“Yo soy yo todo el tiempo”, asegura Daniela Darcourt, intérprete de éxitos como “Señor mentira” y “Probablemente”. A propósito del lanzamiento de “Ven y dime”, el single con el que está lista para conquistar nuevos mercados, conversamos de todo (literalmente) con la estrella musical del momento.
Por Mariano Olivera La Rosa Fotos Sanyin Wu
Entramos a una casa que además funciona como nido y estudio de grabación. Cosas que suceden en estos tiempos. “Hola”, nos dice un loro muy amable. Se llama Pepe. A pocos metros de él, una piscina llena invita a darse un chapuzón. Estamos en Monterrico y hace calor, pero no hemos venido a disfrutar del verano, sino a que Daniela aliste la maqueta de su nuevo single, “Ven y dime”. Y a conversar con ella, claro.
Nos sentamos en una banca de madera, entre resbaladeras y columpios, en el patio de recreo de un nido vacío que, sin niños ni alboroto, parece cuestionar su identidad. “¿Estás lista?”, le pregunto mientras enciendo la grabadora. “Yo, siempre”, responde Daniela.
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Revisando tu cuenta de Instagram, leí que te defines como una mujer “loca, inteligente, con la mente sucia y la sonrisa fácil”. ¿Por qué?
Llevo quince años de carrera, aunque parezca mentira. Al inicio tenía la inocencia de una niña de 8 años que empieza trabajar. La calle, prácticamente, me hizo conocer todo. He visto a gente drogarse, he visto prostitutas, he visto la vida tal cual era, desde los 8 años. Y mi familia siempre me ha dejado ser libre; me ha permitido caer, sobarme y ver cómo se hacía la herida. He vivido ese proceso. Y siempre he sido muy astuta; por eso digo que tengo la mente sucia: trato de adelantarme a lo que van a pensar, sentir y decir las personas que están a mi alrededor… Tenía muchísimas cosas más para poner, pero traté de resumirlo para no aburrir a la gente.
¿Qué otros rasgos destacas en ti?
Mi vehemencia, mi perseverancia… Me he peleado por decir algunas cosas, para que mi opinión se respete. He trabajado en un ambiente de grandes. Yo fui un cachorrito de león tratando de sobrevivir en una jungla. Siempre he dicho “sí, puedo”; nunca he demostrado miedo. Muestro a esa Daniela que se va a la guerra sin armas, pero por dentro he batallado mucho con el miedo de “¿y si se lo toman a mal?”, porque no me gusta hacer sentir mal a la gente. No soy bipolar, pero sí muy radical. Puedo estar conversando contigo superchévere, viene alguien que no me gusta, agarro mis cosas y me paro. No soy hipócrita ni falsa.
¿Te ha traído problemas ser así, en un país acostumbrado a que la gente no diga las cosas de frente?
Un montón. Creo que los titulares más feos que se han escrito sobre mí son justamente a raíz de eso. Me han inventado problemas. Quizá mi sinceridad y mi frialdad al dar mis puntos de vista me han traído consecuencias amargas. Nunca me ha gustado, y creo que no me gustará, tener la carrera manchada por un escándalo, el que sea.
¿Recuerdas un hecho concreto que ejemplifique lo que estás diciendo?
Básicamente, todo este conflicto desde la farándula, el compararme con una, con otra. En un grupo de veinte salseros, si el número diecinueve hace lo que el número un nunca pudo hacer, empieza la comparación… ¡Siéntete bien de que está saliendo al mundo! Están conociendo tu bandera y están respetando a un género que mucha gente –y esto lo digo muy honestamente– cree que ya está olvidado. He visto titulares como: “Daniela hace lo que tal persona no puede lograr” o “lo que nunca logrará”. ¿Cómo dicen eso? Sea que lo pagas, lo dejas de pagar, lo haces tú misma o tu vecino tuvo el contacto que te llevó, no importa: la cosa es que llegaste. A mí no me gusta hablar mal de nadie, y la gente que me rodea lo sabe.
Estamos en un país acostumbrado a todo lo amarillo, al escándalo, al chisme, y no digo que seamos el único, pero hay ese morbo que se vende… Por eso, de un tiempo a esta parte, decidí mantenerme al margen. Yo no odio a nadie, no le deseo el mal a nadie; al contrario, trato de ser ‘amor y paz’ todo el tiempo. Quiero motivar a mi gente, a mi país, a cambiar esa metodología de que, mientras más escándalos haya, más artista eres, que es una completa ridiculez. Por eso estoy aquí sentada en la tranquilidad de este jardín y le muestro a la gente el día a día de una artista, también, porque siento que eso nos hace más reales. Al final se cierra la cortina, se apaga el escenario, tú eres Mariano y yo soy Daniela.
No te sientes rival de nadie.
