Conversamos con la actriz y cantante peruana sobre su exitoso debut en la pantalla grande y su participación en el 7° Festival de Cine La Orquídea, junto a Francis Ford Coppola.
Por Isabel Miró Quesada / Por Rafa Gallar x Artist Management
—Acabas de participar en el 7° Festival de Cine La Orquídea en Cuenca, Ecuador. ¿Cómo fue la experiencia?
—Increíble. Tuve la oportunidad de conocer a Francis Ford Coppola. ¡Qué tipo para genuino! Un hombre de familia. Me decía: “No es que yo haya dejado al cine. Es que el cine me ha dejado a mí”.
—¿A qué se refería?
—Es que él tiene una mentalidad diferente. Viene de una forma de hacer cine más ligada al teatro. Usa miles de cámaras, porque no se quiere perder un gesto, un momento. Y le pone trabas al personaje para impulsarlo a tener reacciones genuinas. Entonces, es lo opuesto al cine de la era digital, que se apoya, por ejemplo, en el recurso del zoom. A él, eso no le parece tan real. Huye de lo mecánico. Ahora, los inversionistas quieren franquicias, minimizar el riesgo: una película que quede igualita a otra que funcionó. Y de eso no se trata. El cine necesita riesgo porque si no es algo muerto. Lo que los espectadores queremos ver es la vida, a las personas sintiendo, y respondiendo ante diferentes circunstancias diferentes.
—¿Cómo conviven estas nuevas formas de producción cinematográficas —como las que viene desarrollando Netflix— con este otro espíritu?
—Francis Ford Coppola lo encuentra peligroso, porque son los algo ritmos los que van decidiendo qué es lo que le gusta a la gente; y eso genera esta repetición de la que hablábamos. Sin embargo, creo que los festivales de cine son la cara opuesta: te dan la oportunidad de hablar de la vida, del cine, del arte, y de hacer relaciones.
—Ahora, que has protagonizado “Yucatán”, una comedia de 20th Century Fox España que ha tenido muy buenas críticas y acogida del público, ¿sientes que tu participación en este tipo de festivales es distinta?
Sí, aunque la película solo se ha visto en España; y hay mucha más gente que ha visto “Club de Cuervos”. Creo que esa serie sigue siendo mi ventana más importante. Y la cuarta temporada, que empieza el 25 de enero, es la más impactante. La escena más fuerte que he hecho en mi vida está ahí. ¡Es una escena que no sé cómo la voy a sobrevivir; cómo voy a salir a la calle, después de las cosas que dice mi personaje!
—¿Qué análisis haces de “Yucatán”, teniendo en cuenta tus expectativas y lo que has podido ver, luego del estreno?
—Ha sido mi primera experiencia en el cine, y entré muerta de miedo, pero con todas las ganas. Ahora, de todas formas tenía esa sensación de “no la cagues, Stephanie, no la cagues”. Lo especial de esta película para mí, era lo mucho que podía significar. Luego, me enteré que eso ocurre con mu chos actores y me dije “Ok, no estoy tan loca. La gente me dice ‘Stephanie tú eres una valiente, no te da miedo nada’. Pero en el momento me muero de miedo, como todo el mundo.
—¿A qué le tienes miedo?
—A no poder cumplir con el deseo del director, a no conseguir lo que se ha imaginado.
—Pero el resultado ha sido todo lo contrario.
—Sí, luego del estreno, me felicitó y me dijo que había estado muy bien, que no tenga miedo porque las críticas habían sido maravillosas. Pero era mi primera película y, además, yo soy muy dramática. Supongo que hay que tener un lado más práctico. Y eso es algo que estoy aprendiendo en esta etapa de mi vida. Antes ya había tenido otras propuestas para hacer cine pero no había querido, porque no me sentía lista. Por eso, si hoy me pregunto ¿qué significó “Yucatán?, es
eso: vencer los miedos y superar mis propias expectativas.
—¿La podremos ver en Perú?
—Sí, porque va a salir como Netflix original, y va a estar disponible en todo el continente americano.
—La última vez que nos vimos, en Los Ángeles, estabas terminando de rodar otro largometraje.
—Sí, “Bad Impulse”, de Michelle Danner y Paul Sorvino, de “The Goodfellas”. Es un thriller intenso, independiente, artístico. La directora me ha felicitado por mi performance, pero no sé cómo va a quedar toda la película. Ella es una directora que ha sido coach de actores muy importantes, como Penélope Cruz. Y yo la quería hacer porque venia de rodar “Yucatán” y esto era todo lo opuesto. El guion es muy cool. No creo que sea una película que me va a disparar pero, en todo caso, no puedo creer todo lo que ha cambiado mi vida en los últimos cuatro años: desde desconfiar de mí y, luego, tenerme confianza. Y re-enamorarme de mi intuición, de mis instintos.
—¿Crees que Chad (Campbell, su esposo), ha tenido alguna influencia en este sentido?
—Chad justo entró en mi vida durante toda esta etapa cambio. Lo que yo llamo la “etapa teórica de mi vida”. Fue un periodo en la que estaba dudando de mí, y quería tener constancia. Venía de trabajar muchísimo y quería parar, reconectar conmigo, y buscar otras cosas que me interesaran.
