No era su cabello ni su mirada
Algunos dicen que era morena, otros señalan que era pelirroja y hay quienes afirman que sí era rubia pero con otro tono. Como sea, lo cierto es que el rubio platinado por el que se hizo conocida definitivamente no era su color natural. Para llegar a él, tuvo que probarse diversas clases de tintes.
Otro detalle poco conocido sobre su apariencia es que la actriz debía usar lentes. Aunque algunas veces se dejó retratar con ellos, es más habitual su versión sin nada encima de su rostro.
Su voz escondía un secreto
Durante su infancia y adolescencia, Monroe padeció de tartamudeo. Logró superar el problema con la ayuda de un terapeuta, pero el problema regresó años más tarde. Mientras filmaba Something’s Gotta Give, el estrés fue tanto, que le costó pronunciar sus líneas.
Amaba la literatura
Se sabe que poseía un diario y que llegó a escribir poemas. Pero su afición por las letras no queda en eso. Como suele darse en la mayoría de casos de escritores, ella amaba la lectura. Su biblioteca llegó a contener más de cuatrocientos libros.
Por eso mismo le gustaba rodearse de gente intelectual. Su tercer marido, de hecho, fue Arthur Miller, el mejor dramaturgo de su generación. Para consumar su matrimonio, ella, además, tuvo que convertirse al judaísmo.