Su destino no era ser reina pero la historia la convirtió en la monarca más longeva de Europa. Testigo de guerras, pestes, transformaciones políticas y sociales, y algunas batallas familiares, a sus 94 años Elizabeth II vuelve a ser una figura de fortaleza en medio de la crisis. 

Por Redacción COSAS

Este martes 21, la soberana del Reino Unido celebra su nonagésimo cuarto cumpleaños y lo hace confinada en el Castillo de Windsor, al lado únicamente de su esposo Philip de Edimburgo, con quien está pasando la cuarentena a la que está sometida la población británica. La pandemia del coronavirus ha provocado que la celebración difiera mucho a la de 2019, cuando la fecha coincidió con el Domingo de Pascua, un día muy especial dentro del calendario británico. En esa oportunidad, asistió a un servicio religioso junto a la mayor parte de la Familia Real, con quienes luego celebró en privado.

Cabe señalar que Elizabeth II festeja dos veces su cumpleaños. Uno de manera íntima, en la fecha de su nacimiento, y el oficial, el segundo sábado de junio, el mismo que es considerado una fiesta nacional y que incluye el desfile militar «Trooping the Colour» frente al palacio de Buckingham. Sin embargo, este año el brote del virus ha cambiado todos los planes. En un comunicado publicado a fines de marzo se señala que el desfile de junio «no se llevará a cabo en su forma tradicional» debido al coronavirus.

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Elizabeth II junto al príncipe Philip, sus hijos, nietos y bisnietos, durante las celebraciones por su cumpleaños en 2016.

Fortaleza en la adversidad

Nacida el 21 de abril de 1926 en Londres como la princesa Elizabeth Alexandra Mary, no estaba destinada a reinar. Pero la abdicación de su tío Edward VIII –más tarde duque de Windsor– en 1936 puso a su padre George VI en el trono y la convirtió en heredera al trono. Un hecho que cambió por completo el rumbo de su vida. Con 68 años como monarca, es la única que ha vivido para celebrar su Jubileo de diamante y verlo casi todo. Desde la crudeza de la Segunda Guerra Mundial, pasando por la independencia de la India –la joya de la Corona del imperio británico–, el conflicto en el canal de Suez, la caída del muro de Berlín y más recientemente, el Brexit.

Su privilegiada posición tampoco la eximió de los dramas ni escándalos familiares. Todo lo contrario. En el ámbito más íntimo, la reina ha visto cómo tres de sus hijos se divorciaban, así como la trágica muerte de Diana de Gales. Este mismo año, además, tuvo que hacer frente a la renuncia del príncipe Harry de sus deberes reales. Tras salir airoso de cada uno de estos embates queda claro que ni siquiera una pandemia le hará bazar los brazos.

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La reina junto a con Meghan Markle y el príncipe Harry en centenario de la Royal Air Force en 2018.

A principios de mes y en medio de la crisis sanitaria global, la soberana ofreció el cuarto discurso en su reinado. Un hecho histórico que no dejó indiferente a nadie por la contundencia de sus palabras. Desde el Castillo de Windsor y a través de la radio y televisión, resaltó el difícil momento que atraviesa la nación y el resto del mundo, y exhortó a los británicos a seguir las recomendaciones del gobierno para frenar la propagación del coronavirus. «Si permanecemos unidos y decididos, lo seperaremos», expresó.

Durante el mensaje, Elizabeth II también saludó el esfuerzo de los profesionales que siguen laborando pese a la coyuntura. «Quiero agradecer a todos los que están al frente del NHS (Servicio Nacional de Salud), así como a los trabajadores de atención y aquellos que desempeñan funciones esenciales, que desinteresadamente continúan sus tareas fuera del hogar en apoyo de todos nosotros. Estoy segura de que la nación se unirá conmigo para asegurar que lo que hacen es apreciado y que cada hora de su arduo trabajo nos acerca a tiempos más normales«.

«Es un momento de interrupción en la vida de nuestro país, una interrupción que ha causado dolor a algunos, dificultades financieras para muchos y grandes cambios en la vida cotidiana de todos nosotros. Espero que en los próximos años todos puedan sentirse orgullosos de cómo respondieron a este desafío. Y los que vengan después de nosotros dirán que los británicos de esta generación fueron tan fuertes como cualquiera. Los atributos de la autodisciplina, el buen humor y del sentimiento de compañerismo todavía caracterizan a este país. El orgullo de quienes somos define nuestro presente y nuestro futuro», acotó.

Rememorando el primer mensaje radiofónico que realizó junto a su hermana la princesa Margareth en 1940, cuando le habló a muchos niños que fueron alejados de sus familias a causa de la guerra, la reina comentó: «hoy, una vez más, muchos van a sufrir una dolorosa separación de sus seres queridos. Pero ahora, tanto como entonces, sabemos, en lo más profundo, que esto es lo que debemos hacer».

