La idea de Jennifer Junek era atrevida: transformar dos departamentos, diseñados por Mario Lara, en un dúplex familiar. ¿El resultado? Una vivienda urbana, de impronta contemporánea y detalles sobrios, que sobresale por su armonía.

Por Gloria Ziegler / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

Junek

Un traspié a la hora de integrar dos espacios ideados de manera independiente no es algo raro. Un ensamblaje de ese tipo requiere habilidad para reinventar los ambientes. Pero, sobre todo, para identificar dónde reside el equilibrio y trabajar la fusión a partir de él. En estos departamentos transformados, ahora, en un dúplex de seiscientos metros cuadrados, la arquitecta de interiores Jennifer Junek ha mostrado su destreza. Y lo ha hecho como quien plantea una nueva costura: armoniosa y discreta.

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Las viviendas, diseñadas originalmente por Mario Lara, debían adaptarse a las necesidades de una pareja con tres hijos adolescentes y una niña pequeña. Así, la intervención se centró en la integración de las construcciones y buscar la amplitud de las áreas sociales, desde la fase de planos. E incluyó, asimismo, la selección de acabados y el replanteo de las instalaciones eléctricas y la ventilación, sonido, iluminación y paisajismo. Pero el mayor reto, explica Junek, estuvo en la introducción de la escalera que conectaría ambos niveles. “Era un elemento clave porque se vería desde la entrada, y estaba en un espacio reducido para colocar barandas y el revestimiento del segundo tramo”, cuenta. El resultado, sin embargo, se ha amalgamado con las líneas arquitectónicas, como una pieza limpia y ligera que parece haber estado allí desde el inicio.

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La selección de materiales y acabados –con la madera y el mármol Kalliston blanco como protagonistas– sería, luego, el hilo conductor para lograr un estilo contemporáneo y elegante. “Después de presentar a los propietarios fotos referenciales y distintos materiales, coincidimos en la elección de un piso de madera oscuro, continuado por un enchape importado en un tono más bajo en todo el dúplex, para no tener colores distintos de madera”, explica.

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Entre costuras

De esta manera, la propuesta se inicia con un recibo con piso de mármol, que se extiende por todo el ambiente como una sola piel hasta la escalera. A la par, los zócalos altos de enchape de madera y un papel tapiz de tono claro acompañan a una consola ecléctica, la única pieza reutilizada del departamento anterior.

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Luego, el recorrido continúa con dos vanos revestidos en madera, que marcan el ingreso a las salas, el comedor y un bar, en el extremo izquierdo. Y, del lado derecho, un baño de visitas, la cocina, un pasadizo que lleva al área del dormitorio principal y la habitación de la niña, además de la escalera interna que comunica este nivel con el ala superior.

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Allí, en el segundo piso, se encuentran tres dormitorios adicionales y otro pasadizo que conduce al cuarto de juegos, la sala de estar, el área de servicios, una terraza y el baño de visitas de esta área. “Todo se planteó teniendo en cuenta la comodidad de una familia grande a la que le gusta tener invitados en casa”, explica.

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Urbano y elegante

La paleta cromática, de predominantes tonos neutros, partió de una fascinación de Junek con el taupe, e incorpora diversos materiales y acentos de color, según la impronta que quería dar a cada espacio. Con esa premisa, la sala principal incluye un puf con cojines, todos en color malva; mientras la sala de estar y la terraza se inclinan por un estilo más industrial, con negros y tonos metálicos como el cobre, bronce y acero.

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Algo similar ocurrió en las áreas privadas. En el dormitorio de la niña, por ejemplo, se evitaron los clásicos rosas, utilizando acentos turquesa y algunos detalles en palo rosa. En la misma línea, en las habitaciones de los hermanos mayores se buscó reflejar la personalidad de cada uno con combinaciones cromáticas atemporales. La habitación principal, en cambio, apuesta por detalles en bronce y poliuretano blanco con vidrios negros para los muebles, una cabecera y un papel tapiz oscuro, en contraste con los muros de color blanco.

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La sala de estar y el pasadizo del segundo piso, por último, sobresalen gracias a dos obras del artista urbano Conrad Florez: un grafiti de grandes dimensiones, en el primer espacio, y un conjunto de piezas, en el segundo, que brindan dinamismo a los ambientes. Los muebles, diseñados a medida por el estudio de la arquitecta de interiores, completan la atmósfera. “El eje era que fueran ambientes funcionales y de calidad”, cuenta Junek. Pensados, en otras palabras, para vivir sin tantos reparos.

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Artículo publicado en la revista CASAS #267