Punta Hermosa corazón
La familia de Piero Marotta va a Punta Hermosa desde hace más de cinco décadas, y los veranos de su infancia y juventud transcurrieron en el balneario. Para Piero, fue una decisión natural mudarse definitivamente ahí cuando tenía veinte años. Hoy vive en el malecón de Playa del Norte y se dedica a la fotografía; sobre todo, a la de tabla. Aunque entonces tenía solo seis años, Piero recuerda el huaico que pasó por Punta Hermosa en 1983. “Te aseguro que no fue tan catastrófico como este, ni transformó tanto el lugar”, dice.
La reacción de los puntahermosinos ante la emergencia actual fue inmediata. “Nos hemos metido a la corriente para sacar los palos y las cosas atoradas, para que el agua fluya y poder sacar vivos a los animales de las granjas que fueron arrasadas”, precisa. “En ese momento todos estábamos enfocados en lo mismo: salvar a los animales y apoyar al pueblo. Hemos actuado de corazón, apoyándonos como una familia, porque de verdad lo somos. Somos Punta Hermosa corazón. Acá no estaban solo los veraneantes, estaban las personas que viven aquí, el personal municipal, los jardineros, salvavidas, la comunidad ha estado trabajando todos los días”, agrega.
Luego de los primeros momentos de zozobra, tocó ayudar a los cientos de damnificados de las comunidades de Nueva Navarra, Cisneros y Lomas. Piero, como otros puntahermosinos, ayudó en la organización y distribución de donaciones; primero, desde el colegio Víctor Andrés Belaunde, y, luego, desde la sede de la hermandad de la Santísima Cruz de Punta Hermosa. También subió todos los días al centro poblado Pampapacta, la zona más golpeada, para repartir víveres y conversar con los afectados.
“Han sido dos semanas intensas, en las que no hemos parado de trabajar, de ocho de la mañana a siete de la noche, todos los días”, cuenta Piero. “En Punta Hermosa, la gente se ha puesto en el lugar de los damnificados; yo lo he sentido como si me hubiera pasado a mí o a alguien de mi familia. Porque eso somos: una familia”.