En medio de una coyuntura social marcada por una ola de mediáticos feminicidios y en vísperas de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Ana María Choquehuanca, actual ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, se define como una luchadora incansable a favor de las pymes y se siente orgullosa de sus orígenes provincianos.

 Por Edmir Espinoza   

Aunque abocada al sector de las pymes durante casi toda su vida –ha sido empresaria y dirigente gremial, presidenta de la Asociación de Gremios de la Pequeña Empresa Pyme-Perú, y fundadora de la Asociación de Mujeres Industriales (Misur Perú)– la ahora ministra sabe que no es una intelectual o académica de carrera, y en cambio prefiere mantener el perfil de “mujer coraje” o “de choque”, que pretende representar a un feminismo distinto al tradicional, menos confrontacional y más dirigido al empoderamiento de la mujer desde el desarrollo de sus capacidades.

Ana María Choquehuanca sabe muy bien que la cartera que preside es una “papa caliente” y no le huye al reto. Con solo siete meses en el cargo, ya ha sido víctima de virulentas críticas por su perfil conservador y poco activista. Lejos de victimizarse, la ministra asegura que sigue enfocada en su cartera, la misma que tutela el 69% del área social del Perú.

Durante toda su vida profesional usted se ha dedicado a la promoción de pequeñas y medianas empresas. ¿Cómo nace ese interés en el tema del emprendimiento empresarial?

Soy una mujer orgullosa de haber nacido dentro de una empresa. Mi padre, José Domingo Choquehuanca, fundó una empresa de metal-mecánica en 1958, el año en que yo nací. De ahí que el primer recuerdo de mi niñez sea el olor de la grasa de los fierros y tubos. Recuerdo una infancia en la que corría en un espacio entre fierros y metales. Y en ese contexto, uno empieza a amar su entorno. Yo amo los fierros. Me encantan. Quizás si otro hubiera sido el contexto, sería diseñadora de modas o de interiores. Es una afición que me encanta, e incluso estudié un curso de corte y confección a la par de mi labor en la empresa familiar y mi tarea de madre. Pero lo cierto es que crecí enamorada de los fierros y desde muy joven me dediqué a la parte financiera de la empresa. Primero de forma empírica, y luego con mi formación universitaria en la carrera de Economía, en la Universidad Santa María de Arequipa.

Luego vendría su incursión en la dirigencia gremial de las pequeñas empresas.

Mi pasión por la dirigencia gremial y la promoción de las pymes vino mucho después, aunque también fue alentada por mi padre. Fue él quien me metió esa idea de compartir lo que uno sabe, organizarse, hacerse fuerte a partir de la unión de varios pequeños empresarios. Así que un día me reuní con ocho amigas, todas mujeres. Una tenía una ladrillera pequeña, otra, un negocio de tejidos, otra, de calzado, otra, de vinos. Nos juntamos y dijimos: “Hagamos empresa”, y así fundé Misur (Asociación de Mujeres Industriales del Sur), hace más de veinte años. Cada una de nosotras trajo a ocho emprendedoras más y comenzamos con cuarenta empresarias. Y así fuimos creciendo.

Hasta que un día la política llamó a su puerta.

En realidad, nunca lo pensé. En 2003 me llamó un candidato al Congreso de la lista de Lourdes Flores y me propuso postular. Acepté sin pensarlo, pero al final fue una experiencia terrible. El proceso me afectó mucho y prometí que nunca más me metería en el terreno político. Años después, en 2014, recibí la llamada del ahora presidente Kuczynski para invitarme a su casa a conversar. Es ahí donde me invita a postular a la Alcaldía de Arequipa, pero no acepté. Dos años después me llama el jefe de campaña de Peruanos Por el Kambio, y me propone ser candidata al Congreso. Y de nuevo fueron mis compañeros dirigentes los que me alentaron a aceptar, porque entendían que desde el Legislativo se podían hacer cosas concretas a favor de la pequeña empresa. Así que me decidí. Luego vendría el ofrecimiento de asumir la cartera de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), y aquí estoy, haciéndole frente al reto.

En su condición de dirigente gremial y ministra, ha tenido la oportunidad de viajar mucho y ver la realidad del Perú desde una perspectiva más amplia. Luego de toda esta experiencia, ¿qué significa para Ana María Choquehuanca ser mujer en un país como el Perú?

Significa ser una guerrera, de lucha constante. Y afrontar el día a día como un reto inmenso. Pero después de trabajar en tantos lugares del mundo, te puedo decir que la realidad de las mujeres finalmente es la misma. Es pintada con distintas tonalidades, pero del mismo color. Aunque es cierto que en el Perú es más difícil por el machismo imperante. Lograr un trato igualitario en este país cuesta mucho. Pero soy de las que cree en las mujeres y que nosotras podemos abrirnos paso, no de una forma agresiva, sino a partir del desarrollo de nuestras capacidades.

¿Hasta qué punto ser mujer y provinciana es una debilidad o una fortaleza?

