Al filo de la Costa Verde, un departamento de soltero ha sido el lienzo sobre el cual el arquitecto y diseñador Diego Olivera creó un sueño a medida: ambientes funcionales, con mucha clase, estructurados alrededor de una vida de viajes y descansos frente al mar.

Por Giacomo Roncagliolo      Fotos Marcel Suurmond

El malecón de Miraflores tiene una de las vistas más privilegiadas de Lima: al frente, la caída del sol y una inmensa línea del horizonte; sobre el acantilado, parques de gentil vegetación. Ahora bien, en una ciudad con solo tres meses de verano, esta ubicación también significa neblina y brisa helada. Diego Olivera, arquitecto a cargo del diseño de interiores de este departamento, hizo de ese reto el eje principal de su propuesta: limitar el ingreso de las constantes corrientes de aire y aprovechar al máximo el paisaje.

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La vista panorámica hacia el océano es la gran protagonista del departamento. La propuesta integral de Diego Olivera mantuvo como premisa su máximo aprovechamiento.

El proyecto contempló principalmente toda el área social: sala, comedor y un espacio que el plano marcaba como “terraza”. Este último, a pedido del cliente –y teniendo en cuenta las condiciones climatológicas–, fue transformado en un bar interior. A fin de cuentas, el propietario viajaba fuera del país frecuentemente; los ambientes serían utilizados sobre todo para reuniones con amigos los fines de semana o para íntimas veladas con su pareja.

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La paleta de la sala está compuesta por el beige, un ocre intenso, el negro y el gris. A ella se le sumaron toques de azul como acento.

De cara al océano

Uno de los mayores atributos del departamento era la pared lateral, hecha casi completamente de vidrio. Para potenciar aquella vista panorámica, se revistió el muro opuesto con espejos que la reflejaran. De esa forma, no importa hacia dónde se mire: el océano estará siempre presente. Además, considerando que la incorporación de plantas debía ser muy reducida, dado que no siempre hay quien se ocupe de su mantenimiento, los espejos se encargan de amplificar la presencia exterior de la naturaleza, atrayendo sus colores hacia el interior casi monocromático, donde mullidos cojines salpicados de color de Deco Interiors funcionan como elemento integrador.

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Priorizando la comodidad, el arquitecto de interiores ha diseñado un conjunto de espacios cálidos donde las piezas sofisticadas se encargan de sumar el estilo. La elegante butaca negra de Casa Design, de Mari Cooper, por ejemplo, es tanto un acento cromático como un elemento armonizador y que invita al confort.

Otra de las estrategias fue la elección de sillones con respaldares móviles que permitieran configurar la posición del usuario para colocarse de cara al mar. Esta flexibilidad, además, ayudó a descartar la alternativa convencional, bastante problemática: ubicar estos muebles en el otro lado de la sala, justo al ingreso del departamento, cortando el tránsito en pro de jerarquizar la vista del paisaje.

Construcción de sensaciones

En la antigua terraza –ahora convertida en parte del área interior–, se instaló una barra de altura baja. El objetivo de esta era privilegiar la versatilidad: que en circunstancias cotidianas funcionara como un pequeño y cómodo comedor o desayunador, mientras que los fines de semana pudiera formar parte del engranaje social del departamento. Para la pared posterior, se diseñó un mueble revestido en mármol donde se colocó un televisor y un bar retroiluminado.

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Diseño de interior, Diego Olivera.

En este ambiente también se dispuso un espejo para incrementar la sensación de profundidad, así como para rebotar el entramado de luces que inunda el departamento; a saber: dos luminarias de la marca italiana Flos (una de la línea Arrangements, cuyo escultórico diseño es el gran protagonista del comedor, y otra de la línea Coordinates) y una chimenea horizontal, a gas, con piedras de canto rodado y revestimiento de mármol de Carrara, que envuelve con agradable calidez a toda la vivienda.

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La retroiluminación, el mármol y el espejo detrás del bar refuerzan el brillo de las áreas sociales, otorgándoles una sensación vinculada a lo festivo.

Como explica Diego Olivera, “cuando uno crea un espacio, además de lo estético, además del concepto, tiene que buscar generar una sensación. Personalmente, me gustan más las luminarias que son indirectas. Generan una sensación mucho más cálida, dramática y misteriosa”.

El dormitorio principal fue planteado como una suite de hotel, con una paleta neutra, trabajada en base al degradé de una misma familia de colores.

Finalmente, en el dormitorio principal, el cliente quiso una habitación tipo suite: amplia, con pocos estímulos y que priorizara la comodidad. Para lograrla, se instaló una cabecera de madera de casi cinco metros de largo que juega con la percepción espacial. Asimismo, la pequeña área libre que quedaba debajo de la ventana se reinterpretó como un rincón en dónde sentarse a desayunar o a leer el periódico. Por su parte, el papel tapiz, el mármol, los cojines y todas las piezas de la cama terminaron de cerrar la propuesta monocromática, minimalista, ligeramente nórdica y muy sofisticada del resto del departamento. 

El dormitorio principal fue planteado como una suite de hotel, con una paleta neutra. Diseño de Diego en conjunto con su equipo.

Diego y su equipo lograron tejer los requerimientos del cliente y del espacio con una propuesta que, además de funcional, vibrara con elegancia. En ella, la vena artística está presente, sin gran estridencia, en piezas de mobiliario de gran categoría y diseño. Después de cada viaje, al propietario le espera un hogar cálido y práctico que abraza al mayor regalo del malecón: el magnífico paisaje del mar peruano.

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