La pandemia nos ha empujado a redescubrir pequeños placeres que dábamos por sentados en la normalidad, como tomarse un café. Algo cotidiano y que solíamos beber al vuelo, hoy es motivo de encuentros, citas, conversas fugaces y eternos comienzos. Ese pretexto preciso para verse en un lugar aireado, en terrazas íntimas, en la misma puerta y acercarse al otro u otra ahora que estamos tan alejados. Estos son los que últimamente he encontrado para ver a mi gente, la mayoría nuevos, donde siempre prima la afición por el buen grano y la bollería bien hecha.

Por Paola Miglio

En Milimétrica, Jaco Benzaquén despliega su pasión por el café. El mimo que le pone a cada lote que llega, siguiendo una línea de trazabilidad puntual. Y es que este lugar miraflorino ya se ha convertido en culto para los aficionados. Si bien el metraje es reducido, es suficiente para comprarse una buena taza tradicional o de las que preparan en distintos métodos de granos escogidos con cuidado, de un solo origen y de rincones inesperados del Perú (hay embolsado para llevar y hacer en casa).

Su afición por lo bien hecho incluye en su carta los chocolates de Richard Rodríguez de Mito, tabletas de cacao de origen peruano que resaltan entre las que se exponen en la oferta local. Además, los empaques son hermosos. Y pop ups como el que se celebra hoy y sintonizan el barismo con la bollería: se presentan los donuts rellenos de Ondo Bakery, un proyecto artesanal que empieza a agarrar viada y que plantea gordos bollos fritos rellenos de cremas untuosas de maracuyá y vainilla o cheesecake. De muy excelente nivel y como para compartir entre dos. O pecar con gusto.

En Miraflores también hay dos más para anotar. Uno es el ya conocido La Teoría de los 6 Cafés, que tiene algunas sillas para sentarse afuera a conversar. Además de ofrecer buena bebida, hay una propuesta repostera de Alessandra Ribeyro que, incansable, se renueva casi todas las semanas con alguna sorpresa en el menú. Desde sus bombas rellenas hasta uno de los mejores turrones de Doña Pepa (en octubre) y alfajores livianos y gorditos de manjar de olla. Anuncia en sus redes cada vez que saca una bomba nueva y se les quiere a todas.

El segundo: Camila Unzueta, Laura Tibaquira y Andrea Rodríguez lanzaron no hace mucho Amarena Café, con una terraza pequeña, pero aireada y confortable que atiende nos solo antojos cafeteros: hay una carta muy bien planteada con interesantes opciones para el desayuno. De hecho, cambiante y fresca y con posibilidades de explorarse a diario. Acá el insumo se cuida y ojo con los sánguches de roast beef y de queso. Van a querer repetir.

Si bien Lila , en el Dasso sanisidrino, es más que un café (hoy la cocina está a cargo de José Luis Saume, pero de esta toca hablar en otra ocasión), apuntemos solo a su barra en esta ocasión, donde el café del barista y tostador Ricardo Robles cobra protagonismo y las terrazas de afuera y dentro funcionan perfectamente para un encuentro a hora “no punta”, sino el local está siempre con gente. Al lado de la barra, una vitrina discreta guarda los pastelillos y bollos sabrosos y de fina factura que elabora Richard Venegas, el repostero. Su kouign-amann acelera corazones, sobre todo por los inesperados trompicones de duraznos asados y el puntual glaseado de azafrán. Ya si suman el rollo de canela y cardamomo, tienen el día hecho.

Café en Lila, de Dasso.

Para cerrar, un salto a Barranco, donde Cale Dolsa de Ferran Torrell Rué le saca el jugo a una terraza amplia y cómoda, llena de vegetación que se anima con la brisa del mar tan al alcance de la mano por su ubicación (a pocas cuadras del malecón). Su propuesta se centra en el café peruano (lotes pequeños y seleccionados), que además se vende para llevar y hacer en casa, pero explora los desayunos, la bollería y los sánguches con finura y acierto. Ahí está una de las más ricas ensaladas de frutas mañaneras de Lima y, entre sus enredaderas se guardan recuerdos y conversaciones de esas que no quieres que acaben nunca. Por que al final eso han sido y son hoy los cafés: los nuevos abrazos largos, y mientras más lento el beber, más apretado el contacto y más entrañables las risas (solo que antes no nos dábamos cuenta).

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