—En España estuviste estudiando autores clásicos, como Chéjov, Shakespeare…
Eso, por ejemplo, me reconectó desde los adentros. Era poner en práctica toda la parte teórica. Y en español. Porque yo, desde los seis años, siempre había estudiado en inglés.
—Varias serias exitosas, como “Wanderlust” o “La casa de las flores”, desde un ángulo más light están analizando los patrones morales con cierto ánimo de revisar lo que antes se consideraban fetiches.
—Sí. El lado más oscuro del sexo está muy abierto al debate. Lo cual me parece muy bien, porque las líneas que separan lo bueno de lo malo son muy delgaditas. Y esos, justamente, son el tipo de personajes, que me interesan: los que tienen varias capas, que te permiten explorar la naturaleza humana y las relaciones. Nicole Kidman [en BLL] es un personaje cargado de misterio, que está siempre al límite de miles de sentimientos.
—Sé que estás participando de una serie de foros de empoderamiento, en Los Ángeles.
Sí, son unos eventos con paneles y diálogos dirigidos a mujeres, hombres y personas transgénero. Un panel, por ejemplo, se dio con un grupo de mujeres que representan a las agricultoras latinas, que se unieron para enviarle una carta a Donald Trump, y se publicó en “Time Magazine”. Su discurso no es el de la queja, ni la victimización. Intentan explicar su rol en la comunidad, cuentan cómo nos proporcionan alimentos, cuánto ganan y, encima, cómo las tratan por ser inmigrantes.
—¿Alguna vez sentiste prejuicios por ser una actriz latina en Hollywood?
—Siento que los directores y los escritores todavía tienen una idea de la latina como una mujer sumisa y plana. Hace un tiempo publiqué un tweet que decía “you are too beautiful for this role”, que fue algo que me dijeron cuando fui a un casting para el papel de una mujer latina. Nos tienen encasilladas. No nos dan un papel fuerte, de una empresaria, de alguien de éxito… nos ponen de la esposa del narco, o en el de la persona de la limpieza.
—¿Qué se puede hacer para cambiar esto?
—Yo estoy buscando papeles fuertes. Se lo he dicho a mis agentes y mis representantes. No quiero algo que solamente se base en una relación amorosa frustrada entre los protagonistas, que siempre acaba en melodrama.
—¿Esto está cambiando con #MeToo?
—Sí, eso sí ha tenido impacto. Por eso son tan importantes estos movimientos. Y yo misma quiero ser un vehículo de comunicación y de cambio.
—No sé si viste lo que pasó con la Miss Perú. La insultaron el redes sociales.
—Le dijeron que era “una chola”. ¡¿Pero quién lo entiende?! ¡¿Qué me estás contando?!
—¿Recuerdas la portada de [tu sobrina] Alessia [Rovegno] de COSAS, que se publicó en la edición de 28 de Julio? Alborotó las redes porque muchos sentían que ella no representaba a una mujer peruana.
Hay tanto racismo. Hay varias cosas que nosotros todavía llevamos
sobre los hombros, de nuestro pasado, de lo que fue el terrorismo, la inseguridad, las diferencias. Vivimos rodeados de rejas, encerrados, para adentro. Cuando lo que deberíamos hacer es no estar en silencio, si no escucharnos. Lo que se generó con la portada de Alessia fue un debate, una discusión, y todo lo que sea un diálogo me parece genial, una oportunidad para abrirnos y para ver distintos puntos de vista. Porque yo no creo que yo me lo sé todo, para nada. O que tengo necesariamente la razón. Al contrario aprendí mucho de lo que paso. Y también me chocó mucho el impacto de los profesores en lo niños, cuando les trasmiten nociones racistas. Un niño me escribió: “Stephanie, hoy fui al colegio y la profesora nos habló de esa portada, y nos dijo que ¡que cómo era posible, que era algo absurdo! Como si la mujer peruana fuera así. Qué ridículo. Y se echó a reír”. Eso es una manera de alienarnos. Son niños que son muy influenciables, están formando su carácter, mira lo sensible del tema. Claro que vemos colores, pero está en nuestra generación y en nuestras manos cambiar las cargas negativas que puedan estar asociadas a la raza, y que han estado asociadas por mucho años. Y más bien, buscar oportunidades iguales para todos, empezando por una educación igual para todos. Para que sin importar de qué color o raza seas todos podamos hablar el mismo idioma, hayamos leído los mismos libros, y podamos tener las mismas herramientas.
—En cuanto al machismo, una vez escuché un comentario sobre ti y Chad. Decían que cómo podía ser que, si tu esposo estaba en Los Ángeles trabajando, tu estuvieras en otro lado (en ese caso, llevando un master en actuación con Juan Carlos Corazza) ¿Te han llegado ese tipo de apreciaciones alguna vez?
—A mi no me lo dicen, aunque sí lo siento. De todas formas, no me voy a estar preocupando por eso. No me interesa complacer a todo el mundo. Yo quiero hacer lo que yo quiero hacer. Y tengo que ser fiel a lo que siento y pienso. Esa la única manera de ser genuina. De escuchar a esa niña de seis años que actúa por instinto y que siempre me va a guiar en la dirección correcta.