Luciana Tenorio cree en la interdisciplinariedad, en integrar las habilidades de gente con carreras distintas en pos de solucionar problemas específicos. “Me gustan mucho los proyectos multidisciplinarios”, dice. Por eso, cuando vio que en aquellos dedicados a explorar las posibilidades de desarrollar vida en Marte no existía gente de carreras como Arquitectura, Diseño o Fotografía, decidió postular. “Todos los postulantes eran científicos o ingenieros, y hay tantas carreras que pueden intervenir en hacer proyectos extrapolables a Marte… Así que, después de ver el invernadero en una foto, me enfoqué en él y decidí trabajar en mejorarlo”.

Su innovación consiste en un principio básico y sencillo, pero que a nadie se le había ocurrido aplicar a la hora de trabajar en la concepción del lugar en donde los astronautas sembrarán sus alimentos. “Mi proyecto para el invernadero utiliza aluminio y una tela cualquiera recubierta de algas, que contribuyen un poco a evitar la radiación, pero lo realmente importante es ampliar el área, aplicar la lógica contraria a la de los iglús. Si estás en el Polo Norte y hace mucho frío, haces algo con la menor área posible para que la superficie caliente más rápido; en cambio, si quieres que demore en calentar, tienes que aumentar el área. Al hacerlo, retardas el calor y, como consecuencia, la radiación”, explica.

Hasta el momento, su idea le ha valido dos reconocimientos importantes: la prestigiosa revista “MIT Technology Review” la incluyó en su selecto grupo de “Innovadores menores de 35”, mientras que la BBC la eligió como uno de los seis “jóvenes latinoamericanos que quieren revolucionar la ciencia y la medicina con sus inventos”.

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Pero las exploraciones de Luciana van más allá –o más acá– de Marte. “Quiero solucionar problemas de otro mundo, pero también problemas de la Tierra”, afirma. “Las simulaciones en Utah se hacen en abril y mayo, cuando hace un poco de calor en el desierto, y las temperaturas son tan altas que las plantas se mueren. Ese era el problema de la Tierra. Así que me planteé solucionar tanto ese problema como el marciano, que era la radiactividad. Entonces, decidí crear una cubierta que generara un microclima un poco más frío aquí en la Tierra, y que, a su vez, funcionara como un escudo contra la radiación en Marte”.

Actualmente, además, forma parte del grupo de expertos que pretende declarar el desierto de La Joya, en Arequipa, como zona intangible, para construir una base análoga a la estadounidense en suelo peruano, y convertir el lugar en un gran centro de investigaciones marcianas. Allí, la idea de Luciana es implementar una versión mejorada de su propuesta original, que integre el invernadero con la base o vivienda –por así decirlo– de los astronautas, porque algo que le llama mucho la atención es el hecho de que no hubiera arquitectos involucrados en el diseño de la primera base en Utah. “Las propuestas que se tienen de bases marcianas son casi todas subterráneas. Además, si te das cuenta, apenas hay una ventana en la altura, y está tan arriba que no puedes ver nada. Entonces, los astronautas generan claustrofobia”, explica. “Lo que quiero lograr con esta base es evitar que la persona se deprima por estar en un lugar tan cerrado. Yo me estoy enfocando en generar confort, porque finalmente es allí donde esa gente va a vivir”.

Consecuente con su discurso, la mejora de su propuesta de invernadero no se trata simplemente de una solución para el planeta rojo. “Estoy buscando aplicar estas tecnologías no solo en el invernadero, sino en el área de la arquitectura de emergencia: adaptar la propuesta para desarrollar estructuras más livianas y resistentes que sirvan para proteger a las personas en caso de sismos en vez de simplemente darles carpas y dinero”. De hecho, confiesa que, de alguna forma, “el invernadero marciano es como una excusa para desarrollar estas viviendas de emergencia”.

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Es claro, entonces, que la labor marciana no ocupa la totalidad del tiempo de Luciana, quien también trabaja en un estudio de arquitectura y, además, se desempeña como profesora del curso Taller de Croquis en un conocido instituto de la capital. “Es más bien un taller de diseño”, aclara. “Hablé con las profesoras encargadas y les dije que no quería que mi curso se convirtiera en uno que podrían encontrar en YouTube. Si tú les das a los chicos un incentivo vivencial, ellos agarran mucho interés. Así que la premisa de mi curso es lograr mejorar la vida de las personas”.

Por Vania Dale Alvarado       
Foto de Vicente Mosto