El Presupuesto 2026 equivale a desvestir al santo de la inversión en obras para vestir al diablo de la burocracia y las planillas estatales
Por Camila Costa*
El Gobierno ha aprobado el Proyecto de Presupuesto Público 2026 por un total de S/257.562 millones, lo que representa un incremento de 2,2 % respecto al año anterior. A primera vista, podría parecer un esfuerzo de responsabilidad fiscal. Sin embargo, al revisar la composición de este gasto, queda claro que los contribuyentes estamos financiando un Estado cada vez más grande y costoso, pero no más eficiente.
El dato más preocupante es que el presupuesto para personal y obligaciones sociales (sueldos y beneficios de los servidores públicos) crece en 12 % entre 2025 y 2026, mientras que los recursos para obras y proyectos de inversión caen en 13 %. En otras palabras: se pagan más sueldos, pero se ejecutan menos proyectos de infraestructura que los ciudadanos realmente necesitan. ¿Acaso los contribuyentes aportamos nuestros impuestos para mantener planillas infladas en lugar de recibir mejores servicios?
- 7 de cada 10 niños no entiende lo que lee.
- casi el 30% sigue viviendo en condiciones de pobreza (27.6%)
- el año 2024, el índice de prevalencia de anemia en niños entre 6 a 35 meses de edad alcanzó el 43,7 %, un incremento en 3,6 puntos porcentuales en comparación al año 2019
Más gasto, menos calidad de vida
La tendencia no es nueva. En los últimos diez años (2016–2026), el presupuesto destinado a personal ha aumentado 152 %, un crecimiento desproporcionado que no se ha traducido en servicios públicos de calidad. Por el contrario, los ciudadanos seguimos enfrentando hospitales colapsados, colegios en mal estado, carreteras inconclusas y trámites interminables.

Evolución del presupuesto público en personal y obligaciones sociales 2020 – 2026. (Fuente: MEF)
El presupuesto no puede convertirse en un fin en sí mismo ni en un mecanismo para sostener una burocracia creciente. Los impuestos, que financian este presupuesto, tampoco se pagan “por pagar”: deben tener una contraprestación clara en forma de servicios públicos de calidad —salud, educación, transporte seguro, justicia eficiente—, algo que los peruanos no estamos recibiendo.
La situación es aún más paradójica si recordamos que la ejecución de inversiones en los últimos años ha sido baja en los tres niveles de gobierno. Los recursos destinados a obras terminan subejecutados o malgastados, mientras que la planilla estatal sigue creciendo sin mostrar mejoras en la gestión.

Evolución del presupuesto público en inversión proyectos públicos 2020 – 2026. (Fuente: MEF)
Este presupuesto refleja un problema estructural: un Estado que se dedica a mantener su propia maquinaria antes que a servir al ciudadano. Si el Perú quiere salir de la trampa del bajo crecimiento y la desconfianza en sus instituciones, necesita priorizar la inversión pública de calidad y un aparato estatal más eficiente, no más pesado y costoso.
*Camila Costa, de la Asociación de Contribuyentes del Perú.
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