El poeta visitó nuestro país para suscribir el acuerdo que permitirá organizar el IX Congreso Internacional de la Lengua Española en 2022 en Arequipa, un evento que analizará la importancia del idioma español como el segundo más hablado del mundo. En esta conversación, reflexiona sobre las transformaciones que WhatsApp y las redes sociales generan en nuestra lengua, el reto del enfoque de género en los eventos culturales y la vida metaliteraria que sostiene en común con la novelista Almudena Grandes.

Por Renato Velásquez Foto de Álex Bryce

Luis García Montero es uno de los poetas más admirados de la generación española de los años ochenta. Su poemario “Habitaciones separadas” es una joya de la llamada “poesía de la experiencia” y, de hecho, él ha sido voceado varias veces como candidato al Premio Cervantes, que entrega el Ministerio de Cultura de España y que nada tiene que ver con la organización que dirige: el Instituto Cervantes, creado en 1991 con la finalidad de enseñar español como lengua extranjera en 187 centros alrededor del mundo (en ciudades como Pekín, Tokio, Manila, Rabat, Berlín, etc.) y difundir la cultura en español (es decir, de todos los países de Hispanoamérica, además de España).

García Montero estuvo en el Perú para visitar Arequipa junto a autoridades de la Real Academia Española, con el objetivo de organizar el IX Congreso Internacional de la Lengua Española en esa ciudad en 2022. Este encuentro académico se celebra cada tres años para meditar sobre la realidad y el futuro del español, un idioma que ya cuenta con 483 millones de hablantes nativos, lo cual lo convierte en el segundo más numeroso después del chino mandarín. “Somos, además, el segundo idioma de comunicación internacional después del inglés”, apunta García Montero.

Luis García Montero (Granada, 1958) dirige el Instituto Cervantes desde agosto de 2018. Como poeta, pertenece a la corriente denominada “poesía de la experiencia”.

El último Congreso de la Lengua Española, celebrado en Córdoba (Argentina) este año, tuvo como eje central la tecnología. ¿Qué tema se tratará en Arequipa?

Será el mestizaje: cómo los idiomas nativos de las Américas han enriquecido al español. En los diarios de Colón ya aparece una palabra en taíno: canoa. Es la primera palabra indígena que pasa al idioma. A partir de ahí, se ha dado una serie de eventos históricos que han hecho que sean muy fecundas las relaciones del español con las lenguas indígenas. Y Arequipa puede ser una buena ciudad para meditar sobre todo esto. Y 2022 puede ser un buen año. Ahora la administración Trump está poniendo en marcha su campaña de “solo inglés” para denigrar a todos los hispanos que intentan llegar a Estados Unidos, y se les avergüenza por hablar español en las escuelas y se quiere poner al español como una amenaza frente a la identidad pura de la patria norteamericana. Frente a esos brotes de intolerancia, utilizar un idioma como oferta de diálogo cultural y mestizaje es importante.

Sin embargo, el presidente de México exigió en una carta, en marzo pasado, que el rey de España pida perdón a los pueblos originarios de México por la violencia de la Conquista.

A mí me gustaría que la comunidad hispánica tomara conciencia de su tradición para apostar por un futuro común y responder a otro tipo de visiones históricas. A mí más que Hernán Cortés me preocupa Donald Trump en este momento. No creo que hoy haya un México puro que tenga que ver con las tribus indígenas previas a la llegada de los españoles. El México del siglo XXI es una consecuencia de la historia de México, y los paraísos naturales no existen. En ese sentido, tenía mucha razón el subcomandante Marcos cuando decía: “Más que a Hernán Cortés, habría que pedirle que pida perdón al PRI, o a los gobiernos mexicanos del siglo XX”. Me parece importante revisar la historia, no para crear relatos del pasado, sino para proyectar compromisos con el futuro. Y deberíamos comprometernos con un idioma que respete los derechos humanos y sea capaz de dialogar con el mestizaje.

Lengua y racismo

Hablando de Donald Trump, hoy Estados Unidos es el segundo o tercer país del mundo con mayor cantidad de hispanohablantes, empatado con Colombia…

Sí. El primer país ahora es México con 130 millones de hablantes, en torno a los 50 millones están Colombia y Estados Unidos, y el cuarto país es España.

Fenómenos como el spanglish, por ejemplo, ¿cree usted que enriquecen o empobrecen a la lengua?
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Mira, el lenguaje está vivo. Ha habido fenómenos de frontera, como el spanglish, de gente de carácter hispano que habla en sociedades anglosajonas.
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Son fenómenos que se han dado siempre y se van a dar. Creo que lo más sensato es el bilingüismo para la comunidad hispánica: que se hable bien español y que se hable bien inglés en zonas donde haya dos idiomas. Y después no asustarse de que, en las rozaduras de esos dos idiomas, puedan surgir peculiaridades distintas.

