Le fascina la locura, la libertad, la exploración, las etapas increíbles que se dan antes de que una obra se encuentre con el público. Por eso se enamoró del teatro, sobre todo del musical. Pero está abierta a todas las posibilidades. Quizá vuelva con fuerza a su trabajo como psicoanalista, fotógrafa o actriz, ¿por qué no? También le interesa mucho escribir y dirigir un guión suyo en el ámbito audiovisual. Desde hace dieciséis años tiene una novia que aún no la acompaña en Madrid, donde actualmente vive luego de triunfar en Barcelona dirigiendo el musical “Billy Elliot”. Se prepara para dirigir otra obra en Sitges.

Por Gabriel Gargurevich Pazos  

Cuando Vanessa Ferro llegó a España, descubrió que los niños podían ser héroes. Las leyes en ese país impiden que los menores actúen en más de dos funciones a la semana, por lo que tuvo que trabajar con un elenco de sesenta niños y treinta adultos. Ocho niños eran los encargados de interpretar por turnos a Billy Elliot; los demás eran los amigos del protagonista. En la mañana, estudiaban en el colegio, y por las tardes debían practicar en el teatro tap, ballet, acrobacia, actuación y canto; la función era en las noches. “Ser testigo de la entrega de los niños fue algo que me conmovió muchísimo. Y me hizo amar aún más el teatro. Porque fue precisamente ese aspecto vivo, artesanal, humano que tiene el teatro lo que me hizo enamorarme de él. Me fascina toda la locura, la libertad, la exploración, todas las etapas increíbles que se dan antes de que una obra se encuentre con el público. Desde niña, siempre pensé que sería abogada, como mi padre, jamás imaginé que sería parte de este mundo”.

Entre setiembre de 2021 y mayo de 2022, Vanessa fue directora de “Billy Elliot” en Barcelona.

La historia de cómo la actriz y directora peruana llegó a España a dirigir el musical “Billy Elliot” es conocida. Solo diremos que en 2018, en Lima, ella era directora adjunta de la misma obra, cuya dirección estaba a cargo de Juan Carlos Fischer. Ella conocía más que nadie la maquinaria por dentro, el día a día. Y al director y guionista español David Serrano, que en ese entonces dirigía “Billy Elliot” en Madrid, le gustó mucho cómo trabajaba y le hizo la propuesta: “¿Te gustaría ser directora residente de este musical en mi país?”. Y así, Vanessa Ferro se convirtió en directora de “Billy Elliot” en Barcelona, de setiembre de 2021 a mayo de 2022. En abril del año pasado, el diario español “El Debate” titulaba así una nota sobre ella: “Una inmigrante que triunfa en Barcelona”.

“Hacer teatro en España es ser parte de una maquinaria inmensa. Ser directora residente tiene que ver con hacerte cargo del montaje, una que vez que se montó; entonces hay que terminar de cuajarlo, de darle forma, entrenando nuevos niños. La temporada en Barcelona duró nueves meses; yo estuve a cargo de ocho meses de funciones, ajustando escenas de la obra. ¡De pronto me vi trabajando con un grupo enorme que debía confiar en mí! Eran cien personas, incluyendo a los técnicos y músicos… Pero lo más especial fue trabajar con los niños, estar atenta a su sensibilidad, ayudándolos a que no se frustren. El teatro es gigante en España, aquí todo lo multiplicas por diez, la gente muere por el teatro, no pueden vivir sin él”.

El teatro como un ente vivo. Emociones que se transforman, se ramifican, cosas que decir desde muy dentro, exploración en el corazón, en la mente, en el cuerpo, libertad… Libertad. “Crecí “Desde niña, siempre pensé que sería abogada, como mi padre, jamás imaginé que sería parte de este mundo”. pensando que sería abogada, como mi padre. Estudié en el Villa María, colegio de monjas, donde respetaba las reglas, hasta cierta edad en que todo se fue al demonio”.

Exploración profunda

El caso es que entra a la Universidad Católica a estudiar Derecho, pero rápidamente se dio cuenta, según sus palabras, de que “nada tenía que hacer ahí, y luego no sabía a dónde ir, estaba un poco perdida, y decidí llevar mucha, pero mucha terapia psicoanalítica; quedé fascinada”. Años después, estudiaría Psicoanálisis en el instituto de psicoterapia psicoanalítica Inter-Cambio. Tuvo algunos pacientes, pero por la pandemia tuvo que cerrar el consultorio. Hoy tiene un par de pacientes on line, pero “no es mi foco principal de trabajo; en algún momento sí lo será, es maravilloso el psicoanálisis”.

Vanessa Ferro

“Estudié en el Villa María, colegio de monjas, donde respetaba las reglas, hasta cierta edad en que todo se fue al demonio”.

Quizá lo siguiente sea escribir un guion para cine o teatro y dirigirlo. Últimamente, le atrae mucho la idea de hacer algo audiovisual. También le interesa seguir creciendo como fotógrafa. “Tampoco dejo de lado las ganas de volver a actuar. No me gusta mucho elegir, ¡me gustan muchísimas cosas! Recientemente, la vida me llevó a ser directora de musicales, algo que adoro, pero si hay un giro en mi vida que me lleva a, por ejemplo, la actuación, yo feliz. No me puedo decidir. Por un lado, estoy abierta a todas las posibilidades en la vida; pero también tengo un lado muy controlador, organizado, detallista y perfeccionista; son dos aspectos de mi personalidad que se pelean entre sí. Lo cierto es que en la esquina te puedes encontrar con alguien que te cambia la vida. Así es la vida”.

