La metrópoli colombiana que se asienta en el Valle de Aburrá, elegida en 2013 como la “ciudad más innovadora del mundo” por el Urban Land Institute, no solo goza de uno de los mejores climas del mundo y de un sistema de transporte masivo digno de elogio, sino también de propuestas culturales que la convierten en un destino imperdible.
Por María Alejandra López Fotos cortesía del Bureau de Medellín
Se dice que “aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. En el caso de Medellín, este proverbio popular no podría estar más arraigado en los hogares paisas (como se les conoce a los habitantes de las regiones colombianas de Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío, noroccidente del Tolima y Norte del Valle del Cauca).
Basta con retroceder unas décadas para recordar que, entre los setenta y los noventa, se gestó el esplendor del Cartel de Medellín con Pablo Escobar a la cabeza. Si bien los habitantes han podido sobreponerse a esos años de violencia, en los que también entraron a tallar grupos paramilitares, los paisas se oponen a olvidar su historia. Al contrario: buscan conocerla para que no vuelva a escribirse con sangre.
Y vaya que van por buen camino. Hoy en día, la ciudad recibe a más de 300 mil turistas al año (en contraparte a los más de 70 mil que la visitaron en 2008). El crecimiento es sorprendente. Según cifras oficiales de la alcaldía, “mientras que el mundo aumentó a razón del 5% promediando los últimos tres años, Medellín registró un 20% de crecimiento en el mismo periodo”. No en vano en este momento hay 16 millones de hashtags con #Medellín en Instagram…
El pasado se reconstruye
A diferencia de los famosos “narcotours”, que recorren desde las propiedades de Pablo Escobar hasta la casa en la que fue asesinado, la nueva Medellín prefiere apostar por circuitos que honren a las víctimas y no a las figuras del narcotráfico (según Infobae, la serie “Narcos” generó un boom turístico que no ha sentado bien entre los ciudadanos).
En contraparte con el narcoturismo, este 2019 la alcaldía lanzó la campaña “Medellín abraza su historia”, una iniciativa que busca entender los hechos desde el ángulo de las víctimas. Esta propuesta acaparó la atención internacional cuando, el pasado 22 de febrero, se demolió el edificio Mónaco, una propiedad construida por Escobar Gaviria para que su familia radicara en El Poblado, el sector más exclusivo de la ciudad.
Lo que en algún momento fue símbolo del poder del capo de la droga, es ahora un terreno lleno de escombros que pronto se convertirá en el parque Memorial Inflexión en homenaje a las 46.612 víctimas del narcoterrorismo. “Con el parque Inflexión hacemos frente a la memoria, y reconocemos y exaltamos a todas las víctimas de la violencia del narcotráfico”, reveló la arquitecta del proyecto, Carolina Henao.
En esa línea, visitar la Casa Museo de la Memoria es una obligación. Creada en 2006 –a partir de una iniciativa del Programa de Atención a Víctimas del Conflicto Armado de la Alcaldía de Medellín–, este espacio diseñado por el arquitecto Juan David Botero conserva el recuerdo latente de la ciudad.
Entre exposiciones permanentes y temporales, es más que recomendable ingresar a la sala “Medellín: memorias de violencia y resistencia”, una muestra que pone en escena el pasado con relatos, fotografías, documentos, objetos, audiovisuales y textos de memoria.
Entre las visitas necesarias, también destaca el Tranvía de la Memoria. Junto a los doce tranvías que tiene la ciudad, con este vehículo no solo es posible llegar hasta el Museo Casa de la Memoria desde la estación central de San Antonio, sino también rescatar lo mejor del pasado con imágenes alusivas a los valores de la cultura paisa.
La violencia no vence
El urbanismo con planificación social ha sido clave en la reconstrucción de ‘Medallo’. En total, sus cinco metrocables –complementarios al metro– buscan atender las necesidades de transporte de los sectores menos favorecidos. “El transporte público no solo satisface la movilidad, sino que también genera cambios positivos en la sociedad”, asegura el guía de destino Diego García Ortega.
Justamente, la Línea J del Metrocable aterriza en la Estación de San Javier, en la que se ubica la Comuna 13, el barrio popular que en un momento fue considerado “la cuna de los sicarios de Pablo Escobar”, y que actualmente es uno de los puntos turísticos más importantes de Medellín.