“Es un tipo de sociedad que genera racismo y miedo”, afirma García Montero a propósito del rechazo al español en Estados Unidos.

No es usted un purista en absoluto.

No, con la lengua no se puede ser un purista. Yo soy poeta. Hay que comprender la necesidad de estandarización que necesita un idioma para llegar a comunicar a todas las personas, pero hacerlo eso compatible con la unidad maternal de la persona que ha creado su yo en un idioma. Y para eso no hay que ser nada purista.

Hay cada vez más reticencia entre las nuevas generaciones de hispanos en Estados Unidos a hablar español, la lengua de sus padres y abuelos que se habla en sus casas.

Eso ha sido una política programada por sectores ultraconservadores de los Estados Unidos. Ya en el siglo XIX, en territorios que eran de origen hispano como California o Texas, se llegaron a realizar verdaderos entierros del español. El español era la lengua materna, pero en las escuelas a los niños no solo se les decía que no se podía hablar español, sino que se ponía la palabra “español” en un papel y se enterraba en un rito, porque la única lengua de la identidad de Estados Unidos era el inglés. Y eso se ha reforzado mucho con la administración de Donald Trump. Es un tipo de sociedad que genera racismo y miedo.

“Tenemos que terminar con una campaña que convierte al español en una lengua de pobres, que ha montado Donald Trump”, advierte.

¿Cómo se puede enfrentar eso?

Creo que no basta con sentirnos muy orgullosos de nuestras cifras y de que a mitad de siglo sea posible que haya tantos hablantes de español en Estados Unidos como en México. Aparte de eso, tenemos que terminar con una campaña que convierte al español en una lengua de pobres, que ha montado Donald Trump. Tenemos que hacer un esfuerzo por convertir al español en una lengua de prestigio en la ciencia, en la tecnología. En las humanidades la tenemos más fácil, porque tenemos una producción literaria enorme.

¿Ortografía en las apps?

Aplicativos como WhatsApp o las redes sociales pareciera que están recreando su propia forma de comunicación. Por poner un ejemplo, entre muchísimos otros, ya casi nadie usa el símbolo de interrogación al abrir una pregunta. ¿Considera que esto es perjudicial para el idioma?

Creo que hay que defender la unidad del idioma sin caer en autoritarismos. Por ejemplo yo, porque estoy educado en otro tiempo, utilizo el símbolo de interrogación para empezar y para terminar. A lo mejor los chavales jóvenes que se están formando en internet acabarán utilizando solo el signo para cerrar. A mí me parece que para mantener la unidad del idioma la ortografía es muy importante. Y, si en algún momento se determina que solo se debe utilizar el signo para cerrar, pues tampoco hay que tirarse de los cabellos si el idioma es lo suficientemente sólido para asumir novedades de ese tipo.

“Es una suerte poder vivir con alguien que se preocupa por cosas parecidas a las tuyas”, dice sobre su esposa, la escritora Almudena Grandes.

Recientemente se inauguró la Feria Internacional del Libro de Lima, con una mesa de la que usted formó parte, y en la que no hubo una sola mujer. ¿Qué opina del reclamo de paridad de género en eventos como este?

Opino que en la sociedad en que vivimos resulta muy rara una mesa donde haya ocho hombres y ni una mujer. Me parece que una de las grandes tareas de la cultura es poner de manifiesto la igualdad entre todas las personas, y eso significa también la igualdad de género. Hemos vivido en sociedades en las que hubo mucha desigualdad entre hombres y mujeres, y tener la precaución de combatir el machismo dando representación a las mujeres en condiciones de igualdad me parece una posición muy sensata. Creo que las mujeres tienen derecho a ser sensibles a los procesos de discriminación que han sostenido. A lo que no tienen derecho es, a partir de ahí, intentar que las buenas causas se conviertan en deformaciones de la realidad.
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Si por el hecho de ser hombre no tienes asegurado el ser buen poeta, por ser mujer tampoco.

Su pareja es la extraordinaria novelista Almudena Grandes. En una relación entre creadores literarios, ¿se enriquecen las obras de ambos?

Sí. Es una suerte poder vivir con alguien que se preocupa por cosas parecidas a las tuyas. Yo creo que es fundamental la admiración: admiro mucho a Almudena y a Almudena le gusta mucho la poesía también. Está muy bien, cuando acabo un poema, tener a alguien a quien dárselo, y cuando ella acaba una novela también. Tenemos nuestra vida diaria de cada pareja: cómo nos organizamos para comer o criar a nuestros hijos, y después tenemos nuestra convivencia literaria: lo que te acabo de contar. Como hay mucha confianza, se puede opinar con toda sinceridad; y, como hay mucha confianza, se puede tomar la decisión que sea sin ofender al otro.