Vanessa descubre el teatro en 2005 –mucho antes que el psicoanálisis– gracias a una persona muy cercana e importante para ella, pero no quiere decir su nombre. Dice que fue por esta persona, que le dijo que “el teatro te va a hacer bien al alma”, que se decidió a estudiar Artes Escénicas. “Nunca me imaginé que estudiaría Teatro. Cuando era niña, me encantaba bailar, en el nido, en el colegio, me gustaba que canten mis canciones, pero jamás pensé en el teatro como una opción de carrera. Mi padre me dijo que solo podía aceptar que estudie Teatro siempre y cuando fuese dentro de una carrera universitaria. Y en la facultad de Comunicaciones de la Católica está la especialidad de Artes Escénicas, al menos en ese entonces. Así que empecé a estudiar ahí. Quedé maravillada en la primera clase de actuación; poco a poco, descubrí que el teatro era un mundo en el que se te permite explorar con el cuerpo, la voz, la imaginación. Me enamoré del proceso creativo teatral”.

“Tampoco dejo de lado las ganas de volver a actuar. Recientemente, la vida me llevó a ser directora de musicales, algo que adoro, pero si hay un giro en mi vida que me lleva a, por ejemplo, la actuación, yo feliz”.

Asistió a su primer casting como actriz sin saber que se presentaría a un musical. Finalmente, el director Coco Guerra la eligió para participar en “La ópera de los tres centavos”. Luego actuó en “El Principito”, de Preludio; “Jesucristo Superstar” también la tuvo en sus filas. “No interpreté roles protagónicos, no tengo la voz para protagónicos, lo tengo que aceptar con mucha pena”.

Vanessa tiene dos hermanas. Como dijimos, su padre es abogado, y su madre se dedicaba al hogar. “Éramos una familia muy convencional, tradicional. Los domingos íbamos a misa, luego almorzábamos y por la tarde íbamos a una exposición de arte, a veces al teatro. Desde niña, repito, nunca pensé en trabajar en el mundo del teatro, pero a los dieciocho años hicimos un viaje familiar a Londres y vimos ‘El fantasma de la ópera’. Fue impresionante ver a tantos actores en escena cantando, ¡había música en escena! Ya no solo eran los textos, las historias, los actores, sino también la música que lo llenaba todo. Me fui de Londres, luego de ver esa obra, pensando en que había visitado un planeta desconocido, fascinante, al que debía regresar pronto”. Años más tarde, ya sabemos, no solo regresaría al mundo de los musicales, como actriz y luego como directora, sino que también ahí florecería el amor para ella.

Vanessa Ferro

Vanessa, cuando solo era una bebé, y su madre, Mirtha Cornejo.

Vanessa Ferro

Vanessa junto a su padre, Víctor Ferro.

¿Quién dijo hijos?

Roxana “Roxx” Heinrich, su novia desde hace dieciséis años, sí tenía un rol protagónico en el musical “Jesucristo Superstar”, la obra de Preludio que se montó en 2006. “Ella es peruana, la conocí en el teatro”, precisa Vanessa. “Ahora mismo no está conmigo en Madrid, pero ya va a venir”. No es que no les gusten los niños, Vanessa adora los niños. Una prueba es el estupendo trabajo que hizo con ellos en “Billy Elliot”, pero no quieren niños: “Nos da flojera, mucho trabajo, mucho dinero, pero bueno, vamos a ver”. ¿Se van a casar, teniendo en cuenta que lo podrían hacer en España? “Quizá sí”, dice Vanessa, “pero lo haríamos por papeles. Queremos seguir manteniendo ese espíritu de libertad, llevamos tanto tiempo juntas sin un papel firmado… Nos gusta la idea de que, si mañana alguna de nosotras se quiere largar a otro lugar, lo pueda hacer sin dar explicaciones. Queremos dejar las puertas abiertas a todo, quizá sea porque esa libertad no la tuve de niña”.

Sus padres están muy orgullosos de ella; el año pasado, mientras ella estaba como directora residente en Barcelona, no dejaban de mandarle mensajes de WhatsApp contándole que se habían encontrado con tal y tal persona que les había dicho que “¡qué maravilla los triunfos de Vanessa en Barcelona! ”. También le mandaban los artículos periodísticos donde publicaban alguna nota respecto a “Billy Elliot”.

De joven, su padre estudió en el Teatro de la Universidad Católica (TUC), pero al final se decidió por el Derecho, “una carrera más estructurada”, como dice Vanessa. La hija cumplió el sueño más profundo del padre. “Algún día, por qué no, quizá haga algo teatral con él. Dice que quiere ser productor, pero que quisiera interferir en la dirección, lo que me parece que podría ser algo desastroso [ríe]. Más bien, como actor pienso que sí la podría hacer muy bien; total, todos los abogados son un poco actores, ¿no es cierto?”.

A mediados de abril próximo, Vanessa Ferro dirigirá la obra que los estudiantes de actuación de una escuela de posgrado de Sitges, en Barcelona, necesitan para graduarse. Se trata de un centro de estudios internacional, con alumnos de cincuenta nacionalidades, donde los cursos se dictan en inglés. Así que Vanessa tendrá que dirigir la obra en ese idioma; maneja muy bien el inglés, vivió en Estados Unidos, pero confiesa que será todo un reto para ella, por las palabras técnicas, por las referencias emocionales que tendrá que utilizar para los alumnos de distintos países. El proceso durará seis semanas.  “Una nueva aventura me espera”, dice Vanessa, con esa sonrisa amplia, luminosa e imbatible.

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