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Retrato oficial de la reina Elizabeth II tras la coronación, en junio de 1953.

«Si bien hemos enfrentado desafíos antes, este es diferente. Esta vez nos unimos a todas las naciones del mundo en un esfuerzo común, utilizando los grandes avances de la ciencia y nuestra compasión instintiva para sanar. Tendremos éxito, y ese éxito nos pertenecerá a cada uno de nosotros«, concluyó. 

Un sendero difícil

Elizabeth II es reina desde que tenía 25 años. Su padre falleció el 6 de febrero de 1952 por lo que ella decidió guardar luto y esperar hasta el 2 de junio de 1953 para ser coronada en la abadía de Westminster. Dicha ceremonia fue la primera coronación televisada en la historia británica. «Todo lo que he prometido aquí, lo realizaré y cumpliré», juró entonces. El arzobispo hizo la señal de la cruz en su frente y en un solemne acto recibió el orbe, el cetro, el bastón de mando y el anillo real de zafiro y rubí, además de colocarse la corona sobre su cabeza al grito de «¡Dios salve a la reina!».

Como soberana del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, cabeza de la Commonwealth, jefa de la Casa Real Windsor y de la iglesia anglicana, asumió su deber con la convicción de vivir para servir a su país. Así, ha sido testigo de la revolución industrial moderna y la revolución digital. Pero también tuvo que soportar traiciones como la de Anthony Blunt, el conservador de la colección pictórica de los Windsor, quien fue descubierto como espía soviético en 1979; y el dolor por el asesinato de Lord Mountbatten –último virrey de la India, tío del duque de Edimburgo, y mentor del príncipe Charles– en manos del Ejército Republicano Irlandés Provisional. 

Ha sobrevivido ha múltiples atentados y más de un error de seguridad. El más increíble de ellos tuvo lugar el 9 de julio de 1982, cuando despertó en su habitación del palacio de Buckingham y encontró a Michael Fagan, un intruso, parado al borde de su cama. Con el temple de acero que la caracteriza, la reina dominó la situación y llamó inmediatamente a la policía.

Un año antes, Su Majestad recibió seis balazos de goma mientras cabalgaba durante el Trooping the Colour. Su agresor, identificado como Marcus Sarjeant, fue condenado a cinco años de prisión y liberado luego de tres. En octubre de ese mismo año, en Nueva Zelanda, un hombre llamado Christopher John Lewis le apuntó con un rifle desde la ventana del baño de un edificio en Dunedin, pero erró el tiro. La monarca, una vez más, vivió para contarla.

Algo en lo que coinciden los historiadores es que, de todas las tormentas que la soberana atravesó, la que mayor arrepentimiento le produce hasta hoy es su reacción frente a la tragedia de 1966. Ese año, una avalancha procedente de una mina de carbón arrasó con Aberfan, un pueblo de Gales, y mató a 144 personas, la mayoría de ellos, escolares. La catástrofe afectó la imagen de Elizabeth II, que solo después de ocho días se hizo presente en el lugar para acompañar a los deudos.

Princess Elizabeth Riding a Horse

Por otro lado, en el ámbito privado, 1992 fue su annus horribilis. Las separaciones de tres de sus hijos y el incendio del Castillo de Windsor, convirtieron la década de los noventa en un martirio y su figura fue cuestionada en más de una ocasión. Uno de sus mayores desaciertos fue su reacción inicial a la muerte de la princesa Diana, en 1997, que hizo que su popularidad descendiera a niveles alarmantes. Sin mencionar las sonadas infidelidades que se le atribuyeron al príncipe Philip a lo largo de su matrimonio. Algo que sobrellevó con suma dignidad y que recientemente llegó a la pantalla chica en la exitosa serie «The Crown»

Llegado el nuevo milenio, Elizabeth II ha visto a sus nietos pasar por el altar y cómo su familia no ha dejado de crecer. Con esto, queda tranquila, puesto que la sucesión al trono está asegurada con el príncipe George, hijo de príncipe William y nieto del eterno heredero, el príncipe Charles. Tiempo venturosos en el plano familiar que solo se han visto empañados en los últimos meses por la polémica relación del príncipe Andrew de York con el magnate acusado de pederastia y pedofilia Jefrey Epstein, y la intempestiva salida del príncipe Harry y Meghan Markle de la primera línea de la Familia Real. 

Pese a ello y al hecho de que, una vez más, corre una época convulsa para su país tras abandonar la Unión Europea y sucumbir a la pandemia, hoy Elizabeth II llega a los 94 años sin ánimos de abdicar. Por el contrario, más fortalecida que nunca, contempla desde el confinamiento el devenir histórico con la tranquilidad de quien ha vivido lo suficiente para saber lo que ocurrirá mañana.