Fumata blanca emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina este jueves 8 de mayo de 2025, señal de que los 133 cardenales electores eligieron oficialmente al sucesor de Francisco.

Por Redacción COSAS

Tras dos humos negros en las votaciones matinales, la cuarta ronda resultó decisiva y desencadenó vítores y aplausos en la Plaza de San Pedro, donde miles de fieles aguardaban expectantes. Minutos después, las campanas de San Pedro repicaron con fuerza para confirmar la elección, y en breve se dará a conocer el nombre del nuevo pontífice desde el balcón de la basílica.

La elección se concretó en apenas dos días, siguiendo un patrón similar al de los pontífices recientes. Francisco fue elegido en 2013 y Benedicto XVI en 2005, ambos en la tarde del segundo día. El hecho sugiere que uno de los candidatos logró rápidamente generar consenso entre los 133 cardenales electores provenientes de 71 países. Entre ellos hay voces progresistas, conservadoras y otras que abogan por la unidad en una Iglesia que atraviesa tiempos de desafíos profundos.

Robert Francis Prevost fue elegido nuevo papa de la Iglesia Católica y se llamará León XIV.

Más allá de las ceremonias y los vítores que pronto estallarán en la plaza y en las iglesias del mundo, el nuevo pontífice asume una tarea monumental. El 2025 marca el Jubileo de la Iglesia Católica, una celebración extraordinaria proclamada hace un cuarto de siglo por Juan Pablo II. Este año especial, repleto de actos litúrgicos y peregrinaciones, sumará peso simbólico y práctico a los primeros pasos del nuevo Papa.

Lo que sigue ahora es más que un saludo desde el balcón o una oración inaugural. Es el inicio de un nuevo capítulo para la Iglesia Católica, una institución que, pese a sus polémicas y escándalos a lo largo de los años, sigue siendo un actor central en la vida religiosa y política del mundo contemporáneo.

Paso a paso: del humo blanco al primer saludo papal

Desde que la última papeleta cae en la urna hasta la primera bendición desde el balcón de San Pedro, el protocolo vaticano despliega un riguroso ceremonial lleno de simbolismo y tradición. Tras lograr la mayoría de dos tercios en las votaciones secretas, el candidato electo recibe dos preguntas formales en latín: si acepta la elección y el nombre que desea asumir como pontífice; solo entonces se confirman los resultados dentro de la Capilla Sixtina.

Acto seguido, se procede a la quema de las papeletas en un hornillo adyacente: la salida de humo blanco anuncia al mundo que ya hay nuevo papa, mientras que el humo negro significa que aún no se ha alcanzado un acuerdo. Al tiempo que la chimenea expulsa la señal esperada, repican las campanas de San Pedro, y en la plaza los miles de fieles católicos contienen la respiración mientras aguardan por el gran anuncio.

Prevost será el líder de la Iglesia Católica, tras la muerte de Francisco, ocurrida el pasado 21 de abril.

El ahora pontífice elegido cruza entonces la denominada “Sala de las Lágrimas”, un pequeño aposento junto a la Capilla donde se reviste por primera vez con la sotana blanca papal. Esta sencilla habitación recibe su nombre por la emotiva atmósfera: muchos cardenales admiten que, al asumir la máxima responsabilidad de la Iglesia, no pueden contener las lágrimas.

Después, el máximo representante del catolicismo vuelve a la Capilla Sixtina para inclinarse ante sus hermanos de Colegio y juntos entonan el Te Deum de acción de gracias, un canto litúrgico que subraya la unidad del sacramento de la elección. A continuación, el cardenal protodiácono aparece en el balcón central y proclama en latín: “Habemus Papam”, anunciando el nombre que el nuevo pontífice ha elegido para sí mismo.

Finalmente, el papa recita la breve oración de bendición y, si bien su entronización solemne suele celebrarse días después, su primer saludo Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) marca el inicio de un pontificado que, a partir de ese instante, encarna la continuidad y la renovación de la Iglesia católica.