Tras la polémica en la que se ha visto envuelto en las últimas semanas, el cantante acudió el último jueves a la ceremonia de premiación celebrada en Las Vegas. El estado de su voz y su aspecto físico generaron gran preocupación entre sus seguidores.

Bosé de 62 años reapareció en público para presentar el galardón al Personaje del año, distinción que recayó esta vez en la agrupación mexicana Maná. No obstante, todas las miradas estuvieron puestas en el español, quien desde hace algunas semanas protagoniza tremenda controversia, tras conocerse que el escultor valenciano Nacho Palau —su pareja por más de 26 años— había interpuesto una demanda en su contra por la custodia de sus cuatro hijos menores de edad.

Al subirse al escenario del Mandalay Bay Resort de la ciudad del juego, el intérprete de Amante bandido lució un rostro serio y visiblemente cansado. Pero si algo llamó la atención durante su intervención, eso fue la voz ronca con la que pronunció su discurso. A juzgar por las imágenes, le costaba articular las palabras, teniendo que forzar en exceso la pronunciación.

Desde que se hizo pública la guerra legal entre Bosé y Palau, el cantante ha estado alejado del foco mediático. Salvo determinados conciertos y algunas obras de caridad, el artista ha preferido guardar silencio.

Una vida llena de secretos

Lo más impactante del escándalo que envuelve al artista es que nadie —excepto su más cercano círculo— sabía que Miguel Bosé tenía pareja, que este era un hombre, y que ambos habían sostenido una relación de más de dos décadas, que en los últimos tiempos les había llevado a formar una familia. ¿Cómo es posible? ¿Ni una filtración a la prensa? ¿Ni una confesión en algún programa de televisión?

Los rumores sobre su sexualidad han acompañado al ídolo español desde los comienzos de su carrera, cuando aparecía sobre el escenario con su pinta de atractivo bailarín, con mallas, calcetas, un cintillo en la cabeza y entonando letras como “Don diablo se ha escapado, tú no sabes la que ha armado, ten cuidado, yo lo digo por sí”.

Ídolo de millones de adolescentes en los ochenta y noventa, y —quizás en forma calculada o tal vez a su pesar— símbolo gay de “la movida” española y latinoamericana, Bosé ha seducido durante décadas a su público de una forma que se siente al mismo tiempo natural y estratégica.

Miguel Bosé en la presentación de su éxito «Linda», en 1978.

Hermoso como pocos en su juventud, hijo de una estrella del cine italiano y de un famoso torero, ahijado del mismísimo Pablo Picasso, creció bajo la lupa pública desde su niñez y, también, desde un comienzo se mostró extremadamente protector de su intimidad. Eso no hizo más que aumentar la hoguera de comentarios.

En 1961, con su padrino, Pablo Picasso, en el bautizo de su hermana Paola Dominguín. Miguel es el niño de la derecha.

A los sesenta y dos años, el único romance al que se había referido públicamente hasta ahora era un corto affaire con la personalidad televisiva Ana Obregón. En 2005, cuando le preguntaron (una vez más) por su orientación sexual, señaló que era “trisexual”, que aceptaba todo tipo de parejas.

En 2011, en un artículo de portada para la revista gay española Shangay, confesó que se había convertido en padre de los mellizos Diego y Tadeo, concebidos, según dijo, con un vientre de alquiler. Siete meses después llegaron otros dos mellizos, Ivo y Telmo. En esa misma entrevista, el cantante señaló que la suya no era una familia tradicional y que “ser padre soltero sigue resultando algo muy inusual”. De Nacho, ni una palabra.

En 2011, en la portada de la revista española “Shangay”.

Del hogar a la corte

Quizás Miguel Bosé pensó que la idea de presentarse como hombre de familia gay, con una pareja de más de dos décadas, podría afectar su carrera y su imagen de símbolo sexual. Sean cuales sean sus razones, cuesta entender que el cantante haya mantenido al que ha sido su verdadero amor en la sombra. Y cuesta entender por qué ese amor ha decidido ahora asomarse al escenario en forma tan escandalosa, apoyado por una de las firmas legales más prestigiosas de España, y presentar una demanda que destruye como un castillo de naipes el secreto que ambos tanto cuidaron durante años. A todas vistas, la principal preocupación de Palau son sus hijos, que, aunque no son hermanos de sangre, sí se criaron en Madrid junto a él y Bosé.

El año pasado en Disneyland, junto a sus cuatro hijos. El cantante publicó la foto en su cuenta de Instagram.

Hace unos meses, cuando ocurrió la separación definitiva, el cantante se llevó a los dos mayores a vivir a México con él, y los otros dos se quedaron en España con el escultor. Ahora Palau exige que los cuatro pequeños sigan creciendo como hermanos y que él mantenga con todos ellos una relación de padre.

Las cuentas claras

Según expertos legales españoles, todo dependerá de la evidencia que muestren las partes sobre su relación, la que mantienen con los niños y el tiempo que han pasado con uno y otro. También está, por supuesto, el asunto del dinero. Después de casi medio siglo de carrera, Miguel Bosé es un hombre muy rico. Su partida a México, sin embargo, tendría que ver, según la prensa española, con su aparición en la lista de morosos del Servicio de Impuestos Internos español, que lo muestra con una deuda de 1,8 millones de euros.

Junto a Nacho Palau, su expareja, cuando aún había amor entre ambos.

La red de sus inversiones es una telaraña de dinero e influencias. Ni siquiera su mansión de Somosaguas, en Madrid, estaría a su nombre, de acuerdo con informes periodísticos. Todas sus sociedades españolas están cerradas. Y lo mismo piensa hacer con una sociedad de inversiones que, según “El Confidencial”, mantenía en Holanda. Todo parece indicar que la estrella española se prepara para una gigantesca batalla judicial, y que el hombre con quien compartió su vida es ahora su mayor enemigo.