Nada. Hoy por hoy, estoy más preocupada por terminarme mis tres litros de agua al día que por intentar pelearme o buscar la sinrazón. Cumplo lo que predico. Digo “soy así” y, disculpando la expresión, “a la mierda el resto”. Si yo me siento bien, te voy a dar algo bueno, voy a hacer bien mi trabajo, me voy a sentir cómoda, lo vas a percibir y te va a gustar.
¿En algún punto te ha amenazado el ego?
Hay algo que me gusta, pero a la vez me fastidia: que la gente me diga: “¡Qué linda eres; qué supertalentosa!”… Siento que me voy haciendo chiquitita; toda la vida fui así. Ponme a cantar para veinticinco mil personas y yo te canto, te hago el ‘showsazo’. Ponme a cantar para tres y ‘me hago la caca’. Hay más margen de error, de que me escuchen bien; entro en ese drama. En algún momento, cuando estuve en Son Tentación (entre los 19 y los 20 años, aproximadamente), dije: “Estoy en una de las mejores agrupaciones del país, la gente nos contrata un montón, viajamos, tengo un ingreso mucho más fluido que cualquiera de mi edad”… Y empecé a vivir mi vida loca.
En ese proceso recuerdo que un día estaba tomando en mi casa con unos amigos y me miré al espejo. Tenía un espejo muy chiquito en el baño. Me quedé mirándome como diez o quince minutos; fue como si hubiera entrado en trance. “Daniela, qué estás haciendo con tu vida”, me dije. Esa semana fue bastante dura y difícil para mí; recuerdo que no quería ni trabajar. Además, había salido de una relación un poco extraña. Dije: “La vida no es esto, no es si tengo dinero, si estoy en un buen lugar, si estoy en un grupo… No soy la última chupada del mango”. Y desde entonces mi percepción y mi perspectiva cambiaron mucho. No me creía ‘la cagada’, como decimos en el barrio, porque no llegué a ese punto, pero creo que sí estuve así en el comienzo y me di cuenta a tiempo.
¿Vas a terapia?
Fui en algún momento, del psicólogo al psiquiatra. Pasé por un periodo de depresión que me duró, más o menos, entre cuatro y seis meses. Cuando empecé como solista, la fama me abrumó muchísimo. Aparte, las personas que en ese momento me manejaban quizá cometieron muchos errores. “Esta es la lista de lo que tienes que hacer”, me dijeron. Prácticamente me anularon. Desde el hecho de hacerme las uñas –ya que odio las uñas largas– a tener que estar siempre peinada, maquillada, no poder subir una historia a Instagram, no poder ir a un lugar, cerrar las piernas, cruzar los brazos, comer con cinco tenedores… Me metieron en una caja de cristal. Eso fue lo que le dije al psiquiatra: “Doctor, me siento en una caja de cristal, puesta en una cosa superalta desde la que veo a la gente pasar, y la gente me saluda y yo quiero salir, pero no puedo porque no me dejan.
Y eso me está matando, me está consumiendo… Me siento sola”.Y él me dijo: “Mira, te he escuchado y agradezco que no te hayas hecho daño nunca; lo pensaste, pero no llegaste a ejecutarlo. Dices que te sientes sola… Hay algo que tengo que decirte: no es que te sientas, tú estás sola”. Fue como un baldazo de agua fría para mí. Todos los seres humanos estamos solos, venimos solos, crecemos solos y nos vamos solos. Agradezco ese proceso. Creo que, si no hubiera vivido esos episodios, no sería la Daniela que estás viendo. No sería artista, por último. Estaría en otra.
Curvas, amores y peligros
¿En algún momento has sentido que tu belleza física debe “evolucionar” para tener más aceptación, más fans?
Mira, me lo han dicho, y en algún momento me lo impusieron. Inclusive fui a una clínica estética para ver el tema de mi nariz, porque tengo un pequeño lomito ahí; casi ni se nota. Me evalué con un médico. Fui sola, recuerdo. El doctor me dijo: “Mírate en el espejo, tú no necesitas nada, eres una niña linda”.
A lo largo de tu carrera, ¿has padecido propuestas incómodas o situaciones de acoso?
Te mentiría si te digo que no. Un millón y medio de veces me han puesto botellas en la mesa, me han ofrecido llevarme a los mejores hoteles… Es algo que nunca me deslumbró. Además, no soy una mujer que voy con uno y con otro a la cama. Tienes que gustarme, tengo que estar en una relación contigo para hacerlo. No soy una chica fácil; soy bien difícil y complicada.
Pero sí he pasado por momentos de acoso, de personas muy intransigentes a las cuales he estado al borde de meterles un puñete, de que se me salga la calle, el callejón, la esquina y La Victoria completa. Muchas veces he tenido que respirar y controlarme porque, como te dije, no me gustan los escándalos. Son situaciones de las que siempre he salido victoriosa, porque sé cómo reaccionar. Pero conozco gente y amigas que la han pasado supermal.
