Tras cuatro décadas de haber sufrido un letal paro cardiaco en su departamento parisino, una serie de exhibiciones y grabaciones reeditadas, así como el documental “Maria by Maria Callas: In Her Own Words”, que acaba de ser estrenado en el Festival de Cine de Roma, recuperan la voz y la imagen de la diva más grande que haya conocido el mundo lírico.

Por Francisca Olivares

Maria Callas despertó la mañana del 16 de setiembre de 1977 en su departamento de la Avenue Georges Mandel, en el elegante distrito 16 de París, quizás mirando a través de la cortina hacia el Trocadero o la Torre Eiffel, como hacía generalmente para mantener un mínimo contacto con el exterior. Quizás pensó por un momento en sus tiempos como estrella de La Scala de Milán, o en Aristoteles Onassis, el magnate naviero que conoció en 1957 y de quien se enamoró con locura (luego él la abandonaría por la ‘Viuda de América’, Jackie Kennedy, con la que contrajo matrimonio a fines de la década de los sesenta).

A punto de cumplir cincuenta y cuatro años, Maria desayunó y, minutos después, murió de un paro cardiaco. Esa es la historia oficial, pero algunos no descartan que pudiera haberse tratado de un suicidio –una teoría que fue compartida por su único marido, el empresario Giovanni Battista Meneghini–, teniendo en cuenta su notoria soledad y que no era reticente a las pastillas para dormir.

De todo aquello ya han pasado cuarenta años, tiempo que ha derivado en distintas exposiciones (una, en La Scala de Milán, permanecerá abierta hasta enero de 2018) y la reedición de diversas grabaciones donde se aprecia su voz, que destacó por ser magnífica en los más variados repertorios. Sus interpretaciones de protagonistas del bel canto como Norma, Lucia di Lammermoor, Medea o Anna Bolena son irrepetibles: a cada una de ellas les dio un giro único. Lo suyo no solo era perfección vocal –aunque no se consideraba perfecta–, sino también la atmósfera que era capaz de crear y entregar al momento de la interpretación. Roles como la Carmen de Bizet; o Tosca, Turandot y Madame Butterfly de Puccini, son también inolvidables bajo su magnetismo.

A las muestras conmemorativas hay que agregar el documental “Maria by Maria Callas: In Her Own Words”, de Tom Volf, un joven fotógrafo y cineasta que, sin ser un operático, se entusiasmó de manera insospechada en 2013 con la historia de esta diva, conocida por su fuerte temperamento y sus ataques de cólera. “Se ha escrito mucho sobre mí; muchas injusticias, muchas historias inventadas”, le dijo Maria al crítico musical Bernard Gavoty, en 1964. “Dicen que soy una persona amable, y eso sí lo creo. Que soy una persona que no me dejo manejar, también lo creo”.

Para contar la historia, Volf viajó por el mundo tratando de descubrir material inédito. Hizo muchísimas entrevistas a personas cercanas a Callas y, como ha enfatizado, trató de alejarse de los sensacionalismos. “Creo que el filme la retrata como era, aunque puede ser desilusionante para quienes tienen las imágenes de ciertos escándalos falsos”, señaló.

Amores y desamores

Hija de inmigrantes griegos de estrecha situación económica, Maria le tuvo terror a la pobreza durante toda su vida. Tras el divorcio de sus padres, la soprano y su hermana, que también tenía talento para el canto y era considerada una belleza, dejaron Estados Unidos para vivir en Grecia con su madre, pese a que Maria nunca tuvo una buena relación con esta última.

Ya de adolescente, ingresó a estudiar canto en el Conservatorio Nacional de Atenas y fue una alumna ejemplar. Siendo una joven de veinticinco años, conoció a Meneghini, treinta años mayor que ella. Se casaron el 21 de abril de 1949, en Verona, y esa misma noche Maria viajó a Buenos Aires para cantar en el Teatro Colón. Meneghini siempre impulsó su carrera, la convirtió en una de las más grandes sopranos y, de paso, en una mujer delgadísima.

La muerte de Callas ocurrió dos años después que la del multimillonario Aristoteles Onassis. Se dice que el magnate quedó prendado de ella (diecisiete años menor que él) al verla en un baile de máscaras en Venecia, y desde ese momento –pese a estar casado con Athina Livanos– empezó a urdir planes para conocerla más profundamente.

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