El productor teatral peruano, ganador de tres premios Tony y con una trayectoria que abarca Broadway, el West End y escenarios latinoamericanos, reflexiona sobre su oficio, la industria global del teatro y los desafíos de producir en el Perú

Por: María Jesús Sarca Antonio

Recibir un Tony provoca en Carlos Arana una emoción que lo hace sentir pequeño ante la magnitud del reconocimiento. “Las tres veces que he ganado, al subir al escenario te vuelves completamente humilde. No te entra la gloria, casi hasta pierdes el habla. Lo que sientes es indescriptible”, confiesa el productor peruano, cuya trayectoria se extiende desde Broadway hasta el West End y escenarios latinoamericanos. Para él, los premios validan la relevancia de contar historias que conmuevan, sin convertirse en el objetivo principal.

Carlos tiene una fascinación por el poder transformador del teatro que nació cuando era apenas un niño. Desde los seis años, Carlos visitó por primera vez un teatro de la mano de su abuela y entendió cómo una obra podía conmover y dejar huella en el espectador.

Carlos Arana

Entre sus producciones destacan Fiddler on the Roof, American Psycho y Real Women Have Curves, una de las más recientes en la cartelera neoyorquina.

“Lo que siempre queda es cómo sales del teatro, cómo te han contado la historia. Sales contento, feliz, pensativo, es un drama”, cuenta. Esa pasión lo llevó a participar en reposiciones de La Cage, Pippin y Skylight, así como en coproducciones internacionales como Fiddler on the Roof, American Psycho y Real Women Have Curves.

Para Arana, llevar una idea a la escena es un proceso que exige esfuerzo constante y disciplina férrea. “Tienes que hacer que funcione. Porque si te quedas soñando, se puede convertir en una pesadilla”, comenta. Los ensayos son intensos, de 10 de la mañana a 6 de la tarde, y no importa si se trata de estrellas como Christina Applegate, Harry Connick Jr., Helen Mirren o Ricky Martin: cada actor debe estudiar sus líneas y cumplir con la dirección al detalle. Según él, la diferencia con el cine es fundamental: en el teatro, la actuación es frente a miles de personas y no hay escape; la exigencia es total.

En cuanto a los actores peruanos, Arana destaca su talento y profesionalismo. Trabajó con figuras como Marcos Zunino, Juan Carlos Rey de Castro, Alberto Ísola, Wendy Vásquez, entre otros, y reconoce que enfrentan limitaciones. “Todos son muy buenos, trabajé con los mejores, pero todos tienen algo en común: otros trabajos, es la realidad del Perú. No es sustentable porque no hay continuidad”, afirma, subrayando la necesidad de un sistema que permita consolidar carreras teatrales en el país.

Un teatro soñado para Lima

Cuando imagina el teatro ideal para la capital peruana, Carlos describe: “Me lo imaginaría accesible, que tenga capacidad hasta de mil personas, manejado de una manera en que un productor o un equipo de productores pueda montar una obra sin las restricciones que hay ahora. Es muy difícil hacer una cosa grande para cuatro a seis semanas”.

Su deseo es que los artistas vean ese espacio como un motivo de orgullo. “Me gustaría que los actores quisieran trabajar ahí, que fuera como un orgullo decir que eres actor en Perú. Que tuviera todo lo que el teatro necesita, casi como el Nacional, pero el Nacional es demasiado grande”. El tráfico, reconoce, es otro obstáculo. “La última obra que hice, Espíritu Travieso, en los días de función los pobres actores estaban atrapados por todos lados de Lima. El tráfico era de terror”.

Juan Carlos Rey de Castro, Anahí de Cárdenas y Eduardo Camino,

Juan Carlos Rey de Castro, Anahí de Cárdenas y Eduardo Camino, protagonistas de “El discurso del rey”, posan junto con el productor Carlos Arana en el Teatro Británico.

El productor cree que en el Perú el público existe, pero hace falta planificación. Recuerda ejemplos del pasado: “Cuando yo era chico, El hombre de La Mancha duró casi un año y medio. Ha existido eso en el Perú. Lo que pasa es que la competencia para el teatro es quedarse viendo online, el internet, o salir a comer”.

Está convencido de que si se montaran grandes espectáculos, la respuesta sería positiva. “Si traes una obra como El Rey León o Wicked, que son mucho más conocidas y grandes, podría haber una temporada más larga”.

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