lugar del arte hoy está en la sombra, fuera del sistema en que vivimos”.

Normalmente, se les vincula con lo folclórico por introducir elementos “andinos”. Sin embargo, si bien beben de lo tradicional, les interesa la contemporaneidad más que la conservación. Así, los recursos tradicionales son más una herramienta para lo nuevo que un recuerdo que mantener. La introducción de la tradición andina, explica Romero, se debe a que es lo que han explorado, pero no es lo único que les interesa. “Lo andino no es lo extraño para nosotros”, dice. Daniel es cusqueño, y tanto él como Christian vivieron en Cusco durante la pandemia. El nombre del proyecto, Waykicha, es una palabra quechua que se refiere a un ser cercano y querido, algo como hermano o amigo. “Es una palabra que significa mucho para mi entorno familiar, es en honor a mi hermano, es el nombre de mi perro puesto por él”, declara Daniel.

Daniel piensa que la experiencia del artista es muy difícil. “Como colectivo, pensamos que el lugar del arte hoy está en la sombra, fuera del sistema en que vivimos”, declara. Considera que la música contribuye a generar nuevas subjetividades necesarias para la comunidad. “Hacemos música contemplativa que busca establecer una conexión con la sensibilidad humana, que invite a la reflexión”, concluye.

Stefano Campodónico

Stefano Campodónico está por terminar sus estudios de Pintura en la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad Católica del Perú. El pasado 16 de setiembre, inauguró su primera muestra individual, “Jardín Cromado”, en Now: Gallery, en San Isidro La exposición fue pensada como un conjunto de piezas que intentan mostrar cómo el residuo humano no es una invasión a la naturaleza, sino una evolución de la misma. Ya sea constructiva
o destructivamente, para Stefano, la intervención humana crea un nuevo ecosistema que rompe con la romantización del paisaje natural. Cuerpos industriales, metales, armas, un video y una serie dibujos conforman la muestra.

artistas

Según Stefano Campodónico, la intervención humana crea un nuevo ecosistema que rompe con la romantización del paisaje natural.

Las piezas nos guían hacia una reflexión sobre la sobrecarga de información y producción de nuestra contemporaneidad. “Intento recoger de este mar de información y presentar una herramienta para especular sobre el futuro a partir de esta saturación”, declara Campodónico. A diferencia del producto de la sobreestimulación del día a día, la muestra como espacio físico permite una pausa para observar y reflexionar. “Actualmente, el 99% del arte que
consumimos es a través de Instagram, dura segundos. Pienso que las exposiciones son un espacio demasiado necesario para desacelerar ese consumo y enfocarse en lo que nos interese. El acercamiento es otro”, agrega el artista.

Stefano no solo encuentra su inspiración en las artes plásticas. Comenta que lo que más consume actualmente y lo que más influye en sus obras son la ciencia ficción –ya sea en literatura o cine–, las novelas gráficas y la filosofía. De ahí se explica la presencia constante del tópico de “el individuo frente a la máquina”, como bien señala el curador de la muestra, Danilo Filtrof. Como la tradición de la que bebe, el artista reflexiona sobre la relación entre el espacio que nos rodea, la humanidad y la producción tecnológica. Sin embargo, lejos de proponer una separación entre máquina y naturaleza, Stefano Campodónico nos muestra un “jardín cromado” que incluye los dos elementos como parte de un todo.

Santa Madero

Santa Madero, una de las bandas más innovadoras y prometedoras de la escena local, recientemente lanzó su primer disco, “Ya tengo nostalgia por conversaciones que tuve ayer”. Conformada por Karina Castillo (voz), Dan Joe Salazar (teclados) y José Luis “El Alcalde” (guitarra), los chicos de Chaclacayo lograron realizar el álbum con apoyo del Ministerio de Cultura del Perú. Compuesto y grabado durante la pandemia, el disco es un proyecto conceptual sobre la juventud y cómo los actuales veinteañeros viven las experiencias y sensaciones. El disco funciona como un soundtrack de película, estilo “coming of age”, en la que sus personajes transitan hacia la adultez, enfrentando muchos cambios y dudas. Las distintas canciones proponen sentimientos contrastantes de melancolía, esperanza y felicidad.