Las escaleras eléctricas –un proyecto que empezó en 2010– conectan a los habitantes con las zonas urbanas de la ciudad, y son un importantísimo punto de encuentro turístico gracias a los graffitours: paseos guiados para apreciar los grafitis que se exhiben en las fachadas de paredes y casas. El arte urbano, que ha añadido un matiz especial a una de las zonas más violentas de la ciudad, también habla: los elefantes que abundan en los murales hacen referencia a la memoria de un pueblo sacudido por el dolor, así como las palomas, que vuelan en varias paredes como símbolo de esperanza.
Organizaciones como Comuna Project y Casa Kolacho son vitales para el crecimiento de la comuna. La primera gestiona proyectos artísticos, deportivos y educativos para alejar a los adultos y niños de actividades delictivas; mientras que la segunda busca que los jóvenes se adentren en la cultura del hip-hop antes que en la violencia y el narcotráfico.
Yendo aún más lejos, el apoyo de los paisas famosos también ha sido de suma ayuda. En 2018, Juanes escogió la Comuna 13 para grabar el videoclip de su sencillo “Pa dentro”. “La Comuna 13 es un barrio que ha sido marginado por muchas razones sociales. De alguna forma, quería darle la importancia que se merece con el video”, reveló el músico en una entrevista a COSAS.
Destino cultural
Medellín era una de las ciudades más peligrosas del mundo en los años noventa. “En los primeros dos meses del año 1991 se habían cometido 1200 asesinatos (20 diarios) y una masacre cada cuatro días”, relata Gabriel García Márquez en “Noticia de un secuestro”.
En la última década, se ha logrado revertir con éxito ese estigma. “Medellín tocó fondo”, confiesa Lina Botero Villa, secretaria de Cultura de Medellín. “Desde hace muchos años, se vienen fortaleciendo proyectos culturales. La ciudad ya entendió que el arte y la cultura son aliados potentes para combatir la violencia”, expresa.
Bajo esa directriz, la ciudad apoya iniciativas culturales de carácter gratuito, como el Festival Internacional de Tango de Medellín, que atrae a músicos internacionales y del interior de Colombia; Colombiamoda, una de las citas de moda más importantes de América Latina; y la tradicional Feria de las Flores, que reivindica la labor de los silleteros.
“En los años de mayor violencia, la gente no salía al espacio público por miedo. Estos escenarios se realizan para que las personas de diferentes comunas y barrios se encuentren con un tema en común”, añade Lina. La ciudad también sirve de escenario para eventos internacionales de gran magnitud. Hace unos días fue el centro de la 49ª Asamblea General de la OEA y, en junio, alojó el World Cities Summit.
Si se busca hacer un recorrido cultural, es indispensable iniciar el paseo en la célebre Plaza Botero, considerada uno de los “museos al aire libre” más importantes del mundo. Gracias a las 23 esculturas donadas por el maestro de los ‘gorditos’, la plaza abrió sus puertas en 2000. Hoy es un referente de la ciudad y no es muy difícil ver transitar a cientos de turistas intentando conseguir el selfie perfecto con las esculturas “Maternidad” o “Soldado romano”.
Justo al frente se encuentra el Museo de Antioquia. Si bien el espacio fue creado en el siglo XIX, no es hasta los años setenta que cobra otro protagonismo cuando Botero dona una numerosa cantidad de obras pertenecientes a su colección privada que hoy son parte de la Sala Fernando Botero y la Sala de Arte Internacional (que cuenta con obras de Rufino Tamayo, Max Ernst, Roberto Matta, entre otros célebres artistas).
Para comprender el panorama contemporáneo, el Museo de Arte Moderno de Medellín –en el que encontraron a David Beckham paseando hace unas semanas– cuenta con la mayor colección de obras de la antioqueña Débora Arango, la primera pintora colombiana en retratar desnudos femeninos.
Si se dispone de un poco más de tiempo, una mañana es más que suficiente para viajar en auto hasta Santa Elena, cuna de los silleteros. En el corregimiento, que se localiza a una hora de distancia del centro, se encuentran fincas tradicionales en las que es posible adentrarse a una tradición que se mantiene viva desde el siglo XX.
Aquí los visitantes pueden plantar y recoger sus propias flores, almorzar con las familias silleteras y hasta aprender a armar su propia silleta y llevarla en la espalda. Una visita obligatoria para entender por qué los paisas no temen mirar atrás. Hay legados que no se deben olvidar.
Agradecimientos: @bureaumedellin