En uno de los rincones más clásicos de San Isidro, casi colindando con el bosque El Olivar y a las márgenes de la zona financiera, está Troppo, un espacio que rinde culto a la cocina italiana. Hay pasta y pizza sí, claro, y muy bien ejecutadas, pero también una exploración divertida por insumos y regiones que, por lo general, no vemos en la carta regular de un italiano.

Por Paola Miglio (@paola.miglio)

Le hemos hundido la cuchara a uno de los más ricos helados de pistacho que vamos a encontrar en Perú. Llega en una copa transparente, en ondas gruesas y con trocitos del fruto incrustados. A pesar del frío no hay forma de resistirse, porque el helado también se come en invierno y si está bueno, mejor. O gelato. Cremoso, intenso, leve, es la sencillez y el absoluto. Por lo que empezamos y con lo que tienen que cerrar una comida si van a Troppo.

Troppo

¿Helado de pistacho? Este es el que tienen que pedir para completar su búsqueda del mejor de la ciudad.

En la terraza, bien protegida por una vegetación que ha tomado tonos dorados, se disfruta la experiencia iluminada. Hay una suerte de blindaje del agitado exterior y lo que podría propiciar un mejor viaje de sabores. Y es que hemos llegado para entregarnos sin riendas ni medida. Sabemos que la pasta está buena, pero queremos más. La italianidad en la mesa no es pasta y pizza, sino un abanico de posibilidades inmenso que recoge insumos regionales y preparaciones que apuestan por temporada y calidad. Un Capitán en su punto justo abre este almuerzo, que luego se regocija con un vitello tonnato de carácter y ejecutado con soltura y tino. Hay balance y pidan más pan para darle curso a la salsa extra que quedará luego de incursionar en el plato. Otro para abrir son los arancini, una suerte de croquetillas de risotto hechas esta vez con ragú de cola de buey y mozarella, un clásico del street food que se reversiona y queda en el crujiente adecuado.

Los spaghetti allo scoglio con conchas, vongole, tomates cerezos y alcaparras son un revoltijo de felicidad.

Troppo

Las conchas a la brasa con vinagre balsámico (aceto) son otra interesante apertura.

Las conchas a la brasa con vinagre balsámico (aceto) son otra interesante apertura antes de la contundencia (una corrección en el equilibrio de sabores para que queden justas y se note más el producto y ya). Así como los camarones, que llegan brutales en una salsa gozadora e indulgente, en ese punto de cocción preciso que permite arrebatarlos sin esfuerzo de sus cascarones y meterles el diente sabiendo que vamos a encontrar turgencia y dulzura. La salsa acá también pide pan final. Y aunque sea importante, permite que el producto se luzca, tiene frescura de hierbas y crocantes. Luego la pasta, que artesanal navega en la hechura al dente, como debe ser. Tampoco es una propuesta tan arriesgada, conociendo el paladar limeño, sobre todo, pero sí atinada y mucho más que correcta. Por eso los spaghetti allo scoglio con conchas, vongole, tomates cerezos y alcaparras son un revoltijo de felicidad. Así como las pastas cortas con buena cantidad de relleno, como los agnolotti del plin al burro (mantequilla) e salvia de ternera, asado de tira y bondiola de cerdo.

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Ensaladas verdes animadas con buen queso, sí, pero con toques de crujiente que les dan más personalidad.

Los camarones, indispensables en cualquier almuerzo y que piden pan tostado para rematar la salsa.

El paso final es una cotoletta. Alla milanese. Una milanesa, la versión italiana de costra crujiente e interior jugoso que siempre buscamos. Esa que no es demasiado delgada y que mantiene su ternura. Con emulsión de bagna cauda con alcaparras. Que con una ensalada fresca de verdes es el toque adecuado para la abundancia de la tarde. El helado del principio cierra, pero junto con él el tiramisú de la casa (ojo con la demasía de crema y su consitencia, solo es un ajuste breve el necesario) y un flan hecho con vainas de vainilla que le saca competencia a los mejorcitos de la ciudad. La aventura finaliza. Esta aventura, porque se vienen más, indagar en la carta que maneja con destreza el chef Andrés Morón, al mando de los fogones, augura más entretenimiento, buen producto y cocina entrañable. Disfrutona.

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