La crisis sanitaria desatada por el coronavirus ha dejado en evidencia las profundas desigualdades de nuestra capital y revelado la necesidad de replantear nuestra manera de pensar la ciudad. ¿Puede ser la COVID-19 un punto de partida para construir una Lima más justa, segura e inclusiva? Cuatro urbanistas intentan responder esta interrogante.

Por Edmir Espinoza

Son más las cosas que se ignoran que las que se conocen de la COVID-19. Pero si algo se sabe, es que este virus ha llegado para quedarse. La comunidad científica lo tiene claro: en tanto no se descubra una vacuna o la transmisión llegue a un punto que genere una inmunidad colectiva, el coronavirus continuará presente en nuestras vidas por muchos meses, incluso años. Esta certeza plantea, a su vez, una serie de retos para nuestras sociedades, que deberán aprender a convivir con el virus y, al mismo tiempo, recuperarse del frenazo económico que ha supuesto una larga cuarentena.

En este contexto, no han faltado las voces que exigen la puesta en marcha de modelos urbanísticos importados, que priorizan la micromovilidad y la peatonalización de vías locales, con el objetivo de promover el distanciamiento social e incluso permitir que las calles se conviertan en pintorescas terrazas comerciales. Y aunque son varios los distritos de Lima que desde hace algún tiempo vienen empujando proyectos que impulsan el uso de los espacios públicos y la peatonalización, es también cierto que muchas de estas iniciativas son inaplicables para gran parte de Lima.
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Lima poscovid

La ampliación de ciclovías promueve una movilidad sostenible. En el último mes, solo en San Borja se han habilitado doce kilómetros más. Foto: Agencia Andina.

Ciudad partida

El urbanista Angus Laurie, uno de los responsables de la reciente ampliación de ciclovías en el Malecón de la Reserva, en Miraflores, es un convencido de que la aplicación de proyectos de recuperación de espacios públicos puede traer grandes beneficios para la ciudad en un contexto de pandemia. “La ampliación y creación de más ciclovías y veredas y la promoción de usos mixtos son propuestas de larga data, pero que hoy cobran aún más vigencia por la coyuntura. No solo son modelos urbanos que promueven el distanciamiento social, sino que la recuperación de espacios puede ayudar a los comercios locales, que podrían ganar aforo utilizando terrazas que ocupen parte de la calle”, explica el urbanista, director de Llama Urban Design.

Sin embargo, Laurie es consciente de que este tipo de modelos urbanos requiere de condiciones mínimas que no existen en buena parte de la ciudad. “Tenemos que entender que la mayoría de los limeños no vive cerca de su centro de trabajo. Muchos deben cruzar la ciudad diariamente para llegar a las zonas céntricas de la ciudad como La Victoria, San Isidro, el Centro Histórico, Lince y Miraflores, donde se concentra la oferta laboral. Para ellos, las ciclovías no podrán reemplazar al transporte público, por lo que es necesario aplicar, en paralelo, estrategias que garanticen la seguridad del sistema de transporte”, explica Laurie.

De la misma opinión es Belén Desmaison, arquitecta y miembro del grupo de investigación en Gobernanza, Urbanismo y Vivienda Social (CONURB-PUCP), quien cree que muchos de los nuevos modelos urbanos no consideran las particularidades de nuestra realidad social. “¿Podemos hablar de supermanzanas en zonas de la ciudad donde las manzanas ni siquiera están definidas? ¿Cómo soñar con una ciudad compacta cuando un gran porcentaje de la población vive en las laderas de los cerros? Debemos olvidar la idea de una solución única para una ciudad con tantos contrastes y, en cambio, comenzar a abstraer las lecciones aprendidas en otros lugares, pero siempre adaptándolas a nuestras realidades”, comenta Desmaison.

Lima poscovid

El transporte público es, quizá, donde se presenta el mayor riesgo de contacto. Existen ciento treinta inspectores del ATU para fiscalizar todo el transporte público de Lima, y los expertos consultados aseguran que se requieren como mínimo doce mil. Foto: Agencia Andina.