Dan, José Luis y Karina son personas que constantemente beben de otras disciplinas artísticas. De hecho, Karina estudia Historia del Arte en San Marcos. “Algo que motiva la composición de nuevas canciones o pensar en los videoclips nace a partir de eso. Nuestras canciones favoritas de la banda surgieron no solo de la música, sino de ver una película, una obra de teatro o de algo que leímos. Todas esas experiencias consumiendo arte nos motivan a hacerlo”, explica Karina.

Para su reciente disco, incluso, trabajaron viendo gameplays de videojuegos que jugaban de chicos. El recurso funciona muy bien debido a que el tema principal del disco es la nostalgia. Por ello, todo el proyecto bebe de una estética de los 2000: los DVD, videojuegos, canciones que sonaban en la radio de la movilidad escolar. El título del álbum, “Ya tengo nostalgia por conversaciones que tuve ayer”, sale de la portada del DVD de “Kicking and Screaming” –de Noah Baumbach, una de las películas favoritas de los tres– publicado en el sello The Criterion Collection. “Nos gusta mucho esa película porque son gente joven que hace arte y son bastante pretenciosos, graciosos y ridículos. Nos vemos reflejados en eso”, comenta la cantante.

Para Santa Madero, el arte no debe tener una agenda política; tiene que conectar con experiencias y sentimientos humanos.

Si bien son muchos los admiradores, no faltan los sectores radicales que critican a la banda de “tibios”, “apolíticos” o “falsas voces del pueblo”. Para Karina, el arte de Santa Madero no tiene una finalidad política. “Al final, todo puede ser político. Si tú piensas que no es válido cómo se siente una chica en cierto contexto, es un problema tuyo”, afirma. La banda trata de hablar de los sentimientos que atraviesan ellos pero pueden ser comunes a su generación. Karina se ríe y explica que ni a ella ni a su banda les interesa ser “la voz del pueblo”. Para ellos, el arte no debe tener una agenda política, sino que debe conectar con experiencias y sentimientos humanos.

“Santa Madero habla desde lo que somos: artistas veinteañeros viviendo en Lima, que enfrentan todas las dificultades de vivir del arte, que son golpeados por la casi inexistente industria musical. Esas cosas están en el disco. Mucha gente cree que eso no importa, cuando todo eso cuesta mucho”. Últimamente, Santa Madero ha crecido muchísimo debido a la importante acogida que ha tenido su último disco. Gracias a TikTok e Instagram, la música del grupo se ha viralizado. Sin embargo, no ha sido fácil llegar a eso.

Alejandra Ortiz de Zevallos

Alejandra Ortiz de Zevallos estudió Escultura en la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente, estudia una maestría en la University of New Mexico. La mayor parte del tiempo está en Lima, pero el formato de low-residency exige que haga cinco residencias fuera. La primera la hizo en Hartford (Connecticut, Estados Unidos) y la próxima la hará en Oaxaca (México) en enero.

Inauguró su primera muestra individual, “Flujos como cuerpos como nudos”, curada por Jorge Villacorta, en la galería SEDDédalo. Su trabajo también fue exhibido en la muestra colectiva “La posibilidad de lo común”, en la Galería del Paseo, Lima, en 2021, así como en “Simbiosis”, en la residencia Andamio; y participó en la exposición KHIPU, en el Museo de Arte de Lima, en 2020. Además, fue parte de la feria PaRC PINTA 2022 con la Galería del Paseo, y obtuvo Mención Honrosa en el XII Concurso Nacional de Pintura del BCRP del mismo año.

Desde 2019, ha estado trabajando con comunidades alrededor del canal Surco en Lima, explorando los vínculos emocionales y mapeos comunitarios de este cuerpo de agua precolombino contaminado. A través de prácticas y metodologías que deshacen los límites físicos y culturales, Ortiz de Zevallos busca generar diálogos que surjan desde una ética del cuidado con respecto al medio ambiente y al otro.

