Ha probado de todo en su vida, pero nunca se enganchó con nada. Eso dice Sergio. Y lo atribuye a la libertad que sus padres le dieron, desde siempre. Por supuesto que le advirtieron del peligro de las drogas, por ejemplo, pero nunca lo reprimieron. Con sus tres hermanas, sus padres fueron iguales. Tiene dos hermanas mayores que él y una menor. Con la menor, Karina Lois, entrenó y compitió en patinaje sobre hielo, y consiguió posicionarse, con ella, entre los diez primeros del mundo. Entrenaban todos los días; dos veces por semana iban al psicólogo deportivo; cada quince días, al nutricionista… Pero no se les hizo difícil, pues el deporte siempre estuvo presente en la familia. Fue algo natural.
No era un niño travieso, nunca le causó problemas a sus viejos, nunca, nunca, nunca. En el colegio siempre fue un chico aplicado, ordenado, disciplinado, características que lo acompañan hasta hoy: es su esencia, dice. Esa esencia le trajo problemas en el colegio; sus compañeros no soportaban su corrección y le hicieron bullying. “Los chicos pueden ser los más crueles del mundo”, recuerda ahora Sergio Lois, argentino, de Buenos Aires, con treinta y siete años de edad. Felizmente que, cuando empezó a ponerse las mallas para patinar sobre el hielo, como manda ese deporte muy asociado al ballet, ya no era tan chico y su grupo de amigos no lo molestaba por eso. Solo una vez se agarró a golpes con otro muchacho. Fue en el colegio. ¿Quién ganó? Ninguno; los separaron antes de que la situación pasase a mayores.
“Siempre fui muy bueno”, dice Sergio. En su página de Facebook, escribe lo siguiente: “Hombre enamorado de la vida. Buen hijo y hermano. Actor y entrenador de patinaje sobre hielo”. Es alto, tiene ojos verdes, un cuerpo atlético y una mirada melancólica. Vive en Lima desde 2012, y, casi todos los días, va al malecón a mirar el mar para ordenar sus pensamientos y relajarse con la amplitud del paisaje, con el sonido del ir y venir de las olas. Le ha pasado que, en ocasiones, la gente se le acerca y le dice que no lo haga, que no se tire por el acantilado, que no se mate; Sergio se ríe, les dice que es argentino y que una de las cosas que lo enamoraron de Lima es el mar. “Al principio, me chocó un poco Lima, sí, por el caos, el tráfico, el ruido, es una ciudad grande…”, dice. “Pero la amabilidad de la gente me hizo sentir cómodo inmediatamente… Y el mar, claro, el mar”.
Camino a la gloria
Sergio Martín Lois llegó a Lima para ayudar a armar la escuela de patinaje sobre hielo que se iba crear en el Iceland Park, ubicado en la cuadra diecisiete de la avenida Salaverry, cuya pista de patinaje, única en el Perú, es de quinientos metros cuadrados, aproximadamente.
No se pensaba quedar. Vino solo para brindar su asesoría de experto. Pero al final se terminó quedando, dirigiendo la escuela de patinaje artístico, Ice Magic School, con mucho éxito: en noviembre pasado, 29 alumnos suyos ganaron medallas de oro, plata y bronce en el Campeonato Sudamericano Abierto de Patinaje Artístico Sobre Hielo 2016, celebrado en nuestro país, en la pista del Iceland Park. Sergio puso la primera piedra en la creación de una cultura de patinaje sobre hielo en el Perú. “No preparo a los chicos para que ganen medallas, sino para que este deporte siga creciendo en el país”, expresa.
“Lo bueno es que empezamos desde cero. En Argentina había muchas injusticias y corrupción en la Federación de Patinaje Sobre Hielo. Entonces, fue bueno empezar a hacer las cosas bien desde el comienzo”, indica Sergio. Al principio llegaron pocos chicos y chicas para aprender en la escuela que él dirige. Más chicas que chicos, desde los seis años –categoría Miniinfantil– hasta la categoría Senior –treinta años–. De todas las edades, en realidad. La primera vez que sus alumnos compitieron fue en 2015; ocurrió en el Sudamericano que se celebró en Buenos Aires, cuatro chicas y un chico; los cinco consiguieron medallas de oro en sus respectivas categorías.
Por Gabriel Gargurevich Pazos
Fotos de Sanyin Wu
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