Proviene de una mixtura espectacular. Tiene sangre turca, china, negra, trujillana y selvática. Comenzó a modelar a los dieciséis años, cuando llegó a la final del certamen Elite Model Look Perú, y desde entonces ha trabajado como modelo de alta costura. También se prepara para abrirse camino como diseñadora de interiores.
Fotos de Diego Valdivia
Su presente es bueno y su futuro promete, pero no por eso Adriana pierde el gusto por recordar el pasado. Por ejemplo, recuerda que de niña salía a la calle a jugar a las chapadas, o que en el colegio sus profesores siempre estuvieron dispuestos a apoyarla cuando algunos compañeros le hacían bullying por ser tan alta (hoy mide un metro ochenta y uno). Ese respaldo no le sumó ni resto ningún centímetro, pero sí la ayudó a crecer; tanto que en la universidad llegó a una sabia conclusión: “Ahora me siento bien conmigo misma”.
Como modelo, también encara el cotidiano reto de no gustar a todo el mundo. Aunque apenas tenga tres años en esta industria, uno la escucha hablar y percibe la mentalidad de una veterana. “Tengo que ver la forma de no lastimar mi autoestima, ni mi cuerpo. Una modelo debe estar cien por ciento segura de quién es; saber que puede brillar en las pasarelas, así no encaje con el estereotipo que un diseñador tiene para su marca. Si una mujer tiene autoestima, puede hacer lo que quiera y salir adelante”, dice Adriana.
Viene de una familia que “no tiene mucho”, pero “lo poco que tenemos nos sirve para salir adelante”. Hasta el año pasado vivió en Comas; luego se mudó a El Agustino con sus abuelos paternos. En el modelaje encontró una manera de solventar su futuro. Gracias a este trabajo paga sus estudios de Diseño de Interiores. “Una persona no puede vivir mucho de su belleza. Para modelar hay un límite de edad. Es bueno tener un as bajo la manga”, comenta.
Acorde con sus convicciones, le gusta aconsejar a las que recién empiezan: “El modelaje les puede encantar –les dice–. Si quieren, salgan afuera –de hecho, uno de los planes de Adriana es desfilar en pasarelas internacionales–, pero siempre tengan un título u otra carrera que las respalde”.
Eso no quiere decir que no disfrute el camino. Al contrario. “El modelaje me ayudó a abrir mi mente”, admite. “No creía que me iba a gustar tanto. No se trata simplemente de caminar con tacos y que te tomen fotos: va mucho más allá. Es un arte; la ropa de los diseñadores es espectacular, se ve la dedicación que tienen por el trabajo. Estando en este mundo sabes lo mucho que cuesta hacer un vestido, te das cuenta a fondo de su significado, y debes proyectarlo sobre las pasarelas”.
Maquillaje y peinado: Olga Sonco
Estilismo: Sara Vílchez
Agradecimientos: Forever 21, Sophia Lerner, Prüne y Tommy Hilfiger