El tejido como acción colectiva, como imagen social en el territorio y como proceso metabólico del cuerpo. “Siempre he estado trabajando con piezas de tejido, con el tejido como una práctica bastante integral que opera en distintos materiales y situaciones. Ahorita estoy entrando a un momento nuevo, que recoge cosas de los aprendizajes pasados, pero que aún está bien incipiente. Estoy trabajando con la gasa”, declara sobre los proyectos que está construyendo.

Sus nuevas piezas tienen varias capas de diversos grosores de gasa y de yute. La yuxtaposición de los materiales sugiere una temporalidad. “Eso es algo nuevo, pero no del todo. Siempre he tenido un acercamiento atemporal”, comenta la artista. “Sucede mucho que ves lo que hiciste hace cinco años y de pronto te encuentras que ya estaba lo que estás desarrollando ahora, sin que lo notaras en ese momento”, explica. “Como si una esencia fuera atemporal.
Lo que reconozco como atemporal es la idea de que el hilo o el tejido en sí mismo está vivo. Entonces, cuando digo que lo quiero trabajar en distintos tiempos y distintas capas, lo que busco es destacar el movimiento de la construcción textil”.

artistas

“Sucede mucho que ves lo que hiciste hace cinco años y de pronto te encuentras que ya estaba lo que estás desarrollando ahora, sin que lo notaras en ese momento”, cuenta Ortiz de Zevallos.

Para ello, sus diversos proyectos han intentado profundizar en la diversidad de aproximaciones al tema del tejido. “Yo misma me encuentro en ese proceso de cómo hago que se esté moviendo más. ¿Cómo implemento el contraste? ¿Cómo juego con la textura o el color de los hilos para que llegue a producir esa sensación de no estático y no plano? Es algo que siempre ha estado presente cuando dibujo o cuando hago fotografías. Siempre estoy buscando capturar ese estado de tránsito”, declara. Si bien el movimiento y la temporalidad son cuestiones que empapan los diversos proyectos de la artista, siempre se abordan de distintos modos. Actualmente, su proyecto dialoga con los procesos internos de gestación en el cuerpo. “Pienso constantemente en todos los intercambios de información que suceden dentro del cuerpo durante el proceso de gestación del embrión, de la gestación de la vida. No se si solo se trata de eso, pero hay algo ahí que me interesa, una semilla”.

En 2019, hizo el proyecto “Surcosonante”, sobre el río Surco. Trabajó junto a Josué Arispe un documental homónimo que buscaba recuperar la memoria viva de este río que atraviesa toda la ciudad, pero que no se ve. “Fue un proyecto largo, comprometido, participativo, que terminó en un documental; y fue también un tejido, pero invisible. Íbamos desde el río Rímac hasta Chorrillos todos los fines de semana. Trabajamos con un grupo de vecinos en Chorrillos y otro en Ate. Los dibujos que hacían en Ate eran llevados a Chorrillos, y viceversa. Los chicos de un barrio intervenían lo que los del otro plasmaban.

El documental registra eso. Se proyectó en Chorrillos y ahora se puede encontrar en YouTube”, apunta. Además, durante dos años desarrolló un proyecto en Lomas de Carabayllo que tuvo que ver con el tejido de bolsas de plástico que salían de la basura. Ortiz de Zevallos trabajó con un grupo de adolescentes locales, y el tejido terminó siendo un toldo en un parque local.

Sobre esto, cuenta que “fueron proyectos de escala grande y con muchas personas. Creo que con la llegada de la pandemia y terminar la universidad he empezado a adentrarme en un universo más íntimo. Si antes la reflexión fue por el agua como un tejido invisible que une personas y forma comunidad, ahora estoy reflexionando sobre la comunidad o colectividad que se puede encontrar en uno mismo, dentro del cuerpo individual”. Así, la artista se enfoca en el cuerpo como una suerte de máquina, un espacio de intercambios, fluidos, una orquesta en donde existe una inteligencia que logra el funcionamiento del mismo. “Siento que son escalas, pero finalmente se trata de lo mismo que he trabajado antes”. La gasa le permite –por su delicadez y la pequeñez de sus huecos– adentrarse como un zoom en la inmensidad de cada detalle.

