“Nuestro orgullo no está en cuarentena”. Aunque bramado en clamor de lucha, este lema, lamentablemente, se ha escuchado más como una súplica de la población trans de Lima, la más vulnerable y afectada de la comunidad v durante el confinamiento obligatorio a causa del COVID-19. Sobre esto y sobre la importancia de forjar espacios laborales formalizados, conversamos con Gabriel de la Cruz, director de la ONG Presente.
Por Eliana Fry García-Pacheco
Supe de Gabriel de la Cruz a inicios de la década de 2010, pues él formaba parte del colectivo escénico Tránsito, grupo de jóvenes teatristas que indagaban sobre la creación colectiva para construir una dramaturgia propia y muy peruana, que les permitiera, desde la primera persona, denunciar aquellos hechos sociales y políticos que ya no podían ocultarse.
Esta experiencia catalizó que en 2014 Gabriel dirigiera “Desde afuera”, su primera obra testimonial. Recuerdo haber salido de la función tan confundida como conmovida. En el escenario, cinco no-actores de la diversidad sexual contaban sus historias de identidad de género, de fragilidad, de sexualidad, incluso de transición corporal y, por supuesto, de violencia y discriminación. Fue, además, la primera vez que realmente me enfrenté a la disparidad, complejidad y pluralidad de la comunidad LGTBIQ+.
Acceso denegado
No es una novedad que existe una carencia gubernamental de metadata que ayude a gestar políticas de Estado. Recién en 2017, a pedido de los congresistas Carlos Bruce y Alberto de Belaunde, el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática) realizó la primera encuesta virtual para personas LGTBIQ+, en la que se indagó sobre las características sociodemográficas, de vivienda, percepción sobre su condición y conocimiento de sus derechos. Respondieron poco más de doce mil personas, siendo el 72% de estas muy jóvenes: entre los 18 y 29 años.
Los datos recogidos invitan a ser leídos con sumo cuidado, haciendo fuerte incidencia en el contexto. Recordemos que fue un sondeo virtual, lo que implicaba tener acceso a un dispositivo con internet. Por tanto, el grueso de participantes residía en Lima.
Aunque puede verse la variedad de rubros laborales a los que ahora acceden, como el científico o intelectual o, incluso, cargos importantes en empresas privadas, lo cierto es que el grueso sigue estando compuesto por trabajadores independientes o de oficios menores e informales.
“El trabajo –explica Gabriel– es lo que te da la oportunidad de crecer tanto personal como profesionalmente, es lo que te abre oportunidades, lo que te permite desarrollarte y disfrutar, tener otras expectativas para tu vida. Pero en la comunidad hay una gran restricción en este ámbito no solo por la hostilidad y la violencia, sino porque hay otro grupo, el de les trans, donde la gran mayoría no ha terminado la educación primaria, ¿te imaginas?, y que, encima, no pueden acceder a un trabajo por su expresión de género”.
En esta línea, las cifras que maneja la Universidad Cayetano Heredia a través de su proyecto “Únicxs”, indican que, en Lima y Callao, hacia el año 2012, 22.500 mujeres trans (es decir, personas que se identifican como mujeres, pero cuyo sexo asignado al nacer fue masculino) vivían en Lima. De estas, 89% no tiene ningún tipo de seguro de salud, una de cada tres vive con VIH y el 70% vive del trabajo sexual debido a la falta de oportunidades, colocándolas en situaciones degradantes y humillantes.
Y, durante la pandemia, ni siquiera pudieron realizar esta actividad por el peligro a contagios del COVID-19. Tampoco pudieron trabajar como estilistas o como vendedoras en mercados o jaladoras en Gamarra que, como bien apunta Gabriel, son los otros grandes grupos de labores a los que pueden acceder. Ese ha sido el caso de La Casa Trans de Lima Este, que alberga alrededor de sesenta mujeres trans. En estos meses, Gabriel gestó la donación de cerca de sesenta canastas semanales que les permitieran sobrevivir.
“No tenían ni para comer, son mujeres que están en fuerte situación de pobreza. Incluso hubo varias que venían caminando desde Santa Anita u otros distritos para poder llevarse su canasta. No puede ser que el Estado no tenga programas para ellas, siendo una de las trece poblaciones vulnerables identificadas por el mismo gobierno. Por ejemplo, no han podido acceder a ninguno de los bonos de ayuda humanitaria. ¿Y sabes por qué? Porque no tienen un documento de identidad que las represente.
Sí, pueden ir con su nombre legal, pero lo cierto es que se les discrimina por no parecerse a su foto. Hay que entender que no están ahí porque quieren; el Estado y la sociedad, así como está estructurada, las ha confinado a ese lugar de marginalidad”, sentencia.
My name is what?
En efecto, este mismo estudio de “Únicxs” señala que el 10% de personas trans no tiene DNI. Pero sobre este documento pesa otra grave situación: aceptar el cambio del nombre social, el nombre con el que quieren ser reconocidos. Por ahora, esta petición debe solicitarse a través de una demanda judicial; es decir, un juez decidirá si le permite o no al Reniec proceder con el cambio legal de nombre. Un engorroso proceso que podría eliminarse si se aprobara la Ley de Identidad de Género.
Presentada en octubre de 2016 por las excongresistas Indira Huilca y Marisa Glave, hasta el día de hoy no ha sido debatida por el pleno, colocándonos –nuevamente– entre los pocos países que no tienen legislación a favor de les trans. Valga resaltar que, como nos explicó Indira, la ley fue muy participativa en su creación, contando con el apoyo de diversos colectivos y realizándose a partir de mucho trabajo de base con el fin de favorecer certeramente las necesidades de esta población. Incluso el borrador de la ley se sometió a discusión y consulta para que ninguna arista quedara sin inclusión.
“Nosotras sabíamos que no se iba a debatir inmediatamente”, nos detalla Indira. “Esto nos permitía preparar bien la campaña de incidencia, garantizar que por lo menos las opiniones técnicas de los sectores del Ejecutivo fueran favorables. Estos eran el Ministerio de Justicia (que tiene que cumplir su rol rector de proteger los derechos humanos), de la Mujer, y, eventualmente, el Poder Judicial, porque, como todo el procedimiento del cambio de nombre se hace a través de ellos, lo lamentable es que ellos tienen ya una posición al respecto.
También el Reniec, porque ellos arguyen que no pueden hacerse cambios sin un marco legal. La idea de todo esto era generar un debate sobre argumentos y no uno que se entrampara en posiciones ideológicas en el sentido más estrecho. Es innegable que hay personas en la administración pública que tienen una idea ya hecha y cerrada debido a creencias de índole religiosa, lo que parece tener más fuerza que cualquier argumento legal, jurídico o sobre derechos”.
Tristemente, entidades como el Ministerio Público o el Poder Judicial se abstuvieron de opinar abiertamente. Se sumó a la crisis política que Marisol Pérez Tello dejara de ser la titular de Justicia y todo lo avanzado quedó en nada. El nuevo gabinete dejó de lado la agenda de derechos humanos, Mercedes Aráoz entró a la PCM y todos los asuntos se centraron en el indulto a Alberto Fujimori.
Indira continúa: “Perú es parte del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que en la práctica establece que los países suscritos deben tener legislación vinculada a la población LGTBIQ+. Esto debería bastar para ejecutar esta ley. Lo que falta es que alguien exija que ese tema se ponga en agenda. No puede ser que haya personas que no tengan acceso a un DNI con la identidad con la que viven cotidianamente y que puedan usar este nombre en todo: contratos, fotochecks, trámites antes organismos como la Sunat, la Sunarp, servicios de salud y un largo etcétera”.
Sociedad multicolor
Entendiendo (y habiendo sufrido) esta problemática es que Gabriel, en 2017, funda la ONG Presente, para aportar institucionalidad a la comunidad LGTBIQ+ e insertarla en espacios formales de trabajo. Así, dedicó los primeros años a posicionar Presente como los especialistas en temas de diversidad y políticas inclusivas para el sector privado, asociándose con organizaciones en Estados Unidos o fundaciones en Chile que ya tienen normativas de este tipo.
Presente no solo capacita a empresas, sino que ha creado una certificación corporativa que asegura mejores lugares de trabajo para el talento LGTBIQ+. La primera postulación se lanzó el año pasado y fue solicitada por noventa empresas y cinco organismos del Estado, siendo otorgada solo a dieciocho (principalmente call centers, estudios de abogados y pequeños negocios en diversos rubros), a la OEFA (Organismo de Evaluación de Fiscalización Ambiental) y al Indecopi.
Todes para UNX
¿Recuerdas cuando en el colegio llamaban lista? ¿Qué decías cuando escuchabas tu nombre? ¡Exacto, exclamabas “presente”! Porque existías, porque ese nombre te representaba y los demás te reconocían por él. Y era un acto de reafirmación inconsciente que sucedía cada mañana. Imagina ahora cómo hubiese sido temer a ese ejercicio, ser cuestionado por la supuesta incongruencia que existe entre cómo te ves y cómo te llamas.
Gahela Cari, mujer trans que postuló al congreso para el periodo 2020 2021, afirma que lo que nos toca hacer a todos es “pedagogía política”, que no es más que educar al que tenemos al lado, ser activistas en nuestro mundo cotidiano porque, para ella, “si no luchamos juntos nos van a matar por separado”. Gabriel concuerda e insiste que no es posible que, con todo lo que parece haber avanzado la humanidad, nuestra capacidad empática sea nula; por ello celebra que hoy, más que nunca, la lucha contra el machismo, la homofobia y la desigualdad esté tremendamente exacerbada.
“Mira el caso de Sofía Mulanovich, que no puede aparecer como madre de su hijo. No puede ser que cuando mi pareja se enferme yo no pueda preguntar por su estado de salud porque para el Estado no soy familiar directo sino un amigo, o que si yo fallezco mi pareja no pueda acceder al patrimonio que construimos en conjunto.
No podemos hablar de igualdad mientras nosotros tememos y nos preocupemos por aquello que los demás consideran como dado”, culmina Gabriel. Pero en este llamado de atención no hay pesar. Sabe que su fuerza es capaz de derrumbar nuestro conservadurismo.
Isa Abad Pinedo
Hombre trans, 23 años
«Soy una persona trans con demasiados privilegios. El primero es que mi familia no me discriminó ni no me expulsó de la casa, como ocurre con la gran mayoría que decide transicionar. El segundo es concluir mi educación universitaria y el tercero, contar con un trabajo estable. Hoy soy comunicador audiovisual, me dedico a la posproducción de sonido para cine y soy docente de mi universidad, la PUCP.
Sé que esto suena como normal para los demás; para nosotros es un verdadero logro. Hagamos un poco de historia: la población afrodescendiente tiene menos de cien años de ser considerada como humana, igual a cualquier persona blanca; las mujeres cisgénero eran para el Estado propiedad de sus padres o sus maridos antes de la ley de 1955, que le otorgó ciudadanía y derecho al voto. Como vemos, el Estado es renuente a darle derecho a las poblaciones más vulneradas. Y todos estos triunfos legales son, en verdad, batallas ganadas contra la discriminación.
Pero el pensamiento de discriminación no va a cambiar a menos que se cambie la educación y se trabaje por reducir esa brecha diferencial entre las poblaciones menos favorecidas y las que no lo son. Por eso, es fundamental la educación con enfoque de género que permita reducir los prejuicios y la violencia desde temprana edad. La Ley de Identidad de Género no es un pedido de favor, es una exigencia de justicia para que el Perú respete el Tratado Internacional de Derechos Humanos, el cual garantiza la igualdad, la libertad y la seguridad de todos.
Lamentablemente, la aprobación de esta ley no significa cambiar la violencia que la sociedad rige contra nosotres, pero al menos se nos va a permitir desarrollar derechos fundamentales, como el acceso al trabajo formal, la educación y la salud, y de denunciar los casos de abuso y discriminación como cuando la Policía y las Fuerzas Armadas denigraron y violentaron a las mujeres trans durante el estado de emergencia sanitaria.
Es urgente que dejemos de prestar atención a cómo se ve un cuerpo o valorar a las personas por sus genitales en vez de por cómo vive socialmente y cómo experimenta la sociedad. Pero vivimos en una en la que se mira el cuerpo de las mujeres. Si se descubre que este cuerpo no es cisgénero, se le violenta. En cambio, a los hombres se les ve de reojo, no se les mira dos veces. Yo “paso” como hombre. Pero me ha sucedido que, cuando me han reconocido trans, me han perseguido, amenazándome con golpearme, exigiéndome ser “machito”. Afortunadamente soy deportista y logré escaparme».
Gianna Camacho García
Mujer trans, 35 años
«A mí me dijeron que no existían transexuales profesionales. De chica, de adolescente, yo no podía creer que tenía que escoger entre dejar mis estudios y prostituirme, que era lo que me aconsejaron las trans que conocí en ese entonces, todas trabajadoras sexuales. En ese momento decidí planear mi vida, pues quería tener una profesión. Acabé periodismo en la Escuela Jaime Bausate y Meza, trabajé muchos años en ello.
Me fue muy bien, me independicé, vivía en un lugar muy bonito y cómodo. Pero no era feliz. Hasta que decidí dejarlo todo aun sabiendo que cuando lograra mi expresividad de género (verme como mujer) muchas personas me iban a discriminar más. Pero no me importó. De hecho, como ‘backup’ estudié maquillaje profesional.
Tal y como pensé, después de mi cambio, todas las puertas que tuve abiertas se me cerraron. Igual busqué a aquellas personas más ‘open mind’ que conocí. Me apoyaron, me dieron trabajo en mi carrera… aunque trabajando desde mi casa. Desde entonces me dedico a la comunicación digital.
Pero también al activismo y formo parte del proyecto “Únicxs” del Centro de Investigación de la Universidad Cayetano Heredia. Son super complicadas las reglas de juego social que se nos impone. Es una cadena de vulnerabilidades en un Estado que sigue olvidándonos. Y esta cuarentena no ha hecho más que evidenciar la urgencia de planes y políticas específicas para la población trans»