El nuevo libro de Gonzalo Zegarra, “La democracia del click y del TikTok”, analiza los desafíos que las redes sociales plantean en la actualidad

Por: Sebastián Arrieta Fotos: Briam Espinoza

Gonzalo Zegarra acaba de publicar “La democracia del click y del TikTok”, bajo el sello Crítica, de la editorial Planeta. En menos de ciento veinte páginas, Zegarra expone una idea novedosa de la democracia moderna basada en la confianza ciudadana y los riesgos que suponen para ella el uso irreflexivo de las redes sociales. Con un estilo preciso y una notable rigurosidad académica, Zegarra consigue exponer con argumentos jurídicos, sociológicos y psicológicos el carácter del “ecosistema mediático” que instalan las redes sociales. Además, el autor vislumbra posibilidades de resolución que permitan la continuidad de la democracia y el uso racional y responsable de las redes sociales.

El primer capítulo de ”La democracia del click y del TikTok” se titula “La democracia como fideicomiso”. ¿Podrías explicar brevemente el concepto y qué autores te inspiraron?

Para serte sincero, muchos y ninguno. Es decir, creo que es una idea relativamente mía, pero, claro, a partir de un montón de reflexiones. Un autor determinante fue el juez de la Suprema Corte de Estados Unidos, Benjamin Cardozo, quien tiene una sentencia –Meinhard v. Salmon– que distingue los deberes contractuales de los deberes fiduciarios. De esta manera, los fiduciarios –los que vienen de los fideicomisos– son más amplios y tienen que ver con la lealtad y con obligaciones implícitas que están relacionadas con la buena fe, con la lealtad. No solo con las contrapartes, sino con el sistema. Pero, él desarrolla esta idea en un entorno o para una situación totalmente distinta de la democracia, se trataba de la regulación de una empresa de taxis, si mal no recuerdo. Así, me quedé con ese bichito de la diferencia entre lo puramente contractual y lo fiduciario.

Gonzalo Zegarra Tik Tok

Gonzalo Zegarra distingue la diferencia de los deberes contractuales de los fiduiciarios: «Los fiduciarios –los que vienen de los fideicomisos– son más amplios y tienen que ver con la lealtad y con obligaciones implícitas que están relacionadas con la buena fe, con la lealtad. No solo con las contrapartes, sino con el sistema»

¿Cómo puede sostenerse la idea del fideicomiso de la confianza ciudadana cuando esta no existe?

Es un tema bastante más complejo de lo que suena. No solo no existe porque los políticos que tenemos son un desastre –y no cabe duda de que lo son–, sino porque hay una sociedad con baja confianza interpersonal. Por lo tanto, los políticos tienen poca conciencia y compromiso con sus deberes fiduciarios. Y, como en todo círculo vicioso, eso hace que la confianza –que la gente depositó en los políticos– sea constantemente defraudada.

La particularidad del Perú tiene que ver con esta baja confianza interpersonal, que interesantemente se empieza ya a discutir. El otro día vi un par de artículos que hablaban de esto, que eran de economistas. Me parece estupendo que los economistas empiecen a considerar estas variables más sociológicas. Además, en mi libro hago notar que la democracia y la economía de mercado son sistemas colaborativos/competitivos. En ambas se requieren de buena fe y de confianza interpersonal. En suma, requieren que todos estemos convencidos de que el otro va a ser leal, no solo a las reglas explícitas, sino también a los valores que animan esas reglas.

Te pediría que definas el concepto de ecología mediática y puedas describir la actual ecología mediática en el Perú en 2024.

La ecología mediática es un concepto un poco anglosajón, no lo inventé yo. Tiene que ver con cómo funcionan los medios de comunicación, y esto se extiende, obviamente, a la discusión pública, al debate público. Entonces, la ecología mediática actual es la ecología multiplataforma, que implica medios impresos, web, internet, televisión, radio, etc. El mundo nuevo de las redes sociales es una cosa híbrida donde hay relaciones entre mensajero y receptor cruzadas múltiplemente. En efecto, en las redes sociales, uno se puede dirigir a la pluralidad, pero también se puede dirigir a la individualidad y viceversa. Se trata de un mundo hipercomplejo y una de sus características es que, en parte, se apela a mecanismos psicológicos impulsivos del ser humano. Es ahí donde ingreso en un campo de la psicología.

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En el libro muestro, apoyándome en distintos estudios, que ciertas redes sociales apelan a las partes más impulsivas –yo las llamo glandulares– de la psicología humana.

En el libro, das una explicación psicológica de la polarización política, de la facilidad con que se difunden las fake news en las redes sociales, que se encontrarían en lo que denominas primacía de la glándula sobre el uso del cerebro prefrontal.

Estamos ante lo que los navegantes llamaban tierra incógnita: el mundo de las redes sociales. En el libro muestro, apoyándome en distintos estudios, que ciertas redes sociales apelan a las partes más impulsivas –yo las llamo glandulares– de la psicología humana. Eso deteriora, en lugar de enriquecer, el debate público. Por ejemplo, si alguien dice algo y yo estoy en desacuerdo, en lugar de tener una conversación alturada e intelectualmente honesta, se tiene una lucha para imponer la razón de uno. En estas situaciones, el exabrupto y el impulso se imponen sobre la razón. Se recurre al insulto al “¿cómo se te ocurre semejante cosa?”.