Recientemente, presentó una pieza de video que dialoga con el poema “El niño”, de Blanca Varela, como parte de la exposición “Aniquilar la luz o hacerla: lectura plástica en torno a la poética de Blanca Varela”, en la Casa Tristán del Pozo, en Arequipa, inaugurada durante el Hay Festival de este año. El video muestra tomas subacuáticas del río Surco cortadas y enlazadas a la manera de un tejido. El conjunto muestra la yuxtaposición de movimientos y sonidos acuáticos que buscan sugerir lo interior, la vuelta al útero materno.

Sobre la influencia de la poesía, dice: “No soy gran lectora de poesía, pero hay algunos poemas que me ayudan mucho en mis procesos. La lectura de “Cuerpo cósmico”, de Jean-Luc Nancy, por ejemplo, me ha servido mucho para explicar algunas cosas sobre la exploración que hago actualmente sobre el cuerpo. Me gusta mucho porque recorre desde la inmensidad hasta la partícula más pequeña, que en el fondo es espaciosa también. Lo que dice la física cuántica es eso: el átomo finalmente tiene espacio”.

Great Pueblo

Great Pueblo es un proyecto interdisciplinario dirigido e interpretado por Cristóbal Campodónico. Describirlo es complejo. Se trata de composiciones sonoras performadas por Cristóbal en “conciertos”. Si bien podemos acceder a él a través de Spotify, el proyecto trasciende lo musical. “Trato de ser polifacético e interdisciplinario. Tiene música, video, arte plástico, pero el foco siempre está en lo digital”, declara Cristóbal. La experiencia completa la encontramos en la performance en vivo, la cual realiza con frecuencia. Ha participado en exposiciones artísticas como “Trakl”, en desfiles de moda y en conciertos. Para sus composiciones, ha colaborado con músicos como Eithan G, La Guarida del Dragón, Daniel de Tramontana y Mateo Ledgard.

La idea del género no funciona con Great Pueblo. Cada lanzamiento tiene su propia línea. El proyecto resulta
absolutamente innovador para la escena en nuestro país. Las piezas son disruptivas y están cerca del ruido, la parodia y el absurdo. Great Pueblo es un personaje que va mutando en distintos seres. En “BOLSA DE VITAMINA”, encontramos a un músico que reflexiona sobre el lugar comercial del cantante y del rapero. Muestra lo absurdo y ridículo que resultan las poses del “perseguido”, el “matón”, el “sabio de barrio”.

La idea del género no funciona con Great Pueblo. Cada lanzamiento tiene su propia línea.

En la pieza se escuchan frases como “Pa’qué te voy a florear, pa’qué te voy a mentir”, “Pa’qué voy a contar algo que no va a existir”. En “PISCIGRANJA”, se mete en el personaje new age que se piensa creativo o profundo al tocar flauta y “conectar” con la naturaleza. “Al final, todo eso te lleva a lo más profundo posible para estar seguro de tu anatomía”, dice su voz rasgada mientras una flauta suena en el fondo. En “PESO DE FRUTA HAY”, el personaje es un reguetonero que balbucea frases aleatoriamente. La pieza sugiere lo absurdo de la industria del reguetón, sin necesidad de establecer un juicio valorativo.

La primera vez que lo escuchas puede resultar impactante. Los gritos, alaridos y la fuerza aparecen constantemente. “Para mí, el personaje es una facilidad para expresarme. Me permite sacar lados míos sin infringir a nadie”, declara. Cristóbal recoge elementos de diversos momentos para construir sus personajes –desde su infancia hasta lo que vive hoy–. Su método está cerca del Dadá: se graba arrojando frases y palabras que van saliendo de su inconsciente y luego selecciona cuidadosamente lo que encuentra relevante para el concepto en cuestión. “Comenzó como un vómito disforzado y travieso –creo que por timidez de darme a entender–, pero se volvió algo interesante y divertido”, explica. “Estoy experimentando lo máximo posible, poniéndome en situaciones retadoras y arriesgadas, para ampliar mi personalidad”, concluye.

Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales