Hoy estamos en la revolución de los alucinógenos, como el LSD o el Ayahuasca, pero especialmente de los hongos. Esta es la experiencia que tuvo un amigo con los famosos hongos mágicos, compuestos por 200 especies oriundas de Sudamérica, México y Estados Unidos. 

Por Diego Molina

“Estaba en la playa. Súbitamente, un cangrejo empezó a bailar al ritmo de Jeep Blues de Duke Ellington que sonaba en el equipo. Me sentí relajado y divertido con la situación. Del cangrejo pasé a mirar el cielo, donde las nubes conformaban un hermoso caleidoscopio gigante. Había figuras y patrones también en la arena. Lo que me rodeaba tenía un sentido superior. Llegó el atardecer, y aparecieron los colores más maravillosos que nunca vi. Se abrieron las nubes y el Sol se presentó como una manifestación poderosa de vida y todo bailaba a su alrededor. – Solo falta que aparezca Dios- pensé. Me sentí contento de estar vivo. Ya oscureciendo, fui al mar. Era como sentirlo por primera vez. Él era consciente de mi, pero yo también era el mar. En esa epifanía, recordé a mis abuelos que fueron como mis padres. Sentí que los extrañaba, que los quería mucho. Sentí también culpa por no haber disfrutado más de ellos. La culpa apareció y se disolvió con una voz que me dijo: – tus abuelos están bien-. Entonces lloré de alegría, de lo maravilloso que es el mundo cuando se vive así. Esto es lo que puedo decir con palabras, porque es imposible de contar. Cambié ese día, para bien. Fue un game changer.”

Esta es la experiencia que tuvo un amigo con los famosos hongos mágicos, compuestos por 200 especies oriundas de Sudamérica, México y Estados Unidos. Favoritos en Caral, primera civilización americana, y llamados “carne de los dioses” en Mesoamérica. Hoy estamos en la revolución de los alucinógenos, como el LSD o el Ayahuasca, pero especialmente de los hongos.

La Psilocibina, su componente activo, se investiga en la Universidad de John Hopkins por sus efectos antidepresivos, contra el estrés post-traumático y las adicciones, para lidiar con la cercanía de la muerte o el fallecimiento de un familiar. Los resultados son increíbles. Por ejemplo, largas depresiones que desaparecen en 4 semanas y sin los efectos secundarios de los antidepresivos.

La Psilocibina reconecta zonas del cerebro, inflama los filtros de los sentidos (permitiendo mayor experiencia sensorial), reduce el autoenfoque exagerado, facilita los procesos de adaptación, permite que salgan a flote miedos y otros guardados del inconsciente. Dos tercios de los voluntarios de John Hopkins dijeron que fue una de las experiencias más importantes de sus vidas.

“Que una sola dosis de un medicamento produzca este tipo de resultados dramáticos y duraderos es algo sin precedentes en la psiquiatría”, dice Stephen Ross, director clínico de NYU, a ”Scientific American”. “La magnitud del efecto fue casi cuatro veces mayor de lo que los estudios clínicos han demostrado utilizando los antidepresivos convencionales (…) es un game changer”, declara Alan Davis, PHD, docente de Psiquiatría de Johns Hopkins. Siendo ilegales, el FDA americano podría aprobar su uso, dando fin a una absurda persecución. Abriendo también una industria valorizada en US$7 mil millones según “El País”.

“Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería al hombre como realmente es: infinito”, escribió William Blake. Parece que hemos encontrado cómo. Cuando le pregunté a mi amigo qué hacer con los hongos mágicos, respondió: “Debería ser un derecho humano amparado en la Constitución, todos deberían probarlo alguna vez. Seríamos un país más feliz”.

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