Más de 50 años de amor al teatro. El actor y director reflexionó sobre su vida y posterioridad en entrevista COSAS. Entre sus confesiones, reveló que le gustaría ser recordado como profesor, y como una persona que abrió la sensibilidad a las personas y amó profundamente las tablas.

Por: María Jesús Sarca Antonio

«Yo no tengo una vida, el teatro es mi vida». Alberto Ísola se considera muy afortunado porque a los 15 años ya tenía muy en claro su vocación. A lo largo de este camino sobre las tablas o detrás de los telones, se ha convertido en una figura clave en el teatro peruano, cuya pasión. En sus más de 50 años de carrera, participó en numerosas producciones teatrales, cinematográficas y televisivas. La última obra que dirigió se tituló Actrices, una historia que narra, entre otros temas, la propia vida del actor. En conversación con COSAS, nos comparte sus pensamientos acerca de su vida en el teatro.

Una de las cosas más difíciles para el actor es la discontinuidad, no saber lo que va a venir después. Es una incertidumbre cada vez que finaliza un proyecto. Por ello, él considera importante tener planes, ideas y estar preparado. Nos comenta que cuando está terminando una obra, ya tiene pensado en donde continuar. Agradece la fortuna que tiene, ya que es convocado a distintos proyectos y muchas veces los planes que tiene en mente son bien recibidos.

Otro de los desafíos que menciona Ísola, es el solo hecho de hacer teatro en el Perú, donde no hay una verdadera política cultural. “Hay cosas que han avanzado, pero todavía es un tema para trabajarlo”. Señala que aún vemos a la cultura como algo «innecesario» o «peligroso» y no es así, es fundamental, «es un espejo de la sociedad». Agrega que “es importante que el arte subsista con una mirada crítica hacia la sociedad, porque sirve para sensibilizar”. Además, resalta una de las misiones que tiene todo actor: hacer que el teatro sea una opción, como lo es ir al cine, bailar o ver televisión. “Yo quisiera que el teatro se vuelva una alternativa para cualquier persona”.

En Actrices está muy marcada una poesía de la autorreferencia en varios mensajes durante el desarrollo de la obra: ya sean las tres actrices (Sandra Bernasconi, Natalia Torres Vilar y Ximena Arroyo) que llevan en sus hombros el talento de sus madres (Lucía Irurita, Lola Vilar y Sonia Seminario, respectivamente), como sus personajes de su maestra difunta, el Teatro de Lucía con el teatrito de juguete y la obra misma.

Él escogió esta obra porque habla del teatro y lo que significa para el actor: “Una carta de amor al teatro y que como todos los amores verdaderos tiene lados oscuros y brillantes».

Alberto nos cuenta que es un juego de espejos y que hizo algunos cambios, como darle un final distinto. En la obra original de Josep M. Benet y Jornet, la aspirante a actriz quema el pequeño teatrito de juguete y esto no le pareció el verdadero mensaje que quería transmitir, porque era como admitir una derrota. Por ello prefirió que el teatrito tenga el mismo diseño que el escenario del Teatro de Lucía y que quede intacto. Quiso transmitir que el teatro está ahí, libre y dispuesto, aunque esté en crisis, siempre va a estar presente.

En la obra, las actrices nos muestran los tres posibles destinos de un actor: en teatro clásico, televisión y doble. Ísola también abarcó el cine, la dirección y la docencia, sin embargo, confiesa que no se siente un actor completo. Reflexiona acerca de la televisión y cómo ésta te impulsa a darte a conocer. “Gracias a la pantalla chica llegas a un público que te desconoce, porque el público del teatro es muy reducido. Aquellos que me vieron en pantalla, luego fueron a verme al teatro, y eso ya es ganar”.

En cuanto al cine, Alberto se considera un cinéfilo y nos recomienda Los asesinos de la luna (2023) de Martin Scorsese, un film que dura tres horas y media. Considera que ahora el nivel de atención del público contemporáneo es muy distinto, que últimamente no pueden ver películas u obras que duran demasiado tiempo. Esto sucede, no necesariamente porque las personas se aburran, sino porque la rapidez de estos tiempos ha calado en nuestra mente. Lo que le preocupa es que a veces en el teatro puede llegar esta obsesión y decir que una obra tiene que durar un tiempo determinado y «no debería ser así». Considera que deben durar lo que tengan que durar. “Puedes ver una obra de una hora y media y que te parezca eternidad y he visto obras de nueve horas en que sentías que ha pasado un segundo”.

De manera apasionada, Ísola nos habla de la magia única que tiene el teatro, porque uno puede apreciar el arte mientras se ejecuta de manera presencial. “Cada noche pasa de nuevo y no pasa igual”. Ahora está en la dirección de una obra María Estuardo, la versión de Dacia Maraini, con las actrices Jimena Lindo y Alejandra Guerra. Se estrenará en octubre en el teatro del ICPNA.

Alberto Ísola, a sus 71 años, es un gran referente del teatro peruano y lo seguirá siendo por muchos años más, incluso después de su muerte, como Encarna Ribera en Actrices. Su faceta como profesor es la que más le fascina. Cuando le pregunto cómo le gustaría ser recordado, nos responde que, por encima de actuar, le gusta enseñar y quiere ser recordado como profesor, como alguien que abrió la sensibilidad a las personas o simplemente como una persona que vivió y amó profundamente el teatro.

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