“Lo único peor que fallar en algo es no tratar”, dijo hace unos días Gloria Steinem, la legendaria ícono feminista, en una charla junto a la comediante Chelsea Handler, en Nueva York. “Si no tratan, seguirán adelante pensando: ‘¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho o hecho lo que quería decir o hacer?’”.
Esa no es una pregunta que deba rondar por la cabeza de Steinem muy a menudo. A su edad, parece haber hecho todo lo que ha querido en su vida, incluyendo una distinguida carrera como periodista, escritora y activista, fundadora de la influyente revista “Ms.”, impulsora de reales cambios sociales y políticos, figura prominente en la cultura popular e infatigable viajera. Y a la vez, se ha dado tiempo para mantener affaires con Mike Nichols, Franklin Thomas, Rafer Johnson y MortZuckerman, entre otros, y en la plenitud de sus sesenta y seis años, contraer matrimonio por primera vez con David Bale –un activista cinco años menor que ella, preocupado por el medio ambiente y los animales, y padre del actor Christian Bale–, que murió en 2003.
Cuando Steinem celebró sus ochenta años, en 2014, lo hizo montada en un elefante en Botsuana y lanzando un nuevo libro de memorias. Las celebraciones, se quejó después, duraron un año, hasta que en marzo de 2015 cumplió ochenta y uno. “Fue un respiro”, bromeó en una entrevista con “The New York Times”.
El atractivo de esta feminista se mantiene intacto, lo cual, sin embargo, no se compara al gancho de su inteligencia, que le ha permitido navegar durante ocho décadas en aguas donde ninguna otra mujer había navegado antes. Y, aunque algunos se sienten algo decepcionados de lo que consideran los pocos frutos que ha dado el movimiento feminista, Gloria mantiene su optimismo. “Tengo edad suficiente para recordar cómo eran las cosas”, ha dicho. “Aun así, a veces, no puedo creer que tengamos que luchar nuevamente la misma batalla”.
Las cosas cambian
Gloria nació en Toledo, Ohio, hija de Leo Steinem, un exitoso periodista con alma de vagabundo, y su mujer Ruth, hija de obreros protestantes. La pareja vivió su matrimonio como un largo calvario, en parte, por la inestabilidad emocional de Ruth y la incapacidad de Leo de crear un ambiente estable para su familia. “No fui al colegio en forma regular hasta sétimo básico”, explicó en una ocasión Gloria, que vivió con su madre y su hermana a partir de los diez años, cuando sus padres se separaron definitivamente. Para entonces, Ruth ya era adicta al pentotal de sodio, y su padre vivía en un auto en California y visitaba a sus hijas una vez al año.
“Solía pensar que mi madre estaba loca”, reconoció en “The New Yorker”. “Fue mucho después, cuando comencé a entender lo injusta que era la posición de las mujeres en este país, que me di cuenta de que mi madre no había estado nunca ‘enferma’, como decían los médicos. Era su espíritu el que estaba quebrado”. Quizás esa experiencia la llevó a comparar en una oportunidad el matrimonio con la esclavitud y, en sus cuarenta, a cancelar un compromiso nupcial con el director de cine Robert Benton.
Una vez, después de casarse con Bale, un periodista le preguntó por qué había cambiado de parecer sobre el matrimonio, y Gloria le contestó que no había sido ella la que había cambiado, sino el matrimonio. “Pasamos treinta años en Estados Unidos cambiando las leyes matrimoniales. Si me hubiera casado cuando se suponía que debía hacerlo, habría perdido mi nombre, mi residencia legal, mi ranking de crédito y muchos de mis derechos civiles. Eso ya no es así. Ahora, es posible tener un matrimonio igualitario”, explicó.
Apenas el año pasado, ella creó una serie de programas para el canal Vice titulada simplemente “Woman”, donde exploró la situación de las mujeres alrededor del mundo. En la presentación del show, la feminista explica la gran perspectiva que ve en su misión. “He viajado por el mundo como escritora y activista durante toda mi vida. Puedo decir que, enfrentando los problemas alguna vez marginalizados como ‘asuntos de mujeres’, podemos dar cara a los grandes peligros del siglo XXI. Detrás de todas las grandes crisis hay un factor importante que no está a la vista, una historia que nunca ha sido contada. El mayor indicador de la estabilidad del mundo, de su riqueza y seguridad, es el estatus de las mujeres”.
Por Manuel Santelices
Publicado originalmente en la edición impresa de Cosas 617