El arquitecto italiano Vittorio Gregotti, autor del Estadio de Montjuich y del Anillo Olímpico de Barcelona, falleció a los 92 años en Milán debido a una pulmonía tras haber contraído el coronavirus. Recordamos su trayectoria.
Por Laura Alzubide
Milán, una de las ciudades europeas más afectadas por el coronavirus, ha despedido esta semana a uno de sus habitantes más queridos: Vittorio Gregotti, quien falleció hace algunos días debido a una pulmonía contraída por el coronavirus. Su trayectoria revela a un arquitecto innovador, que ejerció una gran influencia en la arquitectura de su país y llevó sus diseños a todos los rincones del mundo, hasta Shanghái. Formó parte de uno de los movimientos intelectuales más importantes de la época, el Grupo 63, junto con Umberto Eco. Con él elaboró la sección introductoria de la Trienal de Milán en 1964, por la que recibió el Gran Premio Internacional.
Fue precisamente el director de este evento, Stefano Boeri, quien anunció su fallecimiento en redes sociales con estas sentidas palabras: “En estas horas sombrías, un maestro de arquitectura internacional se va; ensayista, crítico, profesor, editorialista, polemista, hombre de las instituciones que siempre, y sobre todo siendo arquitecto, hizo la historia de nuestra cultura concibiendo la arquitectura como una perspectiva: en todo el mundo y en toda la vida. Qué gran tristeza”.
Arquitectura y compromiso
Gregotti nació en Novara en 1927. Estudió Arquitectura en el Politécnico de Milán, ciudad en la que encontró un terreno fértil para desarrollar sus ideas. Tras graduarse, entró a trabajar en el estudio de Ernesto Nathan Rogers, quien era también director de la revista “Casabella”, donde comenzó a colaborar y de la que fue director entre 1982 y 1996. Por ello no sorprende que dos textos clave para entender la arquitectura del siglo XX estén firmado por él: “El territorio de la arquitectura” (1966), donde plasmó su proyecto de expansión urbana de Palermo, y “La ciudad invisible” (1991). También se dedicó a la docencia en Venecia, Milán y Palermo.
Fundó su estudio, Gregotti Associati International, en 1974. La obra que dejó como legado se aleja de la corriente moderna imperante en sus tiempos y encuentra la inspiración en las culturas y tradiciones regionales. Destacan, en este sentido, el plan de desarrollo del distrito Bicocca de Milán (1985-2005), el estadio Marassi en Génova (1990), el Estadio Olímpico de Montjuich en Barcelona (1992), el Centro Cultural de Belem en Lisboa (1988-1993), el Teatro degli Arcimboldi en Milán (2002-2004) y el teatro lírico de Aix-en-Provence (2003-2007), uno de sus trabajos más apreciados. Hace poco más de dos años, el Museo PAC de Milán le dedicó la muestra antológica por su noventa aniversario, donde se recopilaban los proyectos realizados por el estudio durante más de seis décadas.
El fallecimiento del arquitecto italiano ha conmovido al mundo. Tras la noticia, numerosas personalidades de la arquitectura, el arte y la política dejaron su testimonio en medios de comunicación y redes sociales. “Su gran legado ha sido la defensa de la ciudad y sus alrededores. Como profesor, Vittorio Gregotti fue profundo y auténtico, como todos los grandes maestros. Fue un amigo y un guía estricto”, ha declarado Renzo Piano, quien fue su alumno en el Politécnico de Milán, al diario “Corriere della Sera”.
Cuando recibió la noticia, el arquitecto peruano Augusto Ortiz de Zevallos también lo recordó en Facebook: “Defensor del ‘territorio de la arquitectura’, estudioso de su relación con la ciudad para hacerla y no negarla, pero tan teórico como práctico y pragmático, tuve la suerte de conocerlo cuando trabajé donde Oriol Bohigas, un personaje afín y que puede compartir la definición de ‘debatir es hacer más que hablar’. […] Gregotti dibujaba muy bien isometrías. Era un gran arquitecto, comunicador, actor, productor y director. Es una pena”.
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