La conocida actriz regresa a las pantallas con Disobedience (Desobediencia), la primera película del chileno Sebastián Lelio hablada en inglés. Coprotagonizada por Rachel McAdams, el filme cuenta la historia de dos mujeres sometidas por la religión ortodoxa judía que encuentran refugio en un apasionado y prohibido romance.
Por Yenny Nun
A los cuarenta y ocho años, Rachel Weisz y su marido, Daniel Craig, más conocido como James Bond, esperan un hijo. Será el segundo para la actriz, que tiene otro hijo de doce años, Henry Chance, con su ex pareja, el director Darren Aronofsky. Ni ella ni Craig son fanáticos de hablar de su vida privada, ninguno de los dos tiene cuenta de Instagram o Twitter y, según confesó ella en una reciente entrevista para The New York Times, no tienen mayor interés en presentar su relación como parte de su “marca”.
La actriz tiene reputación de talentosa e intelectualmente brillante. En su carrera ha tenido todo tipo de roles, desde la heroína hollywoodense en The Mummy hasta la misteriosa activista en The Constant Gardener, el filme de Fernando Meirelles que le valió el Oscar a Mejor Actriz de Reparto en 2006. Su película más reciente es Desobediencia, coprotagonizada por Rachel McAdams y dirigida por el chileno Sebastián Lelio.
En esta cinta, Weisz encarna a Ronit Krushka, una fotógrafa que vive en Nueva York y que regresa a Londres para asistir al funeral de su padre, líder de una comunidad judía ortodoxa. Poco después de su llegada, reinicia un apasionado romance con Esti Kuperman, una mujer atada por las tradiciones religiosas, ahora casada con Dovid, protegido del rabino y primo de Ronit.
La película ha despertado enorme interés, no solo por tratarse de un conmovedor relato de opresión y liberación, sino también porque marca el regreso de Lelio a las pantallas luego de ganar el Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa por Una mujer fantástica, e, inevitablemente, porque el filme incluye una apasionada escena romántica entre las dos actrices que ya ha ocupado columnas y columnas de comentarios.
“La primera vez que me reuní con ellas fue memorable”, cuenta el director. “Estaba nervioso porque, en el fondo, no sabía si iba a haber química entre ellas. Estaba en un restaurante hablando con Rachel McAdams, cuando vi desde lejos llegar a Rachel Weisz. Se sentó y comenzaron a conversar. De inmediato me di cuenta de que iba a haber una gran electricidad entre ambas. El hecho de que sean tan diferentes iba a funcionar perfecto en el juego de atracción y magnetismo que exige la película. Desde mi perspectiva, verlas interactuar fue una suerte de epifanía”, afirma Lelio.
Tu personaje es muy fuerte, parece conocerse bien a sí misma y no le importa lo que piense el resto. ¿Te pareces a ella?
No lo sé… No estoy segura de qué significa ser un personaje fuerte. Ella es rebelde y tiene un reflejo que la hace reaccionar en forma desobediente. Pero de muchos modos tengo la impresión de que es muy débil y vulnerable, y eso, pienso, es lo que la lleva a volver al lugar de donde viene, a cortar de raíz con su niñez, su familia, su religión y su comunidad. Corta con todo y continúa con su vida, pero lo hace en forma coja. Sé a qué te refieres, pero yo la veo un poco distinta. Si estás siempre escapando de algo, no eres realmente libre. Esta película se trata de entender la libertad, y a veces la desobediencia es importante, fundamental. Pero cuando hay demasiada, como en el caso de Ronit, no estoy tan segura de que sea verdadera.
Ojo chileno, mirada universal
¿Cómo fue trabajar con Sebastián Lelio? Esta es su primera película hablada en inglés…
Sebastián habla inglés fluido, y diría que su inglés se hizo mejor y mejor durante la filmación. Él fue el primer director al que le envié el libro (Rachel es también productora del filme), lo que es increíble, porque es chileno, católico y heterosexual. No tiene nada que ver con el mundo que retrata esta película, pero lo leyó, quiso hacerlo, hizo los dos primeros borradores del guion y, luego, trajimos a una dramaturga inglesa llamada Rebecca Lenkiewicz. Sebastián tuvo un fantástico equipo que hablaba inglés a su alrededor. No fue como el caso de Ang Lee, que no hablaba una gota de inglés cuando hizo “Sense and Sensibility” o “The Ice Storm”. Son directores de una cultura diferente, pero con un ojo muy sensible.
Elegiste trabajar con él incluso antes de que ganara el Oscar…
¿Estás tratando de decir que solo trabajo con gente que haya ganado un Oscar?
¿Habías visto alguno de sus filmes?
