«Ahora que Putin ha demostrado no tener límites y ser un estratega muy superior a cualquier líder occidental, jefes de estado solo pueden pensar en sanciones que no afectarán lo suficiente a Putin como para hacerlo retroceder»
Por Andrés Romaña
La abusiva invasión rusa a Ucrania deja, hasta el momento, más de un centenar de muertos y ciudades destruidas. Un país europeo siendo arrasado por otro país que no cree en la democracia, la razón ni la libertad, valores que forjaron la cultura occidental, debe servir de alerta y lección para el mundo occidental.
En las últimas décadas, los valores occidentales han sido despreciados por los propios ciudadanos de países occidentales. La libertad ya no se defiende, sino que incluso se aplaude cuando la cercenan, como sucede con la pandemia. En todo el mundo se sacrificó la libertad a cambio de una falsa seguridad, y ahora los políticos utilizan el excesivo poder “temporal” como un poder permanente.
El ejemplo es Canadá, donde el primer ministro, Justin Trudeau, utilizó “poderes de emergencia” para congelar cuentas de transportistas que protestaban contra las medidas autoritarias aplicadas para la pandemia. Así como en el país norteamericano, en occidente se aplicaron medidas absolutamente draconianas para afrontar la COVID-19.
La razón y la lógica son valores fundamentales que permitieron que Occidente alcance un nivel de desarrollo mayor que el de cualquier otra civilización en la historia de la humanidad. Una de las principales características que permitió este logro fue la duda. Dudar de todo, hasta de lo asumido como cierto. Fue así como se hicieron grandes descubrimientos.
Sin embargo, en la sociedad occidental actual, dudar está mal. Dudar de la ciencia lo vuelve a uno negacionista y conspiracionista, como si la ciencia fuese una verdad absoluta y nunca hubiese tenido errores. Muchos avances médicos que existen hoy partieron de la duda que tuvo alguien de la medicina que se asumía como cierta décadas o siglos atrás. Si jamás se hubiese dudado de la medicina, probablemente se continuarían haciendo trepanaciones craneanas para aliviar el dolor de cabeza.
La razón y la lógica en la sociedad occidental han sido reemplazadas por el sentimentalismo dogmático. Sentir antes que pensar. Un ejemplo, como lo mencionó Axel Kaiser, es Greta Thunberg. Una adolescente que no es experta en temas ambientales, sin embargo, habló en la ONU sobre el cambio climático y apareció en las portadas de importantes revistas. Su mérito fue gritar que el mundo se acabará y que le habían arruinado su futuro. Nadie niega que Thunberg tenga buenas intenciones, pero una cumbre mundial debería buscar escuchar expertos que ofrezcan soluciones, no alarmistas que buscan culpables y no ofrecen ningún remedio, y menos aun cuando es China el país que produce el 30.3% de emisiones de carbono a nivel mundial.
Otro ejemplo es que la razón y la lógica ya no dependen de la evidencia, sino de los sentimientos. Si una verdad ofende, ahora no puede ser dicha. Se ha establecido la susceptibilidad como regla, donde se busca tratar a adultos como niños, censurando contenidos que, subjetivamente, pueden resultar ofensivos. La sociedad occidental actual, emocionalmente hablando, es como un jardín de infantes gigante, en el que se cuida que las cosas no lastimen emociones y se oculte la verdad si es que esta puede resultar ofensiva.
Durante décadas, a los occidentales se les enseñó que occidente era machista, racista y culpable del calentamiento global. Y, aunque es verdad que aún existe machismo, racismo y contaminación. En Occidente primó antes que en ninguna otra parte el respeto por la vida humana y por la liberad. Pero, a pesar de ello, los occidentales asumieron que su cultura era malvada y buscaron cambiar lo negativo, no a través de los valores occidentales, sino destruyendo estos valores e imponiendo censuras y dogmatismos que han sumido a Occidente en una cultura de victimismo y censura permanente.
Mientras que las prioridades de Occidente eran reemplazar las vocales ‘A’ y ‘O’ por ‘E’, Rusia y China se armaban y preparaban su expansión. Ahora que Putin ha demostrado no tener límites y ser un estratega muy superior a cualquier líder occidental, jefes de estado solo pueden pensar en sanciones que no afectarán lo suficiente a Putin como para hacerlo retroceder. En ese sentido, China ha comprobado que Occidente está más débil que nunca y lo que Rusia hizo en Ucrania, China probablemente lo haga en Taiwán.
Lo que ha sucedido en Ucrania demuestra que Occidente está amenazado y más vulnerable que nunca. Los líderes mundiales se dedicaron a ridiculeces en los últimos años, pero ahora se dan cuenta que el mundo no es un jardín de infantes. Tal vez Ucrania no pueda ser salvada, pero la lección debe ser aprendida antes de que sea muy tarde.
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