Game of Thrones ha acostumbrado a la audiencia a la muerte repentina de sus personajes favoritos. Para la comunidad LGTB, sin embargo, las tragedias “inesperadas” son cosa de cada episodio en una tendencia televisiva conocida como «Bury Your Gays» (entierra a tus gays). Hoy, sin embargo, una revuelta iniciada por los fans en internet, parece estar creando un nuevo panorama en Hollywood.
En marzo de este año un episodio de The 100, popular serie sobre la humanidad sobreviviendo en un futuro post apocalíptico, desató una conmoción. Lexa, personaje recurrente abiertamente homosexual, fue alcanzada por una bala perdida. En una escena digna del mayor de los melodramas, el personaje murió en los brazos de su novia, con quien acababa de protagonizar una escena de sexo tan solo minutos atrás. Todos saben lo que es ver a su personaje favorito morir en una serie, pero esta no fue una muerte más. De quejas sueltas en plataformas como Twitter y Tumblr se originó un movimiento bajo el hashtag #LGTBfansdeservebetter (los fans LGTB merecen algo mejor), que no solo hizo al productor del show, Jason Rothenberg, dar unas forzadas disculpas públicas tras perder más de 15mil seguidores en Twitter, sino que logró recaudar más de 125mil dólares para The Trevor Project, fundación para la prevención de suicidio en adolescentes homosexuales.
En lo que The Hollywood Reporter ha denominado «los fans peleando por renovar la televisión», han surgido diferentes asociaciones que buscan cambiar la forma en la que las minorías son representadas en pantalla, especialmente las mujeres. Según la BBC, tras la siguiente emisión de The 100, el hastag #LGTBfansdeservebetter fue tuiteado más de 280,000 veces en un movimiento sin precedentes. Si bien el fenómeno se vio impulsado por la más que inadecuada reacción de Rothemberg, quien activamente invitó a fans LGTB a ver la serie y en repetidas ocasiones afirmó que la tendencia «bury your gays» no ocurriría en The100, esta es la primera vez que el descontento sobre un show y el activismo se encuentran con resultados tan extraordinarios. No solo se recaudó una suma importante para una de las organizaciones más significativas para el movimiento gay, sino que se inició una conversación en la que, además de productores, están participando anunciantes y otros inversionistas.
Lo cierto es que hay una historia de elusivos «finales felices» detrás. El fenómeno tiene su origen en 1930, cuando el Código Hays obligaba a cualquier contenido que incluyera una relación homosexual a «castigarla» al final de la trama. La idea era que siempre después de una escena de romance homosexual, alguno de los personajes muriera, tal como ocurrió en The 100. Desde que comenzaron a aparecer personajes LGTB con más frecuencia en la televisión estadounidense hace unas dos décadas atrás, esa misma forma de historia ha terminado con las vidas ficticias de 146 mujeres y 109 hombres, a pesar de que el código ya no está en vigencia. Solo 4% de todos los personajes en la televisión (tomando en cuenta apariciones únicas) no son heterosexuales. De ese porcentaje solo alrededor de 18 parejas gay han tenido un “final feliz”.
Aunque existe menos homosexualidad femenina que masculina en la pantalla, las mujeres llevan la delantera en cuanto a muertes en la ficción. Este año, a Lexa, se suman Rose, de Jane the Virgin; Camilla, de Empire; Kira, de The Magicians; Delphine, de Orphan Black y Denise, de The Walking Dead. Sin embargo, series como Modern Family, Orange is the new black, Glee o The New Normal parecen estar cambiando el panorama. De igual forma, en América Latina el número de personajes gays continúa en aumento, ejemplo establecido por las novelas brasileñas, cuyas parejas del mismo género suelen acabar comiendo perdices como el resto de personajes no malvados. La televisión es esencial en la construcción de una cultura de tolerancia. En una encuesta realizada por The Hollywood Reporter en Estados Unidos, 27% de los encuestados declararon haber cambiado su postura sobre el matrimonio homosexual, y estar ahora a favor, gracias a series como Modern Family.
Por Alejandra Nieto