No es un secreto que la monarca hachemita siente debilidad por las cirugías estéticas y los tratamientos invasivos. No obstante, su último ingreso al quirófano le ha pasado factura.

Es considerada una de las reinas más guapas y elegantes del mundo. Los críticos de moda la aman y a las más importantes firmas les fascina que luzca sus creaciones. Conforme ha cumplido años, la soberana ha acumulado un sinfín de aciertos en sus estilismos. No obstante, con lo único que no está conforme Rania de Jordania es con el paso del tiempo y las huellas que ha dejado en su piel.  

Prueba de ello es su más reciente aparición pública. La semana pasada, la esposa de Abdulá II se presentó al almuerzo organizado en honor a los príncipes de Suecia en Amman, con renovado rostro. Pómulos bastante marcados, labios hinchados y ojos más rasgados de lo habitual componen su nueva faz.

La reina Rania y su esposo fueron anfitriones de la princesa Victoria y el príncipe Daniel de Suecia, durante su visita a Jordania y Líbano. Foto: @swedens.royal.family.

A sus 48 años, la royal ha vuelto a pasar por el quirófano. Pero esta vez el botox le ha jugado una mala pasada: ha perdido por completo la simetría en su rostro. Expertos en la materia opinan que se han equivocado a la hora de inyectarle el ácido hialurónico y que le han aplicado una cantidad superior a la que requiere su corte facial. El resultado: una expresión antinatural. 

Foto: @theodora.zt

Ni qué decir de sus labios y su mirada. Si el fin era realzar estos rasgos, a ella le ha ocurrido el efecto contrario. Sus parpados han caído más de lo que ya estaban, haciendo que sus ojos se vean aún más pequeños. 

Otros retoques

Esta no es la primera vez que la monarca se somete a una transformación. Al igual que Letizia de España, Rania ha modificado su nariz y ha acudido a hilos tensores y otras técnicas, no solo para borrar las arrugas, sino también para revertir la flacidez. Para constatarlo, basta con hurgar en el pasado.

Rania posando muy sonriente en 1991, al graduarse de la Universidad Americana de El Cairo (izq). La soberana de perfil, en un visita oficial a la Casa Blanca, en junio de este año (der).

A inicios de año, la prensa también notó que la reina había recurrido a un tratamiento invasivo para marcar sus mejillas y acentuar su mirada. En aquel momento, llamó poderosamente la atención la excesiva rigidez de su rostro. 

En marzo de este año, durante su estadía en Holanda.

Pero su relación con el bótox se remonta a 2015, cuando se sometió a un cambio estético que comprometió por primera vez su mirada y sus labios. 

La monarca en la Conferencia Medef de Verano 2015.

Veinte años de una reina muy especial

Aunque el paso del tiempo sea una de sus mayores preocupaciones, 2019 será un año importante para Rania. Cumplirá dos décadas como miembro ilustre de la realeza y una de las figuras más influyentes de la cultura islámica. 

Famosa por su belleza, en su momento Rania fue la gobernante más joven en llegar al trono. Ascendió como consorte del Rey Abdullah II en 1993, cuando apenas tenía 29 años. 

De origen palestino, destaca por mostrarse casi siempre sin velo. Así lo ha hecho desde que asumió su posición y cada vez que ha realizado visitas protocolares. 

La reina Rania junto a la reina Sofía en una cena de gala celebrada en Madrid, en 1999.

Antes de llegar a la casa real jordana, estudió Ciencias Empresariales en la Universidad Americana de El Cairo y más tarde, trabajó en compañías como Citibank y Apple. De ahí que en la actualidad se dedique a promover la educación entre los jóvenes. 

La soberana de los jordanos visitando una escuela en 2009.

A diferencia de otros integrantes de la monarquía, ella tiene una fuerte presencia en redes sociales. Solo en Twitter reúne más de 10 millones de seguidores, cerca de cinco millones en Instagram y 58 mil suscriptores en su canal de YouTube. Toda una celebridad. 

El rey Abdulá II y la reina Rania en la boda de la reina Victoria de Suecia, en 2010.