Planificación concertada

Si bien la fragmentación y la enorme desigualdad han sido una constante en la historia de nuestra capital, el brote del coronavirus nos ha mostrado la peor cara de Lima: por un lado, el privilegio del teletrabajo y el confinamiento preventivo, y, por el otro, la necesidad de miles de limeños de ocupar la calle para trabajar, incluso arriesgando sus propias vidas. Para el arquitecto e investigador Luis Rodríguez Rivero, quizá el mayor problema de nuestras ciudades es la poca capacidad del Estado para atender a un setenta por ciento de la población, que permanece en la informalidad y alejado de la modernidad de la metrópoli.

Rodríguez explica que, a raíz de la pandemia, palabras como “planificación” y “planes urbanos” aparecen en el espectro del urbanismo como antídotos infalibles contra las grandes desigualdades reveladas en la cuarentena. “Al final va a ocurrir lo mismo de siempre: los planes solo van a llegar al treinta por ciento de la población. ¿Qué se puede hacer? Cambiar las lógicas. El plan urbano tiene que ser redefinido y ser una herramienta que ponga los lineamientos para una negociación entre el Estado y la gente que ocupa el territorio. Los planes tienen que ser pactos sociales, acuerdos con un sustrato técnico, pero que por encima de todo establezcan compromisos”, sentencia el arquitecto, quien cree que esta negociación debería ser el proyecto de Estado de los próximos cinco o diez años.

El urbanista Aldo Facho también cree en la necesidad de reenfocar los planes urbanos y potenciarlos para la creación de estrategias focalizadas. Para ello, explica Facho, es esencial que los alcaldes asuman mayor protagonismo.
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“Es la hora de los gobiernos locales. De la planificación distrital. Pero de planes aterrizados, de activación inmediata, que nos permitan trabajar hoy con una hoja de ruta, y poder planear una ciudad a mediano plazo consecuente con esas ideas. Sin piso, las ideas geniales se caen. Y el piso te lo da la gestión urbana, y la planificación estratégica y directa”, refiere el urbanista.

Lima poscovid

Bodega en Chorrillos. Aunque en ciertos distritos de Lima se respeta el distanciamiento social preventivo, en las zonas que presentan mayor riesgo de transmisión la cuarentena pareciera haber concluido hace ya tiempo. Foto: Elsa A. Ramírez.

Alternativas para un cambio

Para Facho, la transformación de la ciudad pasa por detener un círculo vicioso que el Estado viene impulsando desde hace más de sesenta años, y que implica resolver lo urgente sin solucionar lo importante. “Un ejemplo es la propuesta de subvencionar el combustible para permitir una mejor operación del transporte público, taxis y demás.
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Es más de lo mismo. No estás enfrentando el problema de base del transporte público. Simplemente estás haciendo que funcione porque tiene que funcionar”, explica. La alternativa, señala Facho, es la de un subsidio focalizado. “Subsidiemos al transportista que se empadronó, que tiene su cuenta y cobra con código QR. Pero no al pirata, no al colectivo, no a la custer que se cae a pedazos. Las empresas formales de transporte deben salir fortalecidas de esta pandemia. Debemos incentivar que se creen más, que los transportistas miren con buenos ojos este modelo formal y se incorporen”.

Otra solución a mediano plazo es la que plantea Angus Laurie, y que tiene que ver con densificar los distritos que ofrecen una mayor oferta laboral. “Los usos mixtos configuran una alternativa de ciudad viable, pero es necesario antes deshacer los límites de densidad y eliminar los límites de altura en los distritos que concentran la mayor oferta de empleo, para así permitir su densificación. Es la única forma de que permitamos que muchas más personas, de distintos estratos socioeconómicos, ocupen el centro de la ciudad y puedan movilizarse a pie a sus centros de labores”, apunta Laurie, quien también propone eliminar los requerimientos de licencias para negocios. “Necesitamos una nueva dinámica que promueva que los negocios locales puedan sobrevivir en esta crisis. Y para ello necesitamos oficinas en garajes, bodegas que atiendan en las puertas y negocios de este tipo”.

Los expertos consultados coinciden en el carácter estructural de los grandes problemas de la capital, y que para remediarlos se requiere un cambio de enfoque sistémico de la ciudad, que integre a una gran mayoría de limeños, que hoy se sienten fuera del sistema, con las dinámicas económicas y ciudadanas de la ciudad formal. La COVID-19 ha revelado las profundas desigualdades de Lima, aunque puede marcar también el punto de partida de un cambio de mirada hacia una ciudad más moderna, pero también más integradora.

Urbanismo: la reinvención de los mercados para frenar el virus

Artículo publicado en la revista CASAS #282