Trevor Burrus propone un concepto muy útil: la falacia del jurado holgazán. Se trata de asumir que la otra parte solo puede sostener lo que sostiene por un interés subalterno malintencionado. Eso destruye el debate público y no nos puede llevar a ninguna parte. En el libro, advierto de los peligros de comunicarnos en términos glandulares en las redes sociales. Por lo tanto, debemos evitar que las grandes decisiones de la democracia –que requieren un debate previo y reflexivo, prefrontal– caigan en el campo del impulso.

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Plebiscitario es un mecanismo de las llamadas democracias directas –que para mí no son muy democráticas– y son también los mecanismos de los populismos y de las dictaduras. En suma, irreflexivos, vinculados con el pensamiento de la glándula efervescente y el impulso.

Según su libro, una dictadura ‘tecnoplebiscitaria’ amenazaría los cimientos de la democracia liberal representativa. Me gustaría preguntarle por este término, tecnoplebiscitario, y su relación con el pensamiento glandular y las redes sociales.

La palabreja creo que la inventé: ‘tecnoplebiscitario’. Me puse un poco creativo, especulativo, me imaginé un escenario distópico como en la serie “Black Mirror” La tecnología ya nos permitiría abolir las elecciones tal y como las conocemos. De esta manera, pasaríamos a una elección a través de estos aparatitos, a través de smartphones, que pueden verificar nuestra identidad con toda facilidad. Además, estos dispositivos nos permitirían, en teoría, empezar a consultar cualquier cuestión importante y, no solo me estoy refiriendo a procesos legislativos, sino incluso a procesos judiciales. O sea, que el indulto o la sentencia, si es culpable o no…

Podríamos consultarlo a través de la red; entonces, la administración de justicia se volvería plebiscitaria, que para mí no es una buena palabra. Plebiscitario es un mecanismo de las llamadas democracias directas –que para mí no son muy democráticas– y son también los mecanismos de los populismos y de las dictaduras. En suma, irreflexivos, vinculados con el pensamiento de la glándula efervescente y el impulso.

Gonzalo Zegarra Tik Tok

La libertad tiene como contracara la responsabilidad. Así como hay libertad de expresión, tiene que haber responsabilidad de expresión. Tanto como periodista y como dirigente gremial del periodismo, siempre tuve claro que no puede haber ningún tipo de libertad sin responsabilidad

¿Qué papel atribuye el nivel de anonimato que brindan las redes sociales respecto a la información y mensajes que se vierten en ellas? ¿Cuál es el vínculo con la responsabilidad de postear o escribir un mensaje, un post, etc.?

Creo que el papel del anonimato es nefasto, ya que permite una de las peores expresiones de las redes sociales: las fake news y el troleo. En el libro hago una reflexión –primero filosófica y ética, antes que politológica– sobre estos fenómenos. Existencialmente, la libertad tiene como contracara la responsabilidad. Así como hay libertad de expresión, tiene que haber responsabilidad de expresión. Tanto como periodista y como dirigente gremial del periodismo, siempre tuve claro que no puede haber ningún tipo de libertad sin responsabilidad. De eso se trata la libertad de expresión.

El anonimato impide la responsabilidad. Por tanto, no es libertad en el fondo. Es irresponsable y cobarde. Una falta de ownership, es decir, la propiedad, pero no en sentido económico ni jurídico, sino psicológico. O sea, el hacerte cargo de. Entonces, si yo soy dueño, owner, de mis expresiones, es porque me tengo que hacer cargo de sus consecuencias. Eso es absolutamente incompatible con el anonimato y con el trolismo.

Gonzalo Zegarra

Cuando yo anulo al contrincante de arranque, no hay nada que yo pueda ganar, porque me resulta tan aberrante lo que dice que no tengo nada que preguntarle. Esa es la lógica de la cultura woke y de la extrema derecha también. Yo ya sé. Yo ya sé todo.

La cultura de la cancelación woke y el auge de los populismos, sean de izquierda o de derecha, según tu libro, van de la mano de la expansión de las redes sociales. Quisiera que pudieras explicar el nexo entre estos dos fenómenos que constatamos día a día.

Tiene que ver un poco con lo que hablé hace un rato, de cómo miro yo al otro, mi teoría de la mente del otro. Si yo lo descalifico de arranque, quiere decir que no tengo nada que aprender y nada que ganar del intercambio con él. Esa es una mentalidad de suma cero. Desde esta perspectiva, la cultura woke y la ultraderecha funcionan con lógica de suma cero. Es otra idea que yo desarrollo en el libro y la opongo a la mentalidad de suma positiva, que es el fundamento del pensamiento moderno, liberal, incluso científico. Es la idea de que podemos ganar los dos a la vez, de la colaboración, del intercambio, incluso de las transacciones. Terminamos los dos ganando, porque cada uno valora las cosas de manera subjetiva.

Cuando yo anulo al contrincante de arranque, no hay nada que yo pueda ganar, porque me resulta tan aberrante lo que dice que no tengo nada que preguntarle. Bajo esta mentalidad, yo considero que tengo la cosa resuelta. Jordan Peterson denomina esto como fascismo, no el fascismo politológico, sino el fascismo psicológico: el que cree que ya todo está dicho y que ya no hay nada que aprender. Esa es la lógica de la cultura woke y de la extrema derecha también. Yo ya sé. Yo ya sé todo.

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