Hace diez años, Mariana Otero y Yerko Zlatar abrieron Puna, una tienda en Cusco con la idea de reunir sus marcas favoritas de diseño local. Como solo ocurre con las buenas propuestas, la marca cambió y creció hasta convertirse en lo que es hoy. Su último logro, en este difícil año de pandemia, ha sido su exitosa participación en la Bienal Iberoamericana de Diseño (BID20), donde se llevaron varios premios.
Por Alejandra Nieto / Retrato de Jacques Ferrand / Fotos de Hilda Melissa Holguín
“Nunca nos sentamos a planear una marca o a decir que vamos a trabajar con tales colores o tales formas”, explican. La tienda, las colecciones y el estudio de diseño, que surgió algunos años después, comparten una línea reconocible y definida, que tanto para la interiorista Mariana Otero como para el artista Yerko Zlatar, los creadores de Puna, surge no de un plan, sino de compartir un estilo de vida y de trabajo.
Hace diez años, decidieron mudarse a Cusco con ganas de escapar del ritmo de Lima. “Nos fuimos buscando una vida tranquila en el campo. Cusco es una ciudad cosmopolita, pero no había mucha oferta de diseño o arte contemporáneo. Había cosas lindas, pero siempre eran los mismos objetos de platería o artesanía”, cuenta Zlatar. Al comienzo, la tienda ofrecía una curaduría de lo mejor del diseño peruano para el público internacional de la ciudad. Fue una época de investigación y descubrimiento.
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Conocieron iniciativas, artistas y artesanos, e incluso empezaron a adentrarse en la producción y pensar sus propias piezas. El regreso a Lima fue nuevamente un cambio, aunque ya había una base trazada. Puna crecía como marca, además de como tienda, con sus propias colecciones y colaboraciones.
“Siento que nuestro trabajo está inspirado en la naturaleza. Ese es nuestro punto de partida. Creo que no puedes vivir en una ciudad sin que la naturaleza esté en algún rincón de tu casa. Es un tema de bienestar”, explica Otero, para señalar la conexión entre todo lo que hacen. Como marca, Puna trabaja desde textiles hasta inciensos. Como estudio, toma proyectos de interiorismo y también de branding. Lo cierto es que la búsqueda de bienestar es el eje absoluto de cada aspecto de su trabajo.
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Su propuesta es la conjunción de diferentes formas de vivir mejor.
Producción artesanal
La apuesta de Puna apunta al balance entre estética, funcionalidad y producción. “Cada pieza está hecha a mano y tiene la energía del artesano o del lugar del que proviene. Eso le da un toque humano. Nunca va a haber otra igual”, cuenta Zlatar, para quien la producción masiva ha sido un reto a la hora de competir. “Hay gente a la que le ha costado mucho acostumbrarse a esa no perfección, a que cada objeto sea único. Porque están acostumbrados a la perfección de fábrica”, añade.
Entre lo que una fábrica no puede dar están la experimentación constante y la aceptación de que el tiempo es relativo. La primera es la mejor parte del trabajo colaborativo que realizan con artistas y artesanos. Un objeto empieza en una idea. Sin embargo, luego de ser planteada, esta se vuelve un organismo en transformación, donde todas las partes involucradas aportan y opinan. Una colección de textiles puede influir en los aromas de la siguiente serie de jabones, un material nuevo en interiorismo puede ser el origen de toda una colección de objetos decorativos. Los procesos de producción están siempre abiertos a la creatividad y a la retroalimentación.
Lo segundo es más difícil, pero no menos gratificante. Otero y Zlatar trabajan con personas de diferentes partes del Perú y toca adaptarse. El reto de muchos emprendimientos similares ha sido querer imponer los tiempos de la producción masiva a la talentosa mano de obra artesana. “Son como dos mundos distintos, dos velocidades diferentes”, dice Yerko. “Cada uno tiene su forma y su balance. No puedes cambiar a nadie”, agrega Mariana. Vale la pena dar tiempo a lo bueno: los años de experiencia les han dado la flexibilidad para sacar lo mejor de las personas. Su producción mantiene así una extraordinaria calidad y una relación horizontal de colaboración.
La nueva normalidad
La COVID-19 supuso un cambio forzoso para todo tipo de comercios. Puna no ha sido la excepción. La ventaja es que este cambio solo ha acelerado una transformación ya en proceso. Se han consolidado en Lima y, a la vez, han comenzado a participar más en ferias internacionales, llegando a un mercado que este particular año ha empujado a la digitalización.
Gracias a José Corzo, quien forma parte del comité asesor, Otero y Zlatar decidieron presentarse en la Bienal Iberoamericana de Diseño 2020 (BID20). Si bien Corzo pensó en ellos a raíz de otro proyecto, incluyeron su colección de textiles bajo el nombre de Puna Project, que se llevó el premio ex aequo en Diseño y Emprendimiento y la mención en Diseño de Moda, Textil y Complementos, en una edición que se caracterizó por el gran nivel de los participantes.
Aunque recorrieron las diferentes propuestas de manera virtual, y sienten que la conexión con proyectos similares en el mundo se ha hecho más fuerte, extrañan las conversaciones espontáneas de las ferias presenciales. De momento, la pandemia los ha hecho profundizar en el tema de slow production y también en otras formas de consumir de manera saludable: desde comprar local hasta practicar el trueque con otras marcas, tanto similares como de rubros completamente diferentes. La filosofía de Puna, en todos los aspectos de lo cotidiano, se siente bien.
Artículo publicado en la revista CASAS #288