¿Te sientes una mujer muy sexual?
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¿Tienes ese ímpetu?
Soy muy sexual, muy sensual y muy pasional. Me gusta mucho vivir mi proceso, más aún cuando estoy enamorada, pero puedo pasar uno o dos años sin pareja y todo bien. He aprendido a autocomplacerme y a encontrar placer en las cosas que hago; les pongo demasiado amor, llego al éxtasis.
¿Te cuestan más las relaciones de pareja por ser quien eres, por estar en el entorno en el que estás?
De un tiempo a esta parte, ese tema se ha vuelto muy delicado para mí. Va a sonar extraño: me han dejado por ser muy cariñosa, por dar mucho amor. También he sido la negada, la que nunca vas a oficializar. Cada día que pasa se me hace más complicado, porque el éxito muchas veces te quita otras cosas. La gente me ve muy inalcanzable. Me ha pasado que me han dicho: “Es que tú, pues, eres la número uno de tu país”. ¡¿Qué número uno?! ¡No soy número uno ni un carajo! Me bajo del escenario y soy Daniela mujer… Para mí va a ser más difícil encontrar a alguien que diga “a la mierda, ella es Daniela, pero yo soy yo, pues”.
Además, no puedo hacer ‘match’ con gente de mi edad, por lo mismo que estoy acostumbrada a estar con gente adulta. Y tengo como meta ser mamá a los 28; voy a llegar con casi veinte años de carrera. No quiero estar cansada para mis hijos; quiero sentarlos en un columpio, correr y viajar con ellos, sentirme viva. Al menos durante sus primeros años, que son, creo, los más importantes para un niño. Quiero que durante sus cinco o seis primeros años mis hijos digan: “Tenemos una supermamá”.
En redes sociales te preguntaron si actualmente estás en una relación con alguien de afuera, a distancia. ¿Es un rumor o el comienzo de una historia?
He conocido a muchas personas, unas más estúpidas que otras. No te voy a decir que sí ni que no, porque te estaría mintiendo. Creo que este año de cuarentena ha sido de descubrimiento y redescubrimiento; de saber qué tanto puedo ir más allá, empezar algo nuevo.
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Lo único que voy a decir es que la vida me ha sorprendido mucho y he comprobado que, a veces, las cosas llegan cuando una menos lo espera. Es bonito vivir ese tipo de adrenalina, de aventura, que alguien te ronde y no sepas qué va a pasar… Estoy en un proceso bien divertido. Vamos a ver hasta dónde va.
¿Cómo ha vivido Daniela Darcourt esta etapa de pandemia, tanto a nivel profesional como personal?
Lo profesional ha golpeado muy duro, pero en lo emocional he tenido que lidiar con lo de mi abuelo [falleció hace pocos meses como consecuencia del coronavirus]. Hace unas semanas fue su cumpleaños. Me puse muy mal; creo que a mi abuelo no lo he llorado lo suficiente. En lo profesional, estamos haciendo música, pero no es lo mismo.
¿Los conciertos virtuales son muy frustrantes?
Demasiado. Por eso no he hecho muchos; siento que no son reales. Nosotros somos músicos y los músicos tocan en vivo.
El día de mi muerte
¿Hacia dónde te proyectas?
Siento que en lo que quiero hacer aún estoy en pañales, como los bebitos cuando dan sus primeros pasos, se desesperan y todavía tienen miedo de caerse. Para mí va mucho más allá de números, de dinero, de seguidores. Quiero ser alguien que deje huella en las personas, que digan: “Oye, Daniela hizo lo que nunca nadie hizo, motivarme a crecer”. Es algo que predico en mis redes. Creo que los grandes, los íconos, que cada vez quedan menos, hicieron en su momento carreras memorables, respetables, intachables… El día que me muera quiero ser alguien que la gente recuerde.
¿Tienes metas concretas? ¿Tocar en determinado escenario, ganar un Grammy…?
Me encantaría estar en Times Square un Año Nuevo; en el Madison Square Garden; que reconozcan mi carrera en los Latin Grammy, los Grammy y las premiaciones que existan… Pero al final los premios son vidrios, cosas que una tira al piso y se rompen. Por eso quizá no me enfoco tanto en eso. Me puedo parar en un parque y llenarlo como si estuviera en el Madison Square. De eso se trata, de que la gente realmente respete mi trabajo. Quiero tener un millón de canciones pa’ que llores, pa’ que grites, pa’ que te enamores, las dediques y bailes, pero mi enfoque real es inspirar a las personas a que sean buenos seres humanos y encuentren eso que las apasiona. Y que no tengan miedo. Los sueños sí se hacen realidad.
Estilismo Kate Mogollón
Maquillaje y peinado Balbony Estilistas
Retoque fotográfico César Porta @retouchbycporta