Aún sin cumplir los dieciocho años, la carrera de Thylane se asemeja a la de una supermodelo experimentada. Debutó en las pasarelas a los cuatro, y desde entonces no ha parado de cosechar éxitos y seguidores.
Por Manuel Santelices
Desde que apareció a los cuatro años en la pasarela de Jean Paul Gaultier, Thylane Blondeau se hizo conocida en Francia como “la niña más linda del mundo”. A los siete tuvo su primera sesión de fotos profesional; a los diez causó un escándalo apareciendo como una sugerente Lolita en las páginas de “Vogue”; a los trece obtuvo su primera portada en la revista “Jalouse”; ese mismo año apareció nuevamente en “Vogue”, y a los quince firmó contrato con la poderosa agencia IMG Models, la misma de Gisele Bündchen, Cara Delevingne, Bella Hadid y Cameron Dallas.
Ahora, a sus tiernos diecisiete años, es embajadora de L’Oréal y tiene, como corresponde a una modelo de su generación, más de dos millones de seguidores en Instagram. Su belleza es innegable: su pelo largo –que hoy luce oscuro después de años como rubia natural– sirve de marco a una cara donde destacan sus profundos ojos celestes y una sensual boca.
Tal como ocurrió con Brooke Shields hace tres décadas, su look y su temprana carrera despertaron desde un principio una intensa controversia. En 2011, el “Huffington Post”, hablando sobre su portafolio en “Vogue” París –donde, con apenas diez años, aparecía maquillada y con ropa de adulto–, se preguntó: “¿Cuándo una modelo es demasiado joven?”, y otros medios en Francia y Estados Unidos usaron su ejemplo para abrir un debate sobre la explotación de niñas en el mundo de la moda y la publicidad.
Según el “Huffington Post”, el que se viera “un poco mayor” que los otros niños que posaban junto a ella creó “incomodidad” en los lectores. Pero Thylane nunca ha dado mayor importancia a los comentarios del resto. Está acostumbrada a la atención, que la sigue a donde vaya como una sombra. Hija del futbolista Patrick Blondeau y la periodista convertida en diseñadora de modas Véronika Loubry, la joven modelo ha vivido toda su vida en el ojo público. No conoce otra realidad.
Actualmente divide su tiempo entre St. Tropez, donde creció con su familia, y Los Ángeles, donde combina su carrera con sus estudios en el colegio francés de esa ciudad. De acuerdo a informaciones de prensa, antes de siquiera haber alcanzado la mayoría de edad, ya es dueña de una fortuna propia cercana a los 4,5 millones de dólares.
Una de las claves de su éxito es su misterio. Nadie sabe a ciencia cierta detalles de su vida privada, y no ha concedido nunca una entrevista que pase más allá de interrogantes sobre sus preferencias en ropa y maquillaje (jeans, delineador). En cambio, su mística es cuidadosamente construida con apariciones especiales en semanas de la moda y, recientemente, en el Festival de Cannes, donde sin más armas que un enorme vestido negro y un auto con chofer quitó algo de brillo a estrellas como Cate Blanchett o Penélope Cruz, e iluminó así la alfombra roja para cientos de fotógrafos.