Te cuento una anécdota, alguna vez me confesaron las razones por las que fui invitada a APEC como representante del Perú en un espacio llamado Mujeres Exportadoras, en Vietnam, y eran estas: por ser mujer, provinciana, pyme, y por ser de metal mecánica, algo insólito en una zona como el Sudeste Asiático. Imagínate. A veces uno cree que ser provinciano es una debilidad. Y es todo lo contrario. Ser de provincias es una fortaleza y un valor. Porque todos saben que para una mujer provinciana todo cuesta mucho más. Yo estoy orgullosa de mis orígenes y de mi condición de mujer.

A los pocos días de asumir el cargo de ministra, y durante una entrevista televisiva, usted declaró: “Yo no tengo un sesgo feminista”. Su expresión generó 2,4 millones de tuits criticando su postura, y la etiqueta #MinistraFeminismoEs se convirtió en tendencia. Hoy, siete meses después del episodio, ¿qué es el feminismo para usted?

El feminismo es la aspiración de lograr un trato igualitario. Tan simple como eso. Hubo aquella vez una mala interpretación de lo dicho. Pero lo cierto es que mis acciones podían hablar por mí; siempre estuve en la lucha de las mujeres por conseguir su propio espacio. Y si lo dicho ofendió a alguien, y así lo dije en su momento, me disculpo. Mi intención nunca fue minimizar la lucha por la igualdad, sino todo lo contrario.

A pesar de movimientos como Ni Una Menos, y la reciente y masiva visibilidad de casos de violencia contra la mujer, el Perú continúa siendo el segundo país con mayor violencia sexual de la región. ¿Cuál es la tarea del Estado y de la sociedad para atender un problema tan crítico y “normalizado” como este?

Desde el Estado y el gobierno, el compromiso está muy claro. Y estamos enfrentando este reto tanto desde el trabajo de prevención como el de atención. En el campo de la atención, seguimos promoviendo los centros de atención Emergencia Mujer y la Línea 100 para mujeres que sufren violencia familiar o sexual. Y aunque seguimos ampliando los centros de emergencia –tanto en comisarías como ahora en hospitales– queremos trabajar en la prevención, y un buen ejemplo son los cien centros de salud mental comunitaria que está creando el Ministerio de Salud. Hay que trabajar con las masculinidades. Nuevas masculinidades. Trabajar con los agresores, con los adolescentes y los niños.

Y ahí debería entrar a tallar la educación sexual en los colegios.

Exactamente. Hace dos meses firmamos un convenio con el Ministerio de Educación, y hemos empezado a trabajar el tema de la educación sexual, pero entendiéndola en el sentido amplio de la palabra. Romper el tabú y hacer que el niño sepa que su cuerpo es suyo y que nadie lo debe tocar. Que sepa que nadie lo puede amenazar. Que los padres sepan cómo detectar a un niño que está siendo violentado, dependiendo de su edad. Nuestra aspiración era la presencia de un psicólogo en cada colegio, pero por el momento no hay presupuesto. Son sesenta y seis mil colegios. Pero sí podemos contar con la ayuda de la sociedad civil. Las universidades, por ejemplo, podrían involucrarse a través de los estudiantes de Psicología de los últimos ciclos. Como sociedad tenemos un pool de elementos que nos van a permitir hacer este trabajo, que no es solo una tarea del ministerio. Es un trabajo conjunto.

Los últimos sondeos muestran que más del 75% de peruanos desaprueba la gestión del presidente. Esto, sumado a las últimas declaraciones de Jorge Barata, quien reveló que Odebrecht hizo aportes de hasta 300 mil dólares a la campaña de Kuczynski en 2011, no hacen sino seguir deslegitimando y debilitando al gobierno. ¿Hasta qué punto es sostenible el liderazgo del presidente?

Creo que la desconfianza de la población hacia el presidente se debe al accionar de sectores políticos que no le hacen ningún bien al país. Y esto es lamentable. Respecto a lo dicho por Barata, aclaremos: el señor dice haberle entregado a la señora De la Puente 300 mil dólares. No se los entregó al presidente, que en ese entonces pertenecía a una alianza política. La señora De la Puente tendrá que aclarar esto, porque esta suma nunca ingresó al partido. Creo que tenemos que ser responsables, y al margen de poder culpar a una persona, no debemos vulnerar el derecho a la presunción de inocencia y condenar a alguien antes de un debido proceso. No hablo solo por el presidente. Me refiero a cualquier político involucrado. Todos tienen el derecho a una investigación, que esta termine y que las instancias independientes del Poder Judicial y el Ministerio Público hagan su trabajo.

Pero el presidente tampoco ha colaborado demasiado con demostrar su inocencia.

El presidente ya ha manifestado que va a recibir a la Comisión Lava Jato el día 16, así que esperemos a que él pueda resolver todas las inquietudes y que culminen los procesos. Es un derecho de todos los peruanos, aunque lamentablemente hoy vivimos una situación coyuntural que nos es adversa, y que no nos deja trabajar con la tranquilidad que quisiéramos para poderle hacer frente a los múltiples problemas de nuestro país.