“Gloria”. Esa película fue sorprendente para mí, porque, como sabes, trata de una mujer de cincuenta y ocho años, de sus deseos sexuales, las miserias de sus citas, las vueltas humorísticas… Aquí voy a generalizar, pero en la mayoría de las películas estadounidenses esa mujer sería una tía o una abuela con dos diálogos en el guion; estaría ubicada en una esquina de la historia. Lo que hizo Sebastián fue tomar a esa mujer madura, revelar su sexualidad y empujarla al centro de la historia. Pensé que era gay, lo asumí así, ni siquiera se me pasó por la cabeza que pudiera ser heterosexual.
Y está casado con una noruega…
Sí, y es una mujer increíble. Sebastián hizo algo parecido con “Una mujer fantástica”, porque una transexual, generalmente, tampoco ocupa el centro de la historia. “Gloria” me pareció una obra maestra, y por eso le pedí que dirigiera nuestra película.
¿Por qué te atrajo una historia de judíos ortodoxos? Todas las religiones tienen sus fundamentalismos…
Podría haberse tratado de la comunidad amish en Pensilvania, por ejemplo, pero todos recuerdan “Testigo en peligro”, con Harrison Ford. Lo que buscaba era la historia de dos mujeres, y encontré muchas que transcurrían en la década de los cincuenta, cuando ser gay era tabú. Hubo algo en esta que me atrajo especialmente, porque ocurre muy cerca de donde crecí, en el norte de Londres, pero no conozco a nadie de esa comunidad, no tuve acceso a ella. Nadie lo tiene, a no ser que hayas nacido allí. Naomi Alderman, que escribió la novela, creció en esa comunidad, la abandonó y se fue a vivir a Nueva York. Es un poco como Ronit, y eso es lo que hace al libro tan extraordinario.
Me parece que uno de los mensajes del filme habla del coraje de desaparecer…
Sí, estoy totalmente de acuerdo. En cierto modo es como “The Shape of Water”, que es un cuento de hadas que habla de que debemos ser libres para amar a quien queramos, ser lo que queremos ser. Para mí, “Desobediencia” habla de lo mismo, pero en una forma más contemporánea.
¿Quieres volver a tus raíces con esta película? ¿Explorar tu religión?
No, no. Estas son personas que viven en un universo gobernado en todo momento, en cada segundo, por la religión. Naomi Alderman cuenta que una de las cosas más difíciles de haber abandonado su religión fue no tener todas sus oraciones en el día, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Dice que empezó a tener ataques de pánico, porque la liberación de ese tipo de religión fue demasiado para ella. Pero esta historia podría haber tenido lugar en cualquier comunidad religiosa cerrada; podría haber sido musulmana o cristiana. No es un filme de judíos para judíos, sino una historia universal. Por eso resultó atractiva para un director chileno.
Tienes un hijo que se acerca a la edad de su bar-mitzvah. ¿Qué le estás enseñando de sus tradiciones judías?
Mi papá viene de una familia judía. Mi mamá fue criada católica, en forma muy estricta en un convento en Cambridge en los años cuarenta y cincuenta. Se convirtió por mi padre. Entonces crecí comprendiendo ambas religiones, aunque no soy una persona religiosa. Lo interesante para mí es lo similares que son estas religiones. Recuerdo haber caminado con mi madre por las calles del norte de Londres y ver pasar judíos jasídicos, que son más religiosos que la comunidad ortodoxa, y comentarle que me parecían tan raros en su vestimenta. Ella me contestó: “¿Por qué raros? No son más raros que un monje o una monja”. Estoy muy interesada en terminar con los prejuicios. Creo que la fe es una cosa maravillosa, pero no la tengo todavía. Quizás algún día encontraré a Dios.
El padre de tu hijo también es judío, ¿lo están criando judío?
Cuando cumpla dieciocho, lo traeré y dejaré que conteste estas preguntas. No creo que quiera que su mamá esté hablando de él. Lo voy a mantener en privado. Por el momento, está yendo al colegio y viviendo su vida.
Tu escena de amor con Rachel McAdams es muy intensa, muy bonita. ¿Cómo te preparaste para ella?
Cuando uno tiene una escena de sexo, a menudo se pregunta si es realmente necesaria para la historia, pero en este caso la película no tendría sentido sin ese momento. Es una escena absolutamente necesaria, porque este filme habla de represión, y cuando estas dos mujeres están finalmente solas pueden expresarse a sí mismas sin limitaciones. Es algo muy emocional para mí, una parte muy profunda de la historia. En términos de preparación no hubo mucho, pero Sebastián hizo un storyboard –la única escena en que hizo algo como eso–, y nos mostró cada imagen. Iba a ser una escena larga. Terminó siendo de seis minutos y nos tomó todo el día filmarla. Hay momentos en que la cámara está centrada en la cara de una mujer y la audiencia debe imaginar dónde está la otra, dónde está su cara, su lengua, sus dedos, descubrir qué está pasando. No lo ves, y eso me parece aún más erótico. De hecho, no hay desnudos. No se trata solo de sexo, sino de sus corazones, de sus almas.