En uno de los penthouses que coronan el edificio que su amigo Mario Lara construyó hace dos décadas, la artista Patica Jenkins vuelve sobre las anécdotas que rodearon esos años. 

Por Giacomo Roncagliolo   Fotos de Jaime Gianella

El proyecto surgió a fines del siglo pasado, por iniciativa de la artista plástica arequipeña Patica Jenkins y su familia, quienes, guiados por el arquitecto Mario Lara, acordaron comprar un terreno frente al mar, en el Malecón Pazos de Barranco, para construir un edificio multifamiliar en el que cada uno pudiera tener su propio departamento.

Lara

La pared del segundo piso fue la única que Patica se atrevió a pintar, guiada por una intuición que la hizo elegir un verde menta muy sutil. El resto de muros conservó el blanco original, como lienzo para sus cuadros llenos de color.

Patica eligió uno de los penthouses, por la sensación de libertad que le da vivir en el último piso, la vista espectacular y porque, en sus palabras, “no le gusta tener a nadie en la cabeza”. También hubo de conseguirse al resto de compradores. Fue una etapa larga en la que los planos se fueron modificando para ajustarse a los requerimientos de quienes, a fin de cuentas, eran los financistas del proyecto. “No fue fácil”, recuerda la artista. “Pero sacamos adelante un edificio hermoso”.

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Patica Jenkins casa en Barranco Lima Peru. Malecon frente al mar. Edifiocio del arquitecto de Mario Lara.

Por supuesto, no faltaron los contratiempos, como cuando el Instituto Nacional de Cultura detuvo la obra y recortó el número de pisos previsto, o cuando un cargamento de ventanas de PVC traído desde Argentina llegó con los vidrios rotos. “Fueron años de construcción, cuando en el Perú no había las facilidades que hay ahora”, cuenta Patica, quien recuerda a Mario como un caballero con mucha paciencia y sentido del humor, siempre dispuesto a adaptarse a las circunstancias y cambios. En esos años, la relación entre ellos fue de cercanía amical, casi familiar: “Íbamos a su estudio a las nueve de la mañana y nos quedábamos a almorzar. Después, pasábamos el día en la obra, comiendo helados, imaginando y pensando cómo quedaría. Fue un proceso muy creativo”.

Fiel al estilo de Lara: entorno y espíritu interior

Fiel a los principios de arquitectura y urbanismo que han sido eje de su labor durante décadas, Lara diseñó un edificio que supo encajar con la estética de aquella cuadra barranquina, donde ya se elevaba otra vivienda que él mismo había diseñado años atrás. “Queríamos lograr que se consolide la manzana, que una construcción respetara a la otra y que hubiera continuidad”, recuerda Marita Egoavil, arquitecta que fue parte del proyecto en ese tiempo. Así, por ejemplo, la cornisa blanca de la casa vecina, sello característico de muchas de las fachadas del arquitecto, fue tomada como pauta para los volúmenes de la nueva edificación. “Cuando nos llega un proyecto, buscamos estar en armonía con el contexto urbano”, explica Jesús Pérez, otro de los socios del estudio. “Y, si no lo hay, tratamos de formarlo”.

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El diseño del piso de todos los halls fue obra de Mario Lara, quien se inspiró en el tejido de una alfombra que había conseguido en uno de sus viajes. La instalación llevó muchas semanas, pero hoy es uno de los detalles más llamativos del interior del edificio.

Para el interior del penthouse, la artista trabajó con tres decoradoras –Lucha Palacios, Mari Cooper y Marcela de la Torre– a lo largo de años. Eso sí, señala que siempre se ha inclinado por un estilo poco recargado: “Tengo una colección de libros del siglo XIX que heredé de mi abuelo, algunos huacos de mi marido y muebles. El resto son paredes blancas donde pongo mis cuadros”. Aun así, confiesa un atrevimiento: pintar de verde menta los muros de la sala del segundo piso. “Pensé que la decoradora me iba a matar, pero quedó precioso”.

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El diseño del piso de todos los halls fue obra de Mario Lara.

Nace una artista

Fue hace unos doce años que Patica comenzó a pintar. Su obra ha sido enmarcada en lo que se conoce como arte concreto, una corriente que enfatiza la abstracción geométrica y el protagonismo del color. “Creo que soy una colorista”, afirma, sospechando que su relación intuitiva con las paletas viene de su infancia en Arequipa, donde cada tonalidad responde a un recuerdo específico: el azul añil del Monasterio de Santa Catalina, el rojo del rocoto relleno, el amarillo del sol invernal y, por sobre todo, la limpieza de un cielo despejado.

En los años en que Mario Lara diseñó el edificio y sus Penthouses, Patica todavía no se había entregado al arte, pero algo […] Hace pensar que de alguna forma el espacio ya estaba predestinado a recibir sus cuadros.

En los años en que Mario Lara diseñó el edificio y sus penthouses, Patica todavía no se había entregado al arte, pero algo en la limpieza de ese diseño, en las líneas rectas y en las molduras clásicas, hace pensar que de alguna forma el espacio ya estaba predestinado a recibir sus cuadros. “Cada vez que vendo un cuadro, me da pena, porque me encanta cómo se ven en mi casa”, se lamenta con humor Patica, cuyo hogar conserva casi todas las paredes interiores blancas, como un lienzo inacabable.

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Diseño de Mario Lara.

El único cambio que ha realizado sobre lo que Lara entregó es la construcción de una pequeña terraza techada que hoy alberga a su estudio de pintura. Desde allí arriba, con una vista panorámica del mar, en la cima de una arquitectura atemporal, la artista arequipeña encuentra su inspiración y rememora la historia de la amistad que vio nacer su hogar.

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