El sábado fue la marcha del orgullo LGTIB (lesbianas, gays, transexuales, intersexuales y bisexuales) en Lima y en otras ciudades. Más allá de unas tímidas menciones formales en El Comercio o en La Industria de Trujillo, no existió en la prensa. Pensarían que es una colorida concentración de jóvenes con raros peinados nuevos, pidiendo igualdad. A pesar de que habría convocado a 35 mil personas, solo en Lima. No tienen idea del nivel de organización. Salvo Susel Paredes, que le ha sacado jugo a su presencia en la marcha, los políticos no vieron los votos en bandeja.
Por Diego Molina
Por eso, la gente identifica a los gays con la caviarada. Y es que ellos le han sacado partido a este grupo social. La Susel presentado su proyecto de matrimonio igualitario, por ejemplo. Uno apoya a quien lo representa. Porque un político es como un abogado en un juicio, si sabe ganar al defenderte, su contratación es segura. Pregúntele a Johnny Depp.
Recordemos que Vero Mendoza incluyó el matrimonio igualitario en su campaña, y le ganó una serie de “verolovers” en la comunidad. Ya con Castillo, con su gobierno de izquierda cavernaria y de pegalones, se sacó la careta para dejar bien clarito que su intención es cambiar el capítulo económico de la Constitución. Según mis fuentes en la parroquia de San Sebastián (iglesia de los gays), eso no se le perdona. Pero su partido estuvo en la marcha: “¡igualdad de derechos para todxs!” (nota: firmo por la igualdad, pero la “x” en vez de una vocal es un golpe en el estómago a Cervantes).
¿Y qué pasó con la derecha? En un lejano 2015, en la Universidad de Harvard, Keiko Fujimori apoyó la unión civil. Poco le duró la emoción primermundista, porque se alineó con los recalcitrantes evangélicos de “Con mis hijos no te metas” (el movimiento más populoso del país, junto con “Fujimori nunca más”). No es necesario mencionar que no ganó las elecciones.
Leyendo los twitts sobre la marcha del orgullo gay, es evidente que los derechistas la critican como una marquesina huachafa y pecadora. El problema es que no ven más allá del maquillaje. La población LGTIB representa al 8% de la población peruana según IPSOS (1.7 millones de personas). De acuerdo con “Statista Global Consumer Survey”, el 22% en el mundo no se considera heterosexual (sin incluir a los transexuales). Y a la comunidad gay se pliegan también familiares y amigos. En un país donde pasas a la segunda vuelta electoral con 13% de los votos, la derecha debería estar más atenta. Sobre todo, cuando los jóvenes se suman a esta causa en tropel, mientras la religión decae.
Si la organización de la marcha gay se sabe direccionar, se puede cambiar muchas cosas, inclusive al presidente. Quizás Renovación Popular no pueda escapar de su cilicio, pero Avanza País y Fuerza Popular pueden cruzar el estereotipo de “Derecha bruta y achorada” y anotarse un porotazo que les garantice, al incluir a los no heterosexuales, una base social, un voto seguro, que les habrán robado a los caviares, en pro de un liberalismo económico y social.
No dará réditos en el corto plazo, pero en pocos años los hará partidos políticos sostenibles. Por eso les conviene apoyar la unión civil y causas similares. Sería una garantía a futuro. Pero hoy, como dice la Biblia, por sus frutos los conoceremos. Hoy, los evangélicos se indignarían, pero una marcha multitudinaria, como la del sábado, los validaría. Cuestión de leer hacia dónde va el viento.
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