Tras ganar la competencia en 2009 y 2012, el piloto peruano volverá al rally más importante del país, que se correrá del 28 de octubre al 5 de noviembre. A la par, se prepara en busca de otra exitosa participación en el rally Dakar con una motivación especial: su próxima edición arrancará en el Perú.
Por Mariano Olivera La Rosa / Foto de Lucero del Castillo
No son pocas las cosas que han cambiado en la vida de Nicolás Fuchs desde aquel año 2009, cuando debutó en Caminos del Inca y se consagró campeón del certamen. Ha sido padre de una hija (Mikala, que hoy tiene tres años y medio), ha hecho la mejor performance de un peruano en el Dakar (el año pasado) y se ha operado de dos lesiones en el hombro que le impedían mostrar su mejor versión (de la clavícula y el manguito rotador, para ser exactos). También se ha hecho inseparable de Jack, el staffordshire que lo acompaña a todas partes desde hace poco más de seis años. Ahora mismo corretea a través de su taller, en busca de una pequeña pelota de colores que Nico le lanza de cuando en cuando, mientras sus autos y camionetas permanecen frente a ellos, en reposo, como un público poco dado a las emociones
“Es complicado para todos, no solo para mí”, me dice Nicolás, ya en su oficina. Con su parquedad habitual, se refiere al esfuerzo económico que supone ser un automovilista profesional; más aun, en un país como este, en que todavía no aplica la ley del mecenazgo deportivo. “El automovilismo es otro mundo. Si practicara un deporte con el que consiguiera auspicios y no los gastara todos en las carreras sería más fácil”, agrega. Por eso, por temas de presupuesto, después de participar en el Dakar 2017 –donde hizo su debut y terminó ubicado en un histórico puesto 12 en el ranking general–, no pudo correr el campeonato que más ama, el Campeonato Mundial de Rally de Automóviles de Producción.
“El Dakar fue una gran apuesta mía. No lo había hablado con los auspiciadores; me metí nomás, sin preguntarles. Fue complicado”, confiesa Nicolás. Estamos hablando de una inversión de aproximadamente seiscientos mil dólares, para una carrera en la que algunos equipos llegan a invertir más de un millón. “Aposté por el Dakar sabiendo que el próximo año se correría en el Perú. No quería participar en 2018 sin haberlo hecho antes”, añade.
Sobre sus expectativas de cara al Dakar del año que viene, dice que la clave es no estresarse. “Es un rally difícil: nunca sabes qué te puede pasar. Hay que tomarlo de menos a más. Va a ser muy importante salir del Perú sin problemas”, comenta, teniendo en cuenta que, a mediados de setiembre, no pudo completar el Baja Inka Paracas 1000 por fallas mecánicas –mientras atravesaba el cordón de dunas, se rompió el palier delantero y el piñón de la corona de su camioneta–. “Sabíamos que era parte de la preparación”, reconoce. “Me fui un poco triste por haberme retirado, porque además íbamos ganando la carrera, pero así son los fierros, ¿no?”.
Lo que se viene
Este año no pudo participar en el Campeonato Mundial de Rally de Automóviles de Producción, pero sí lo hizo en dos fechas de la Copa Mundial de Rally Cross-country –concretamente, en España y Polonia–, también como parte de su preparación para el próximo Dakar. “Ha sido un año tranquilo. Me he operado, he estado cinco meses en rehabilitación física… Ha sido un año de prepararme para lo que viene, buscando llegar de la mejor manera posible”.
A los treinta y cinco años, Nicolás es consciente de que aún no logra entrenar con la misma fuerza que antes, pero se está esmerando para volver a rendir al cien por ciento. “Si no me operaba, no corría Caminos”, admite. Lo hizo, y decidió afrontar el desafío. “Es una carrera icónica en el Perú, hay que estar, hay que volver a mostrarse acá”.
Recuerdo que en 2011, poco antes de participar en la edición de aquel año, me dijo que en Caminos en particular “la sabiduría cuenta mucho más que la rapidez”; no en vano, el circuito comprende tramos en los que se superan los cuatro mil metros de altura. También hablé con él días después de que se llevara el título de Caminos en 2012, un campeonato que le resultó agridulce, porque durante la carrera tuvo una confrontación directa con uno de sus adversarios, Ronmel Palomino –con penalización incluida–, y fue víctima de más de una acción sospechosa que enturbió el certamen (incluyendo amenazas de muerte y bloqueos de pista).
Le pregunto si ya está todo bien con Palomino. “Cómo será”, responde. “Tú sabes que todos te dicen que sí… Uno nunca sabe”. Siempre hay rivalidad entre todos, comenta, “con Orlandini (Raúl), Tommasini (José Luis), los Palomino (Ronmel y Richard)…”. Pero nada impide que Nicolás se desconcentre: el objetivo es volver a demostrar su categoría en la altura de los Caminos del Inca y él espera correr tranquilo. “¿Eres menos temerario ahora que tienes una hija?”, le digo. “Yo no lo siento”, asegura. “Sigo acelerando igualito”.